Un millón de preguntas sin respuesta rondan por mi cabeza. Pero solo me detengo en dos. ¿Qué somos capaces de hacer por amor? ¿Qué somos capaces de hacer por miedo? La respuesta no es clara, pero si hay algo que puedo decir firmemente es que haremos mucho más por miedo y, lamentablemente, nos equivocamos la mitad de las veces que actuamos bajo éste.

He oído rumores acerca de que durante un acto de impulsión dices la verdad, pero están completamente equivocados. No hay una explicación lógica para entenderlo, solo hay que analizar la cantidad de veces que me arrepentí de tomar aquel tren con dirección a ninguna parte. Las veces que me encontré dentro del vagón y las que salí. Las veces que me paré del asiento y las que me volví a sentar. Las veces que revolví mi cabello y te comencé a recordar. Las veces que no pude sostener más mis piernas y me caí de rodillas. Las veces que lagrimas cayeron por mis mejillas sin mi propio permiso. Las veces que susurraba para mi mismo solo dos palabras cuando podía verte alejar, justo antes de que voltearas sonriendo y te despidieras con la mano una vez más. Las veces que lloré en soledad solo pensando en ti.

Podrá ser por el amor que siento hacia ti, o por el miedo que sentí hacia lo que venía, pero decidí unir todo en una mala decisión y de todas esas veces innumerables que dudé, me quedé dentro del vagón, me quedé parado en medio de la nada. Revolví mi cabello y te recordé una vez más, me caí de rodillas y lloré. Esta vez me lo permití. Las lágrimas caían por mis mejillas, esta vez completamente autorizadas. Susurraba esas dos palabras aún recordando como las últimas hojas caídas del otoño me rozaban suavemente al momento de verte ir y me di cuenta que no solo lloraba en soledad.

<< Te amo. >>

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