"La verdad es que pocas veces he creído en la magia, pero lo bonito que es pensar que existe hace que quiera convertirme en una hechicera. Porque todavía existen locos que cantan debajo de las ventanas coplas románticas y sigue viviendo ese sentimiento que todos queremos saber describir en algún momento.
Descubrí que la magia existía cuando le conocí, y supe que yo quería ser su verso, su poema y métrica, o su musa y prosa, yo qué sé. Pero quería formar parte de ese arte que tiene de hacerme volar cada vez que besa a las palabras y las convierte en un mundo inolvidable al cual escapar si la realidad me parece insostenible. Y qué te voy a decir de su espalda, esos lunares que forman constelaciones en el cielo de su costado y la risilla que se le escapa si paseas con cuidado la yema de tus dedos por sus costillas.
Que eso de describir versos en sus omóplatos es lo más bonito que puede haber conseguido una impostora como yo que juega a ser poeta cuando habla de sus labios. Pero es que qué labios, qué paraíso es ese para quien busca inspiración en invierno.
Esos labios que aspiran el humo del cigarro y lo dejan escapar con tan suma elegancia, para luego soltar una carcajada que rompe el silencio y deja sin respiración al mismísimo oxígeno. Y la aventura más inolvidable será siempre escalar su cuerpo para conquistar sus pestañas, mirarle a los ojos, ese ventanal que refleja el mundo que tiene por mirada, y decirle con un breve pestañeo que si Bécquer, Salinas o Neruda lo hubiesen conocido, descubrirían lo pequeña que se queda la poesía para ese marrón de ojos. Porque él no sigue mandamientos, pero sería un auténtico pecado no intentar estar entre sus brazos. Pero prometo no enamorarme ni quererle lo más mínimo y mucho menos convertirme en una más de cientos que se saben de memoria cuántas arrugas se le forman alrededor de los ojos cuando sonríe. Eso sí, ellas no saben que esos hoyuelos que tiene son la debilidad de su madre y que en otoño tiene la tentación de saltar sobre cada montón de hojas que el tiempo ha ido arrancando de los árboles. Ellas no saben que por su culpa me he convertido en una chiquilla muy presumida, y es por ello por lo que ahora uso un número directamente proporcional de veces la pluma con la que le escribo esto y la barra de pintalabios.
He aprendido a susurrar por si se da la ocasión algún día de asaltar su oído y puedo regalarle besos en forma de versos de Benedetti.
¿Amor?
No sé, pero que bonito es cuando él sonríe."
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Loreto Sesma
De TodoMe refugio en una canción que siempre vuelve en invierno y este frío me recuerda que soy humana (pero también frágil)