Nueve

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Primavera...

Nate llegó a su casa casi a las once de la noche, estaba cansado, pero en cierto punto feliz, todo el día estuvo con Annie, supo lo que era conocer a una chica distinta a él, Annie le parecía muy linda, amable, seria, comprensiva, bonita, Annie era muy bonita, le gustaba estar con ella pues no lloraba durante todo ese tiempo y eso lo hacia,sentir bien.

La casa ya estaba silenciosa y obscura, eso era mejor para él pues así evitaba los cuestionamientos, los ojos se le cerraban de sueño, subió con calma las escaleras y caminó por el pasillo para llegar a su recamara, lo único que él deseaba y anhelaba era poder dormir esa noche.

- Raro - Dijo para él mismo.

Se apretó el puente de la nariz y se dejó caer en la cama para quedarse dormido.

Las imágenes corrían como una secuencia rápida, los gritos se escuchaban tras el disparo, la sangre corría, su amada Alice se estaba muriendo entre sus brazos, el vestido de novia ya no era blanco, ese día tan trágico llegaba a manera de dolorosos recuerdos, el cuerpo sin vida de la chica se había quedado grabado en sus verdes pupilas, el olor de la sangre en sus manos, el azul de los ojos de Alice se apagaba y el verde de los suyos con ellos, el dolor no volvía, simplemente nunca se había ido, en esos cuatro años el recuerdo seguía presente en su memoria, la tierra que los separaba, la primera noche que paso sin ella a su lado, el primer amanecer que Alice ya no vio, la primera vez que sintió frío por no tenerla cerca, los días que la extraño, las veces que la necesito, Alice ya no estaba, el 19 de diciembre era un recordatorio permanente de ese horrible hecho, el cuerpo frío entre sus brazos, ese cuerpo que duro junto a él hasta que se lo arrebataron, el sonido del disparo que se repetía una y otra vez, esa sangre que corría y no era de él, Alice estaba muerta y eso nunca iba a cambiar.

- Alice - Dijo en un grito ahogado.

Se sentó de golpe en la cama sin poder respirar, en un modo desesperado se levantó en un brinco de las cama y busco a Alice por la habitación, miró la cama, cada rincón de ese lugar, pero ella no estaba.

Nate se aventó contra la cama y empezó a llorar de manera desesperada mientras abrazaba los cojines de forma arrebatada, ¿Cómo podía vivir un día más así?, ¿Cómo soportar el dolor?, Alice estaba muerta, él lo sabía, nada ni nadie se la regresaría por mucho que él lo quisiera, por mucho que lo deseara, ella ya no iba a regresar a sus brazos, Nate prefería mil veces que ella ya no lo amara, que ella fuera feliz con otro hombre, prefería mil veces un millón de cosas diferente a que Alice estuviera muerta.

El reloj marcaba justo las siete de la mañana, Nate se levantó en cuanto vio salir el sol, bostezo y se frotó el rostro, estaba agotado, durante toda la noche no había podido dormir por mucho que lo intentó.

Se dio una ducha rápida, se vistió con un estilo deportivo, se tomó un par de aspirinas y salió.

Llegó a la remodelada cafetería donde trabajaba Annie, era aún más grande y habitada, las meseras no se daban abasto, las veía ir y venir con charolas llenas de cosas, una de ellas era Annie, ese día él la veía más linda, siempre con una sonrisa, tan alegre al atender a la gente y la gente la adoraba, ella amaba su trabajo, era feliz atendiendo mesas todo el día, no se quejaba por hacerlo.

Inexplicablemente, Nate sonrió.

- Buenos días - Le dijo Annie parándose frente a él con una gran sonrisa y libreta en mano.

- Hola - Respondió él.

- Chocolate caliente y pastel ¿Cierto?

- Por favor.

- ¿Mala noche?

- Tú entiendes, los mosquitos - Le respondió intentando sonar gracioso.

- Claro - Sonrió - Ahora te traigo tu pedido.

París en inviernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora