Abordo un colectivo, tomo el último asiento, saco mis audífonos y pongo una tonta canción de amor. No se cómo es el amor, cada persona lo describe distinto, cada canción le da un significado diferente. Nunca he experimentado algo parecido, realmente nada de nada, talvez sea que no tengo suerte o soy una persona reservada. Junto a mí se sienta un hombre alto con un moño al cuello, barba bien recortada con un olor a miel y canela. Es raro ver a alguien así en el transporte público, tan elegante, tan correcto. Seguro tiene a alguien por quien vivir, a alguien a quien hacer feliz y quien lo haga a él. Me siento insignificante sentado a su lado, con vaqueros ajustados, una playera con el dibujo de un hamburguesa y mi cabello despeinado. Voltea por segundo a la ventana y puedo ver sus ojos que son de un color muy claro. Lleva un reloj dorado en la muñeca, no lleva anillo de matrimonio así que talvez debe ser soltero. Su olor dulce se adentra en mí, nunca había olido un perfume igual en mi vida. Sin razón me comienzan a sudar y temblar las manos. Me limito a mirarlo de reojo el resto del camino hasta que toca el timbre y se baja, quiero jalarlo por el brazo para decirle que se le ha caído algo, pero no puedo. En su asiento deja lo que parece ser una memoria USB. La tomo, la huelo, también lleva ese olor dulzón, me la meto con satisfacción en el bolsillo.
En mi casa la miro con detenimiento, es metálica de color dorado como su reloj, tiene gravado letras que dicen E.C.J, deduzco que pueden ser sus iniciales. Pienso un momento en conectarla al ordenador para ver que contiene pero me abstengo. Todo lo que resta del día me la paso olisqueando la elegante memoria. Al día siguiente la llevo conmigo he intento abordar a la misma hora el autobús por si vuelve a subir. Aguardo en el mismo asiento con la memoria en las manos. No recuerdo en cual parada subió así que cada vez que alguien sube me exalto esperando que sea él. Llego a mi destino y no pude encontrarme con aquel hombre elegante. Pasó una semana, todos los dias llevaban aquella USB conmigo pero esta vez la había olvidado, de igual manera no creo volver a ver a su dueño. Miro por la ventana perdidamente, casi me quedo dormido pero sacudo la cabeza para refrescarme. No sé cómo sucedió pero a mi lado hay alguien, es el hombre de la memoria. Oh! Dios mío, el corazón comienza a latirme muy aprisa, siento derretirme. Tardo cinco minutos en reaccionar, toco su hombro lentamente, voltea con cara serena.
-Disculpe... Usted olvido la semana pasada...aquí...su memoria USB.
-¿Enserio? Que suerte tengo, gracias. ¿En dónde está? –responde seriamente.
-Está en mi casa... puedo dársela mañana... si gusta. –Siento encogerme en mi asiento.
-Oh no, no hay tiempo ¿Habrá manera de que sea hoy? La necesito.
-Por supuesto...
-¿Entonces? –sonríe un poco. Me quedo callado. -¿Puedo ir a su casa a recogerla?
-Si
-¿A qué horas?-De hecho voy así allá ahora.
-Muy bien, puedo cancelar mi cita. Es importante recuperarla –dice marcando su teléfono. En el camino no vuelvo a mirarlo hasta que es tiempo de bajar.
-Muy bien aquí es –digo.
Timbro, bajo los escalones y él me sigue. Caminamos por las calles de mi fraccionamiento, él mira con curiosidad hacia los lados. Seguro le parece muy humilde mi colonia. Llegamos hasta mi casa, es de dos plantas pero pequeña. Abro la puerta y lo invito a pasar.
-Aguarde aquí, en un momento se la traigo –le digo sin poder mirarlo.
Subo rápido a mi recamara, la saco del buro junto a mi cama y regreso. Veo al hombre sentado en mi sillón lleno de ropa y revistas, mirando a alrededor. Me siento mal por no haber limpiado antes.
-Muy bien esta es.
-¿Usted vive solo? –me dice.
-Sí, vine a esta ciudad para estudiar.
-Muchas gracias, me salvaste –dice tomando su memoria de mis manos. De pie sigue mirando los libros que tengo regados por doquier -Si ya veo, parece que usted lee mucho –sonríe un poco. –Me tengo que ir, muchas gracias de nuevo.
