Sucesos desafortunados

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Me encontraba en viaje con mi mejor amigo Saúl, volvíamos de nuestras merecidas vacaciones de verano.
La noche era oscura y en el cielo se podía admirar el firmamento de estrellas brillar gracias a la falta de iluminación en la ruta.
Él dormía tranquilamente, mientras que yo tarareaba una canción que reproducía el estéreo del auto.
La ruta de noche se hacía eterna. Juraría que pasé el mismo arbusto kilómetros atrás.
A lo lejos, pude distinguir una figura blanca. Al acercarme un poco más, se notaba que se trataba de una joven vestida con un pantalón de jeans y una remera blanca.
Desperté a Saúl antes de pasar a la joven.
—Imbécil, despierta—lo sacudí sin dejar de mirar la carretera.
Saúl abrió sus ojos y lo miró extrañado.
—¿Qué sucede Esteban? — su voz sonaba seca.
Le señalé a la chica al costado de la ruta unos metros delante de nosotros.
—Pobre ¿Y si necesita ayuda o algo? —mi amigo sonaba preocupado—párate y la acercamos hasta alguna estación de servicio o algo.
No me pude negar, si no parábamos un depravado podría hacerle daño.
La pasé y estacioné metros delante de ella. Lucía sucia y cansada.
—¿Te encuentras bien?— le pregunté una vez que me bajé de mi auto, Saúl se negaba a bajar, le tenía fobia a la oscuridad.
—Si, señor— dijo la muchacha con voz dulce—¿ Me podría llevar a la estación de servicio más cercana?
—Claro, sube— le indique.
Arranqué el auto y comencé a conducir nuevamente.
La joven no habló en todo el camino. Saúl intentaba hacer conversación, pero la joven respondía con monosílabos.
Ya pasaron más de cincuenta kilómetros y aún no encontrábamos ninguna estación de servicio.
Mi compañero de viaje le ofreció un mate, pero amablemente la joven rechazó. Nos cansamos de insistir, así que la dejamos tranquila.
Un kilómetro adelante se distinguían las luces de la estación de servicio.
De pronto el aire del auto se tornó frío y algo en mi interior me puso triste. No tenía explicación, no sabía porqué estaba triste, pero era real ese sentimiento.
Después de unos minutos, llegamos a la dichosa estación de servicio.
Estacioné mi vehículo frente al minimarket de la estación.
La joven se bajó del vehículo y se disponía a marcharse. Pero antes de hacerlo se volteó con una sonrisa triste.
—Ustedes son buenas personas— sonrió tristemente— tendrán un buen viaje, los protegeré hasta su destino.
Dicho eso, pegó media vuelta y se fue. Con Saúl nos quedamos petrificados, no le encontrábamos sentido a sus palabras.
Sin darle mayor importancia, entramos a comprar al minimarket algunas golosinas y café.
Le comentamos al señor que nos atendió lo ocurrido, y lo que nos dijo fue muy impactante.
—La joven falleció hace más de diez años—comenzó a relatar el viejo— unos camioneros la violaron y mataron cruelmente. Su alma quedó varada a aquel lugar. Desde ahora se dedica a probar a los viajeros.
« Si no intentan hacerle algo malo, ella les bendice durante todo su camino, pero si hacen todo lo contrario; ella provocará un accidente donde los dejará mal heridos»
Con Saúl nos miramos atónitos y algo incrédulos.
Esa eran leyendas urbanas y nos negamos a creer.
Continuamos nuestro viaje en completo silencio. Esa sensación de tristeza no salía de mi pecho.
Luego de uno kilómetros vimos sirenas de la policía y de ambulancia. Nos hacían señas para que fuésemos más despacio.
Al pasar vimos a unos hombres con lesiones en su rostro y brazos.
Le preguntamos al oficial de policía qué sucedía.
—Al parecer están en estado de ebriedad— nos informó amablemente el sujeto— Afirman que una mujer vestida de remera blanca ocasionó el accidente. Pero por lo que vemos— dijo señalando el campo a nuestro alrededor— no hay nadie más que ellos por aquí.
Con Saúl nos miramos sorprendidos, pero no dijimos nada. Simplemente seguimos nuestro camino hacia nuestra provincia.
Mentiría si digo que no estuve asustado como un niño de cinco años. Saúl no emitió palabra por el resto del viaje, dos horas, estaba pálido y de vez en cuando hacía gestos con su rostro. Parecía estar buscando en su mente alguna explicación lógica para todo lo ocurrido.
El resto del viaje nos pasaron cosas insólitas, se nos cruzó una vaca que no ví y milagrosamente alcancé a frenar. Otra cosa que pasó, fue que estaba a punto de entrar a la ciudad y un auto salió de la nada, pero el accidente se evitó gracias a un susurro en mi oído « cuidado» y voltee el volante hacia la izquierda esquivando el otro auto.
No sé si fue un milagro de Dios o la joven que auxiliarlos de verdad nos protegió durante el camino.

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Les dejo un nuevo relato. Uno más largo.
Espero que les guste.

Datos curiosos:

•Este relato lo escribí en vivo, osea que mientras mi tío me lo contaba yo lo escribía.
•Los hechos ocurrieron en Argentina. El trayecto fue desde la provincia de San Luis hacia la provincia de San Juan.
•La joven la describen como delgada y de pelo castaño. No pudieron observar más sus ojos.
• Mi tío aún tiene miedo cuando viaja.

Saludos.

RomiCalderon

Cuentos que no son cuentos. #SA18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora