Prólogo-¿Estás segura de que esto es lo que quieres? ¿podrías pensarlo mejor?-Me preguntó Abraham, mientras daba vueltas en círculo a un paso frenético enfrente de mí. Yo también me lo pregunté muchas veces antes de llegar a ese punto: ¿Y si me equivoco? ¿Y si sólo es una etapa? ¿Qué si lo pierdo todo por un impulso?
Estaba a un sólo paso de terminar con una relación de siete años, la misma que me acompañara en mi transición de adolescente al mundo adulto tan sólo por una corazonada. No me malentiendan: En verdad que había amado mucho a ese hombre que daba vueltas consternado frente a mí. Es sólo que de un tiempo para aquel entonces el hartazgo y una sensación de monotonía me estaban desquiciando.
Abraham tenía los ojos vidriosos. Lo observé detenidamente, como hacía tiempo que no lo miraba. No era muy alto en realidad y su rostro aniñado en aquel momento reflejaba su dolor; El cabello castaño oscuro revuelto y las pequitas que apenas se notaban, combinados con su informal atuendo cotidiano, zapatillas coverse, mezclilla y una playera oscura, le daban ese aspecto de eterna juventud que tanto me simpatizaban. El arrepentimiento me llegaba por momentos, debo admitirlo; pero es que precisamente su juventud y sus pocas ganas de madurar comenzaban a desquiciarme: ya no éramos unos niños. Las responsabilidades permeaban nuestra vida, nos gustara o no, y en ocasiones tenía la impresión de que él no tenía la más mínima intención de trazar su vida conmigo, alejado de su madre.
Yo quería ser una mujer de verdad.
¿Soy demasiado egoísta?
Quería sentir algo nuevo, algo vibrante, algo que hiciera que mis sentidos fueran de verdad aprovechados, porque simplemente me sentía apagada, a la deriva.
Había cosas que quería probar. Pero no con él.
Me levanté de la pequeña cama y caminé hacia la puerta de su habitación. Me aferré al bolso para que no notara el temblor de mis manos y finalmente lo miré a los ojos.
-Ya lo pensé bien. Perdón, Abraham. Esto debe terminar. Lo siento.- Contesté, intentando parecer fuerte y decidida. Abraham caminó lento hacia mí, con la mirada suplicante y acarició con suavidad mi mejilla.
-Son siete años,nena...¿por qué?-me preguntó.
En ese momento llegó la respuesta a mis preguntas sobre qué era lo que ocurría: era demasiado suave.Demasiado suave. ¿Entonces yo qué demonios quería?
Necesitaba averiguarlo.
-Te deseo lo mejor, Abraham. Adiós.
Por supuesto, no dijo nada. Respetó mi desición y, suave como era, se echó hacia atrás para permitirme salir de la pequeña habitación que le había pertenecido desde el día de su nacimiento. Salí a toda prisa de allí, agradecida de no tener que despedirme de su sobreprotectora madre y entonces caminé a mi casa, con los papeles del nuevo departamento que acababa de alquilar con mis ahorros y la determinación de empezar por fin una nueva vida, ser una nueva Lydia.
¿Acaso era muy ingenua? Todo lo que ocurrió a continuación, el camino que me esperaba, la misma realidad, me harían darme cuenta de que no era más que una niña extraviada pero, en realidad, no voy a contar una historia de arrepentimientos, ni de amor sin barreras como suele mostrarse en las películas.
Quiero narrar la historia de cómo mi vida de transtocó de tal modo que lo cotidiano, lo vainilla, como suele llamársele, simplemente no volvió a serme del todo agradable.
Quiero narrar la historia de cómo me convertí en una verdadera mujer.....
He vuelto. Tengo Mexicana e Invencible ya en proceso, pero he decidido por fin incursionar en el género erótico y del BDSM respetando los términos correctos y la práctica en sí.
Espero que gusten acompañarme.
La historia es De Carne y Hueso, ya disponible en mi perfil.
Actualizaciones cada semana.
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A Fuego Lento
RomanceElla constituía una verdadera fuente de alegrías y sonrisas para lo que siempre consideré un corazón muerto, un cuerpo sin vida, un autómata sin destino. Venía corriendo a mis brazos a la primera oportunidad; los amaneceres más bellos se resumían a...