Vestigio (Spanking)

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"Pulsión"

-Capítulo 1: Vestigio (Spanking)-



Disclaimer: Los personajes son propiedad de sus respectivos autores. No busco una ganancia comercial al usarlos, si no satisfacer un fin meramente ocioso.



De brillantes tintes dorados, un resplandor fugaz recorrió el aire y se posó con firmeza sobre una de las nalgas que reposaban hacia arriba.

Aquel juego no hacía más que comenzar pero era la dinámica que ambos terminaron por encontrar más satisfactoria, al menos desde que la amable Hilda había caído presa de los designios del Nibelungo... Del amor puro y cortés que cultivaron a lo largo de los años ahora sólo quedaban vestigios afligidos, puesto que ella ya no lo veía de la misma manera y él no deseaba ceder: aun así Camus la seguía adorando y acorde a la propia indiferencia que supo descuidar, siempre terminaba por adaptarse a cada capricho que su amada solicitase.

Ahora su trasero ardía con fuerzas, era probable que le tomase algunos días sanar por completo... pero no le importaba. Inspiró con fuerzas, entrecerrando los ojos para intentar mitigar un poco el incipiente estallido de autoridad, sin embargo nunca alcanzaba; la mano de Hilda no sólo traía un castigo físico sino que también portaba un dejo de angustia, quizás en esas fracciones de milisegundos en los que su pasado ser se desahogaba en un mar de lágrimas, cargando en su palma todo el peso del arrepentimiento.

—Levántate un poco más. — susurró ella entre jadeos, gotas de perlado sudor acariciando su níveo y terso rostro.

Sumiso no era la palabra: Camus estaba resignado, resignado ante su accionar, ante sus sentimientos, ante el saber inevitable de que ella jamás volvería a ser la de antes. Con pesar volvió a reafirmar sus manos y rodillas contra el helado suelo, arqueando sus nalgas hacia atrás tal como sabía que ella deseaba. Aquellas carnes sonrojadas nuevamente acariciaron el aire y no pasó mucho más para que su Princesa continúe con su infortunio, alternando su rutina de maneras tan aleatorias como su perturbado inconsciente.

Cuatro palmadas furiosas por sobre la abundante protuberancia de sus glúteos.

A veces una caricia sutil, prácticamente imperceptible, mediante la cual su hombría se intensificaba.

La verdadera Hilda seguía allí, aunque no pudiese sentirla, aunque sólo tuviese fuerzas para demostrarse de una manera tan tenue... Sólo debía mantener la esperanza de que algún día volvería.

Mientras tanto continuaría llorando en silencio, en cuatro patas, completamente erecto sobre las rodillas de aquel bello monstruo.

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⏰ Última actualización: Dec 08, 2017 ⏰

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