Veinte

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Annie nunca quiso hablar de lo ocurrido,  se mostraba fuerte ante sus amigas y evitaba llorar cuando estaba sola, ella no quería recordar nada de lo ocurrido, se mostraba fuerte como si nada hubiera pasado, como si nunca hubiera conocido Nate y como si nunca su vida hubiera cambiado, pero… nada de eso era cierto, su vida estaba en un total y permanente cambio principalmente porque estaba embarazada y ese bebé era de Nate, el chico que más daño le había hecho en su vida, ¿Cómo olvidarlo? Fingir que nunca había pasado nada y seguir con una vida normal antes de él era prácticamente imposible, el tiempo iba a transcurrir tan rápido que siempre iba a recordar lo ocurrido, dentro de ella tenía ese recordatorio, iba a tener un hijo de Nate y él odiaba ese hecho cosa que mataba a Annie, ella iba a trabajar, seguir luchando por sus ideales y, claro estaba que tenía que hacerlo al doble para mantener a salvo a su hijo, ¿Y Cómo hacerlo?, dentro de pocos meses el vientre le iba crecer de manera constante, la iba a hacer más lenta y cansada, poco después su bebé nacería y tendría que dejar el trabajo por un tiempo, iba a ser difícil pese a que sus amigas la apoyaran, ella necesitaba mucha ayuda, necesitaba a Nate.

Dos largas semanas y Annie seguía fingiendo que no pasaba nada y que estaba más feliz que nunca, pero sus amigas sabían que en cualquier momento ella se derrumbaría y tenían que estar junto a ella cuando llegara el momento, Marcia le daba días para que eso ocurriera pero les preocupaba la salud de su amiga y el bienestar de su bebé, Annie no comía y lo poco que llegaba a consumir automáticamente lo vomitaba sin autocontrol alguno, ella estaba mal y no quería aceptarlo, Annie pensaba que olvidarlo era más seguro y efectivo que aceptarlo, le dolía lo que paso con Nate, le dolía lo que sentía por él, le dolía todo y nadie iba a detener ese dolor,  nadie quien no fuera Nate y él no quería saber nada de ella ni de su bebé.

Annie siempre se levantaba temprano a preparar el desayuno y ese día no iba a ser la excepción, pese a que era su día de descanso la costumbre no e le quitaba, mucho menos con las molestas nauseas matutinas que la obligaban a levantarse temprano y correr al baño, le parecía fastidioso e insoportable, pero era la mayor muestra de amor que una mujer podía sentir dentro, o al menos eso ella creía, olvidaba lo horrible que se sentía al recordar que todo era por un pequeño que Nate le había dejado, un mayor tesoro, lo que más iba a amar en la vida y por eso valía la pena todo.

— No deberías estar despierta a esta hora — Le dijo Marcia lista para ir a trabajar.

— Deben desayunar — Respondió sentándose en el sillón.

— podemos hacerlo nosotras.

— Ya lo hice — Sonrió.

- ¿Cómo estás?

— Mareada y con ascos, ¿Y tú?

— Debes descansar.

— Estoy bien.

— ¿Cuándo iras al médico?  Deben revisarte, saber cómo están tú y tu bebé.

— Pronto.

— Annie, no seas necia.

— Dije que estoy bien — Le dijo molesta levantándose del sillón — Se les hará tarde, las veo más al rato.

Una vez sola, Annie empezó a hacer limpieza del pequeño departamento, su abuela cuando era niña siempre le decía “Pobres pero no sucias” así que limpió, barrió, acomodó y lavó todo lo que se podía, acomodar la recama, asear el baño, limpiar la cocina, preparó la comida,  acomodo la sala, todo lo posible para que no recordara a Nate.

Después de lavar y ordenar las cosas de sus amigas, Annie decidió salir a caminar un poco por un pequeño parque cercano, la ciudad de nueva york era tan grande que Annie se sentía perdida en ella, sólo conocía el camino hacia el trabajo y… hacia la gran mansión de los Valentine, además era un largo camino así que ella se sentía muy a gusto vivir en un barrio promedio neoyorkino lejos de personas ególatras viajando en caros autos y viviendo en
casas elegantes.

París en inviernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora