Nuevas esperanzas

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Tras la amena charla con Adrien me sentía increíblemente confundida, ambos sentíamos una inusitada pena en nuestros corazones y de alguna forma su historia encajaba con la mía. Sentí como si mi corazón se estrujase al notar aquellas similitudes, pero no valía la pena darle vueltas. Toqué su pecho, en un intento de hacerle entender que no estaba solo.

—Tu vida amorosa es un desastre, uno tan triste como la mía— sonreí al ver su rostro compungido. — Quizás este sea el momento en que debemos lamentarnos de nuestras penas, para poder empezar a sanar nuestras cicatrices.

Pude notar como aquellos verdes ojos me miraban con cierta luz que generó en mi que mi corazón se diera un vuelco.

—Sin embargo, aun tengo esperanza, aun la amo, tanto como la primera vez que la conocí. —su declaración me resultó extraña, pero no era capaz de entender por qué, su mirada clavada en la mía me hizo sonrojar en ese preciso instante.

Intentando romper un poco la tensión del momento no pude evitar más que separarme un poco de él.

—Creo que los dos somos un par de idiotas enamorados. —sabía que el pesar se notaba en mi voz, no quería esto, pero no podía evitarlo. Intenté sonreír en vano. — ¡Qué destino el nuestro! ¿eh, Adrien?

Tratamos en vano de cambiar el tema, pero la pesadez del ambiente nos obligó separarnos momentos después.



Ladybug llegó rauda a su casa, había tenido la esperanza de que al menos él tendría la decencia de seguirla, de demostrar que ella estaba equivocada pero no fue así. Ella no valía lo suficiente. Su corazón se había partido en pedazos y echó a llorar desconsoladamente, llamando la atención de sus padres. Al ver a Ladybug llorando en el cuarto de su hija, corroboraron lo que ya desde hace tiempo sabían, sin embargo, verla tan destrozada fue demasiado doloroso como para dejarlo pasar. Tom ingresó con cuidado, intentando no asustar a su hija y la abrazó con dulzura.

—¿Qué pasa, mi pequeña? —dijo con una voz dulce mientras la tomaba en brazos con delicadeza. —Papa está acá, Papa te cuida.

El llanto escaló de un momento a otro, ni siquiera era capaz de medir consecuencias de lo que estaba ocurriendo. Tikki se escapó de los aretes en ese instante, miró a Sabine, quien sonrió melancólicamente, dejándole en claro que todo estaba bien. Que sabían la verdad y que guardarían el secreto por el bien de su niña de los ojos de zafiro.

—¿Por qué es tan difícil, Papa? ¿Es que hay algo mal conmigo? —dijo ella amargamente mientras intentaba calmarse. — ¿Qué es lo que hice mal para que esto me pase así?

Tom y Sabine abrazaron con delicadeza a su hijita, esperando a que se calmara antes de hablar con ella. Y tal como esperaban, tras unos minutos de amargo llanto, la chiquilla por fin se calmó.

—Mi pequeña, no hay nada malo contigo. Hay veces en que las cosas no son como uno desea o anhela, aún cuando esperamos que las cosas sea diferentes. —Tom dijo primero, intentando aliviar aunque fuera un poquito el dolor de su hija. —El destino nos llama en ese instante para hacer a veces algo que no queremos, o no se dan las condiciones o hay algo que no se sabe y duele. Sea como sea, la vida de alguna u otra forma se encarga de corregirlo.

—Quizás ahora sea difícil verlo, pero verás como las cosas irán evolucionando y te llevaran a donde debes estar. —respondió Sabine, dejando algo confundida a Marinette.

—Mama, Papa, me podrían dejar sola por favor. —los adultos miraron preocupados a la chica, pero confiaron en que esta era la mejor manera de que ella pudiera lidiar con ella misma.

『Silencios compartidos』 #RelatosHeartMusicDonde viven las historias. Descúbrelo ahora