Al estar al pie de la escalera, se dio cuenta que había algo extraño. Caminó por el pasillo que conducía a las demás habitaciones de la casa. Alguien había entrado a su casa. Pero ¿quién? No esperaba a nadie. Sus músculos encontraban tensos. La posibilidad de que lo hubieran atrapado en el último crimen lo tenía en apuros. Regresó a la cocina para ver si sus materiales de trabajo estaban en orden. No quería que lo descubrieran tras haber tenido uno de sus arrebatos de locura. La mayor parte de la gente lo tiene como una persona intachable, que jamás le haría ningún daño a nadie. ¡Ja! Si tan sólo supieran...
Volvió al pasillo. Percibió el aroma. Y por un momento, sus músculos se relajaron. Era su madre, seguramente. Conocía el olor de su perfume, ya que siempre usaba el mismo para toda ocasión. Fue a buscarla y la encontró en su recámara, inspeccionando cada rincón.
- ¿Mamá?
- Hijo, pensé que no estabas en casa y quise venir a cerciorarme de que no te faltara nada. - expresó su madre sobresaltada.
Últimamente, notaba algo extraño en su hijo. Milo siempre fue un joven alegre. Sin embargo, a raíz de la muerte de su hermana, había cambiado mucho. Ahora era un joven bastante retraído. Por cualquier cosa se molestaba y sus arranques de furia eran cada vez más frecuentes. Cada vez que entraba al hogar de su hijo, tenía la sensación de que estaba entrando a un lugar encantado o a un lugar mucho peor. Siempre había tenido el deseo de explorar todos los rincones de la casa, pero siempre que quería hacerlo, Milo aparecía detrás suyo.
- No hace falta nada, mamá. Ya sabes que...
- ...Si te hace falta algo, me avisas. Lo sé, pero me preocupas.
- No hay de que preocuparse, mamá. Estoy bien.
- Pero con toda la inseguridad de la ciudad, tengo miedo de que...
- Mamá, no me va a pasar nada.
- Prométeme que no vas a salir de noche y que te cuidarás cada vez que salgas. - Milo volteó los ojos, en señal de cansancio.
- Te lo prometo.
- Bien, ahora quedaré más tranquila. Me voy. Si necesitas algo, llámame.
- Lo haré.
La acompañó a la puerta. Cuando su madre se fue, Milo volvió a ir al sótano, donde tenía los cadáveres. ¿Por qué le tuvo que tocar a él esa maldita suerte de no poder resistirse a matar gente?
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Milo
Horror¿Qué sería del mundo repleto de personas sin cabeza? En Atenas se ha sucitado un nuevo caos: bolsas negras en cada esquina, cuyo contenido es nada más y nada menos que cadáveres decapitados.