Primera Parte

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Arrodillado en el pavimento, miraba en shock el charco de sangre alrededor de sus piernas. Hubiera querido moverse, hubiera querido llorar, o hacer cualquier cosa en vez de permitir que la sangre estuviera sobre él como si fuera suya, como si la sangre que goteaba por sus mejillas representara tan bien su dolor como sus propias lágrimas, pero no podía moverse, su cuerpo estaba congelado, sus ojos bien abiertos con pavor, inmovilizado, pero aun así escuchando. Miles de cosas estaban pasando a la vez, sentía el bullicio, y los susurró unos metros no muy lejos de él.

"¿Cuántos han sido?"

"A matado a más de diez personas"

Sonidos de sirenas sobre sus oídos, manos comenzaban a acariciarle los hombros, una pequeña manta cayó sobre sus brazos, sentía los pasos a su alrededor, inspeccionando la escena, cubriendo la sangre que por un momento había sido borrada de la mente de Harry, había manos tocándolo, inspeccionándolo, luces sobre sus ojos, calor sobre sus orejas. ¿de quién era esa sangre? Necesito moverme. Ayúdame a moverme, Louis. ¿Dónde está Louis? ¿Dónde estoy yo? ¿Esta es realmente mi sangre? ¿O es su sangre?"

—Londres suena tan peligroso, ¿no crees? —dijo el castaño, poniendo su cabeza atrevidamente entre las piernas del ojiverde y recargando su nuca en su regazo. Usualmente no eran tan atrevidos en público, pero estaban sentados en el pasillo, recargados en los casilleros y no había nadie cerca que los juzgara porque había puesto la cabeza en las piernas de su novio.

—A mí me suena liberador —le contesto el rizado. Sonriendo e intentando leer su libro y hablar a la vez con su novio—, podremos plantar muchas rosas rojas.

—¿Eso te haría feliz? —le preguntó Louis, bajando su propio libro, mientras cambiaba la página sonriendo.

Porque cuando se fueran, por fin podría estar en paz, ya no tendría que estar a la defensiva todo el tiempo, no tendría que esperar a que su madre se fuera de la casa para poderle hacer el amor al amor de su vida.

—Tú me haces feliz —le dijo, moviendo una mano y tocándole el cabello—, pero si, supongo que me haría feliz que cultiváramos rosas.

—Solo quedan dos semanas, y seremos libres —le decía Louis, imaginándolo mientras leía como Sherlock le sonreía a Watson—, y veras tanto escarlata como desees.

—Si... —susurró distraído—, ¡La mierda como demonios es posible que todos amen a John Green si todo es igual! —bramó Harry, bufando—, definitivamente yo sería un muy mejor escritor.

—Lo serias, mi vida —dijo Louis—, pero no leyendo a John Green, estás leyendo su peor libro...

—Tú estás leyendo a Arthur Conald Doyle —contrataco Harry. Louis abrió los ojos como platos y se levantó inmediatamente, aliviado de alejar su espalda de las frías baldosas

—¿Disculpa? Primero, Doyle era uno de los mejores escritores en el mundo, por dios, creo a Sherlock, segundo, el malnacido apoyaba a los gay, haz tu investigación —Louis estaba hablando serio, pero a la vez sonreía.

—No lo hacía.

—Era medio amigo de Oscar Wilde —dijo Louis—, siguió hablando con él y admirando el trabajo de Wilde incluso después de saber que nuestro amigo Oscar tenia sexo con hombres.

—¿Sabías que había sido condenado por indecencia? —Louis sonrió, y volvió a ponerse en las piernas de Harry.

—Claro que sí, yo te lo dije.

Claramente Harry se había enamorado de un cerebrito.

Y todo era perfecto, porque se iban a ir de ese miserable pueblo, y todo estaría bien, ya no habría una religión que los persiguiera como brujas, Harry ya no tendría que esconderse detrás de su madre cada vez que su padre llegaba y Louis estaba en la casa escondiéndose en algún armario, porque su padre lo amaba demasiado, pero amaba más lo que un libro de hojas delgadas decía, lamentablemente en definitiva su padre no era un buen hombre, su mentalidad no era del siglo en donde vivían. En cambio, Louis no tenía ni siquiera una madre que lo retuviera, no tenía nada, solo el amor de su vida y un futuro cultivando rosas... y de verdad estaba feliz con ese futuro.

Sweet Creature Don't Die In My Arms || Larry Stylinson.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora