Capítulo 11: Nacimiento de los Primeros Humanos y la 1ª guerra de los Dragones:

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Crónica del nacimiento de los Primeros Humanos y la primera guerra de los Dragones:

Diez mil años antes de la separación del mundo, todas las tierras emergidas estaban pobladas solamente por bestias. Los dragones, que ya existían desde hacía miles de años, dominaban los cielos y lo que se encontraba bajo ellos. Los dragones malignos vivían en una continua lucha por acabar con los dragones de la luz y así había sido desde su creación.

            Una mañana, un gran reptil plateado llamado Tinbelari, buscaba una presa volando casi a ras de los árboles. Sus sentidos estaban alerta, cualquier movimiento, sonido u olor le indicarían que una presa estaba cerca. Los dragones apenas necesitaban comer pues su cuerpo se mantenía gracias a poderes incomprensibles para mentes mortales, pero de vez en cuando su instinto depredador les producía la necesidad de cazar.

            De pronto un movimiento a varias millas de él lo puso alerta. Algo se movía junto al linde del bosque. Viró rápidamente hacia donde provenía el estímulo y en pocos segundos vio a través de la maleza unos seres extraños. Eran muy pequeños y sus pieles eran blancas como la espuma del mar. Las enclenques criaturas empezaron a correr todos juntos hacia el interior del bosque, lo que no era un problema para Tinbelari pues los árboles que los escondían apenas medían cuatro metros de altura, menos que sus patas.

            Cayó sobre ellos, y los seres cayeron a su vez al suelo debido al temblor provocado por el animal. Eran diez, unos eran de distinto tamaño que otros. Los más grandes ocultaban a los más pequeños al parecer para protegerlos. No disponían de ninguna defensa natural, ni dientes, ni garras, ni cuernos. Uno de ellos, portaba un palo largo y lo blandía hacia Tinbelari. Parecía el lider del grupo.

            Por un momento pensó en cazarlos pero esto no satisfaría sus ansias de caza. Era una presa demasiado fácil, por lo que decidió levantar el vuelo y seguir con su busqueda, pero en ese momento se dio cuenta que los gemidos y alaridos que proferían eran palabras en algún idioma primitivo.

            Al ver que poseían alguna especie de inteligencia decidió intentar comunicarte con ellos. Primero dirigió su garra hacia su pecho y dijo su nombre con su voz tronante.

            -Tinbelari.

            El asustado ser portador del palo dudó un momento. Y llevando la mano a su pecho dijo su nombre.

            -Karbin.

            El dragón movió su enorme cabeza dando a comprender que había entendido cuando un sonido que nunca había oido le sobresaltó. Uno de los seres más pequeños emitía un sonido lastimero. Estaba en brazos de otra criatura más grande y esta lo mecía como para tranquilizarle. Tinbelari acercó la cabeza hacia ellos y todos los demás empezaron a gritar asustados. Con un simple vistazo vio que el pequeño estaba enfermo y acercando más aún la cabeza sus reptilianos ojos comenzaron a brillar, entonces el pequeño dejó de llorar y acarició el hocico del dragón. Los otros seres se acercaron al pequeño dando gritos de alegría y uno tras otro empezaron a arrodillarse frente a Tinbelari. El llamado Karbin dejó su palo junto a las garras del argénteo animal en señal de sumisión.

            El dragón hizo un gesto de despedida con la cabeza y levantó el vuelo para volver con los suyos.

            No fue la última vez que Timbelar visitó a estos pequeños seres. Año tras año les visitaba y año tras año eran más numerosos. En sesenta años eran más de cien y empezaron a llamarse a si mismos humanos. El llamado Karbin murió y le construyeron una gran estatua en lo alto de una colina. Otros dragones plateados acompañaban a Tinbelari a veces, poco a poco los débiles y pequeños seres adoptaron la lengua de los dragones y empezaron a construir ciudades. Era algo extraño para los dragones ver como amontonaban las piedras y cambiaban el curso de los rios. Honraban a señores que vivian en lo que llamaban fortalezas y en ocasiones luchaban entre ellos. Esto era lo que más extrañaba a Tinbelari pues desperdiciaban sus cortas vidas intentando poseer lo de los demás, cosa que le recordaba a los dragones del mal. Pero entonces recordaba la estatua de Karbin y se daba cuenta que recordaban para siempre a sus muertos manteniendo vivos a sus ancestros.

            Algunos humanos empezaron a dominar la magia, unos sacaban ese poder de la naturaleza pero otros descubrieron el poder mágico de la muerte. Éstos se separaron de los otros magos y formaron un reino independiente, dominando a la gente mediante el miedo.

El más poderoso de los magos oscuros (así se les llamó) se nombró así mismo rey brujo, y mandó construir una fortaleza al pie de las montañas escarlatas donde durante años perfeccionó sus poderes mágicos hasta que decidió conquistar las otras fortalezas humanas. Mediante un conjuro levantó de sus tumbas a  decenas de miles de cadaveres que formaron el ejército más numeroso que se ha visto en el mundo. No sólo eso, sino que un dragón del mal, Karnex, el padre de los dragones rojos, atraido por la magia oscura, se alió con el rey brujo para acabar con los otros reinos.

Largos años pasaron entre batallas y muerte. Los dragones del bien y del mal de todos los colores lucharon en el cielo mientras que los ejércitos luchaban en tierra. Pero el ejército de redivivos aumentaba en tamaño según morían los defensores de la luz y el bien tuvo que retirarse y defenderse desde la última fortaleza humana que seguía en pie, el Anillo de Piedra.

El asedio duró años. Los magos del bien no permitieron que los dragones del mal incendiaran la ciudad mediante hechizos de protección. Además los dragones del bien impidieron que dragón alguno se acercase al último reducto humano.

A pesar de ello, el rey brujo tenía un nuevo hechizo que acabaría con la resistencia del Anillo de Piedra. Mediante la sangre del padre de los dragones blancos, caido en combate contra Karnex, creó un conjuro capaz de volver a la vida a los dragones, creando dragones redivivos que aunque no tenían inteligencia ni magia eran poderosos adversarios.

Un joven guerrero llamado Kendal, descendiente de Karbin junto con su dragón y amigo Tinbelari, viendo que en poco tiempo tendrían que capitular o morir rompió el cerco del asedio y se infiltró en la desprotegida fortaleza del rey brujo y allí descubrió que los dragones del mal no luchaban en su bando por propia voluntad sino que eran controlados mediante unas gemas mágicas creadas a tal fin. Tras robar las gemas y anular su poder los dragones malignos se volvieron contra el rey brujo y destruyeron su propio ejército con lo que éste tuvo que volver a su fortaleza y sellar la entrada hasta lograr el poder necesario para volver a resurgir. Por ahora no se le ha vuelto a ver y se dice que todavía mora en su fortaleza en forma de redivivo.

Las gemas fueron guardadas en el Anillo de Piedra hasta que éste cayó miles de años después en otra guerra. Tras aquello se les perdió la pista y nadie recuerda que existieron ni para que servían.

Azote de DragonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora