Sinopsis:
De la noche a la mañana, perdió la cabeza por el hombre de sus sueños... Park JiMin era un millonario que trabajaba mucho y arriesgaba mucho, a diferencia de Jeon Jungkook, su antiguo vecino, un joven correcto y estirado.
Asfixiado por un...
Jungkook llevaba toda la mañana mirando la sábana, pero después de doce horas el fallo informático seguía atormentandole. Y sin embargo, en lugar de quedarse y arreglarlo, tenía que irse y ponerles buena cara a los colegas del trabajo que no podían llamarse amigos. Se levantó, estiró los brazos y abrió la ventana. Una suave brisa agitó las cortinas.
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Aire fresco. Respiró profundamente. Unas voces agudas llamaron su atención. Había unas mujeres charlando en el patio.
-¿ Crees que vendrá?
- No sabría como.
Eran Becca y Jules. Se estaban desternillando de risa.
- Dios ese chico necesita soltarse el pelo.
- Ya lo creo.
Jungkook se puso tenso y una ola de humillación caliente le recorrió las entrañas. Estaban hablando de él; el director financiero de Sactuary, el que llevaba las cuentas.
Tuvo que admitir que tenían razón, pero eso no lo hizo sentirse mejor. Llevaba mucho tiempo volcado en su carrera y siempre estaba demasiado ocupado, pero en ese momento habría dado cualquier cosa por haber escuchado un comentario diferente.
Seguían hablando, y Jungkook no podía dejar de escuchar.
- En realidad me da pena. No hace más que trabajar.
-¿ Te da pena? A mí nada. Es un negrero. Si él quiere trabajar como un esclavo, adelante, pero no tiene que esclavizarnos a los demás. Yo quiero tener una vida. No tiene más que veintiséis años, pero lleva una vida de anciano.
Jungkook pensó que ése era el precio que tenía que pagar por escuchar a hurtadillas.
Era como leer el diario de alguien sin saber lo que iba a encontrar. Pero no tenía elección. Tenía que ir a la cafetería y relacionarse con los demás empleados del exclusivo hotel, que debían de pensar lo mismo de él.
No era más que un adicto al trabajo sin vida propia. Esas mujeres no habían dicho más que la verdad. Trabajaba muy duro y esperaba que los demás también lo hicieran. Así lo habían criado. Su padre le había transmitido sus valores y sus reglas. Si trabajaba duro, obtendría la recompensa, los halagos, las atenciones y, quizá, también el amor.
Pero Jungkook no tenía bastante con el éxito profesional. Aunque tuviera poca munición, el luchador que había en él cargó las armas.
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