❝ Aullando a la Luna ⌜ ᴅᴄ ⌟

I

Dick supo lo que era, antes del cumpleaños de su madre, y antes de que ocurriera la tragedia. Todo había iniciado cuando practicaba bajo la carpa, en el trapecio. Sus padres se encontraban en el tráiler y como tal, lo dejaban rondar por toda la zona donde el circo estuviera.

Él era de los pocos menores de edad allí, y ciertamente el menor de los Grayson. Para él, su familia era cada uno de los pertenecientes al circo Haly, incluido Pops, a quien veía como un abuelo. El suyo había muerto a su corta edad de dos años, por lo que no lo recordaba muy bien. Pero no importaba, tenía una gran familia, y la amaba.

Sabía bien que no tenía una vida normal, pero no la cambiaría por nada en el mundo. Era perfecta.

—¡Dick! —Se colgó de piernas en el barandal mientras se columpiaba, allí abajo, Pops junto a la dama de la barba le saludaban, por lo que les regreso el gesto — ¿Podrías bajar un momento? Necesitamos algo de apoyo.

No tuvo que decírselo dos veces, se soltó y cayó directamente a las cuerdas que se hundieron solo un poco para amortiguar su cuerpo. Uso la fuerza que poseía para bajar de una pirueta, recibiendo aplausos por parte de los mayores. Hizo una venia y con una sonrisa, fijo sus ojos azules en ellos —Claro, ¿Qué sucede?

Le explicaron que la mascota de Nancy (La mujer barbuda) había escapado de su tráiler y nadie lo encontraba. Así que estaban pidiendo ayuda por sí alguien lo veía. Dick sabía bien de que animal se trataba. Una zarigüeya. Enorme y peluda. Se llamaba Ricky.

Aun así, al ver la expresión desesperada de la mujer, acepto. No es que le tuviera miedo... no mucho. Pero aquel animal casi le había mordido cuando trato de acariciarla en su jaula.

Abandono la carpa para recorrer cada centímetro del circo, contando con la parte de la feria, los trailers de los otros y más. ¿Cómo daría con una rata casi gigante? Fue entonces cuando su nariz olfateo algo que olía bastante mal... Le dijo a uno de los enanos –había ido para preguntarle por Ricky– sí lo percibía, ganándose una negativa.

Aun así, no dudo en seguir su instinto y seguir el aroma. Este lo llevo hasta unos metros más allá del campamento, cerca de un bosque. Apenas y cruzo unos cuantos árboles y arbustos, cuando lo vio. Lo que quedaba de Ricky.

Grito con todas sus fuerzas, alertando a la gran mayoría de las personas, que no tardaron en ir hasta él y ver la escena. La zarigüeya había caído en una trampa, muriendo al instante y salpicando todo con su sangre.

Mary, su madre, lo apartó de allí cubriendo sus ojos y diciéndole cosas al oído para que se tranquilizara; pero le era imposible centrarse en ella. Podía escuchar como todos se preguntaban porque había trampas para cazar osos allí si era una zona libre de ese deporte, mientras que Nancy lloraba por la pérdida de su mascota.

Una vez en su tráiler, sus padres le preguntaron cómo había dado con la zarigüeya. Fue sincero, a pesar de aun sentir el aroma en su nariz. John se había quedado en silencio mientras que la madre acariciaba los cabellos de su hijo para darle calma, pues apenas tenía ocho años, era un alma aun inocente.

Esa noche su padre lo alejo de la fogata que hacían después de cada espectáculo para que hablaran a solas. Se sentaron en las escaleras bajo la carpa y le contó sobre ellos. John había esperado que su hijo no heredará ese gen que había estado evitando cada luna llena (Ahora entendía porque su padre decía querer salir a solas por ahí y volver casi a la mañana), pero al parecer, era irrevocable. Le contó que le había dicho a su madre antes de que decidieran unirse en matrimonio y ambos habían rogado que jamás Richard lo adquiriese.

—Te ayudaré con eso. Tienes suerte de que esté contigo. Cuando me ocurrió a mí, solo tu abuela pudo ayudarme y fue difícil. No me agradan los estereotipos hijo y espero que tú tampoco lo uses, digas o pienses, pero un hombre lobo es mucho más incontrolable que una mujer lobo. —Dick prestó atención a la faceta casi deprimente de su padre, pero tomo su mano en ánimos.

—Lo prometo, papi. —John Grayson sonrió y abrazo a su hijo, deseando poder estar allí para él, cuando la primera transformación se diese.