PRÓLOGO.

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—¡Te lo ruego Dios, no me abandones!
   

   
Una persecución en plena noche había sido desatada.

El padre corría en dirección a la iglesia, donde creía que estaría a salvo.

Las nubes habían cubierto por completo la luz que la luna ofrecía gentilmente. La oscuridad inminente se apoderó del bosque de South Park.

   

Corría por su vida.

   

El frío era tan intenso que al jadear aquel hombre de Dios desprendía vapor.

Los arboles y pinos danzaban con el viento, creando miles de ruidos espeluznantes que erizaban la piel de aquel hombre.
En su rostro estaba el terror bien marcado.

   

No había salida.

   

Los ladridos de los perros se escuchaban a distancia, desde el pueblo ellos sentían tal presión en el ambiente. Esa presión espiritual tan espantosa.
Por cada pisada al correr, un crujido era invocado.
Al padre se le terminaban las fuerzas.
No podía seguir corriendo, tenia miedo.
No quería morir.
   

   
Todos le temen a la muerte.
Incluso tú.

   

—¡AAAAH! — El pastor gritaba asustado, temía por su vida que estaba por ser arrebatada de la manera más agresiva y hórrida.

—Jesús, por favor protégeme... — Sollozaba con lágrimas que quedaban atrás al huir. Sus plegarías no eran escuchadas, era como si el mismísimo Dios le ignorara en aquel momento. —El señor es mi pastor, nada me faltará...— Rezaba, rezaba con desesperación, la nieve le dificultaba continuar a una velocidad mayor. — Padre nuestro que estás en el cielo... — No servía de nada.
La criatura seguía tras él.
Iba por su vida.
Iba por su alma.

   

Se acabó.

   

—¡N-NO! ¡P-POR FAVOR ALÉJATE! ¡DIOS AYÚDAME!

La gigantesca silueta diabólica estaba encima de él.

—¡AAAAAAAAAAAH! — Un desgarrador grito rompió el silencio del lugar. La tranquilidad del bosque había sido interrumpida.
   

   
   
La nieve del bosque se había manchado con sangre... Otra vez.

   

   

   

   

ABERRACIÓN [Creek]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora