Desperté sin darme cuenta de su presencia, todo iba normal y cotidiano, terminadaba de cerrar aquella ventana que por la noche dejé medio abierta, me levante y arregle mi cuarto, como otro día cualquiera, me aseaba y desayunaba. ¡Cuando me alarme en falta de su presencia! al principio creaba excusas para no pensar en una posible huida, recordaba, y recordaba los momentos que habíamos pasado juntos, me desplazaba de un lado a otro, pensando, en lo que le diría por tenerme preocupado y también en como lo recibiría, la gente en mi alrededor conocía mi angustia y la compartía, estaban ya en la mitad de mi desayuno y aún no había regresado, mi angustia crecía y crecía, sin darme cuenta ya era tarde, lo cotidiano se había ido en su huida ¿Acaso no pensó en mi cuando huía?¿Acaso no me quería?¿Es por eso que huyo? La culpa me iba invadiendo las lágrimas a punto de salir, pero no lo hicieron, la ira y desesperación a punto de ser liberada, pero no se liberó. El sabor amargo al tratar de tomar agua para calmarme, seguía llenándome de ira y desesperación, mi desayuno a medio terminar, mi maleta esperando ser cargada, pero seguía sin aparecer.
Cuando mi madre entra, con lágrimas entre sus ojos él estaba afuera, inerte, sin vida, no lo podía creer, con miedo e intriga salí y allí estaba el sin vida tirado a un lado de mi casa escondido entre mala hierba, parecía dormido sobre una piedra, no resistí y mis lágrimas salieron, como un grifo de agua, solo que esta vez, el grifo estaba atascado y no se podía cerrar, volví a recordar aquellos momentos buenos qué pase junto a él, con dolor e ira me atreví a decirle que se levante que ya ha estado mucho tiempo fuera de casa, sin respuesta, volví a reclamarle que debe entrar, otra vez sin respuesta, mis lágrimas no cesaban, mi madre me abrazaba y tiernamente me dijo lo que no quería escuchar, que él había muerto que, escapo por la ventana mientras dormíamos, llegando así, al exterior en donde posiblemente se encontró con un perro y el perro gano esa batalla que libró, a las afueras de nuestra casa.
Ya era tarde mis ojos seguían soltando lágrimas, mi desayuno esta sin terminar y maleta está esperando para ir al colegio, lo único que hice fue abrazar a mi gato, al hacerlo sentí su sangre en mis dedos, mi madre dijo que lo soltara que ella se encargaría, no quería dejarlo pero lo hice, lo metió en una bolsa en la cajuela del carro, junto con una pala, lo primero que hicimos fue ir al terreno en donde íbamos a enterrar a mi gato, en el momento que empecé a cavar, con rabia empecé a desear, que esto no esté pasando, empecé a desear, en estar despierto el momento en el que el escapo por la ventana, empecé a desear, en que nunca hubiese abierto esa ventana, empecé a desear en poder retroceder el tiempo. Pero muy tarde la tumba, su tumba, ya estaba cavada, el seguía en aquella bolsa, lo saque de la manera más delicada y lo coloque en el agujero que yo cave, mi último deseo fue que se levantara y me pidiese que lo acariciara, espere con ansias que eso suceda pero no fue así, otra vez lagrimas recorren mis mejillas, y lo único que puedo hacer es ocultar su cuerpo sin vida con tierra.