-No se preocupe, no es para tanto –le digo abriéndole la puerta.
-Claro que lo es, permítame agradecérselo de alguna manera.
-Claro que no, no es necesario. –respondo algo serio.
-Bueno al menos acepte beber una copa conmigo.
-Está bien...
-Bueno paso aquí el sábado a las 8:00pm –sonríe, se va sin esperar una respuesta.
El resto de la semana estoy muy ansioso, no puedo creer lo que ha pasado, ahora tengo una ''cita'' con el hombre más elegante del mundo. Elijo mi ropa con tres horas de anticipación, me pongo corbata pero me la quito al darme cuenta que no quiero aparentar alguien que no soy, así que termino por ponerme una camisa negra de botones, un pantalón de mezclilla y unos converse. A las ocho en punto suena el timbre, la cabeza me baja al estómago. Abro la puerta temblando y ahí está él, con un traje negro, una corbata azul y su peinado perfecto. Me arrepiento de haberme vestido así.
-¿Esta listo?
-Claro, vamos –respondo cerrando la puerta.
Fuera de mi casa se encuentra estacionada una camioneta lujosa, el hombre sube y me invita subir. No me creo que un hombre que toma el autobús pueda tener una camioneta así. Llegamos hasta un restaurante bastante elegante, un hombre recibe las llaves de la camioneta y se la lleva. Entramos por la puerta principal, otro hombre recibe mi chamarra, las piernas me tiemblan.
Despierto en mi cama con un fuerte dolor cabeza, todo me da vueltas. No sé cómo termine aquí, hago un repaso mental de lo que sucedió la noche anterior: Estaba muy nervioso, no podía ni caminar. Él intentó ablandarme con una sonrisa y una caja de regalo frente a mi lugar en la mesa. Se adelantó ordenando el aperitivo que me ofrecieron nada más sentarme. Dijo ''Salud'' y me sirvió una copa de vino tinto, nunca había bebido, comencé a beber copa tras copa para calmar mis nervios. Ni siquiera pude abrir el regalo. Diablos, lo arruine todo, seguramente nunca más lo volveré a ver. La puerta se abre lentamente se asoma el hombre del peinado perfecto a través. Se ha quitado el saco y la corbata, entra a la habitación
.-No te preocupes no fue culpa tuya, despues de la primera hora te desmallaste, no se me ocurrió nada más que traerte aquí.
-¿Qué hora es?
-Las 5:00 am así que vuelve a dormir.
-Claro que no, no tienes por qué quedarte puedes irte a tu casa.
-Yo te invite a beber así que eres mi responsabilidad.
-Ya no soy un niño.
-Lo sé –sonríe de la misma manera que lo hace siempre.
-Ya no puedo más...-digo a punto de llorar.
-¿Qué le pasa? –responde acercándose unos pasos.
-Usted me gustó desde la primera vez que lo vi, sé que no es correcto y seguramente incómodo. Márchese de aquí.
Me quita la almohada de la cara, me mira a los ojos y me besa en los labios mientras los Pokemón de mis posters pegados en la pared no miran.
-Desde que era niño siempre he buscado alguien que me haga sentir así. Cuando te veo, algo en mí se derrumba, los mares de mi alma me inundan, se desbordan, tanto que no puedo contenerlo dentro de mí. Esto nació cuando temblando y con la cara roja me entregaste la memoria.
Me quedo pasmado, nunca me había sentido tanto calor, tanta pasión en solo un beso, lagrimas salen de mis ojos y digo:
-Por favor llámame por mi nombre, Uriel.
-Llámame Eros.
Talvez sea demasiado pronto para decir que es amor, pero siento como esta persona llena ese vacío que hasta ahora no sabía que tenía. Su olor, su rostro, su formar de hablar, me hace sentir feliz. Se acuesta a mi lado, me abraza por la cintura y cierra los ojos. Me gusta sentir su cuerpo junto al mío, cierro los ojos también y digo:
-Quédate a mi lado.
-Siempre.
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Una tonta historia de amor
RomanceEsta es una tonta historia de amor más, esas que no pasan pero que igual me gusta imaginar.