¿Te gustan las jugueterías? ¡A quien no! Bueno, a mí. Las detesto.
Cuando era pequeño, mis papás se divorciaron. Era hijo único y sólo tenía dos años cuando mi madre se quedó con mi custodia. Ella me crió de una forma un poco dura. A mi padre lo veía unos tres días al año. Lo poco que se de él, es que se volvió a casar y tuvo un par de mellizos. Una niña y un niño. No los conozco.
En fin, volviendo al tema. Mi madre jamás me llevó a un juguetería. Como dije antes. Fue algo dura conmigo. Yo sé que no me quiere mucho. Pero no importa. Tengo amigos que me dan más amor del suficiente. Bueno. A mi padre casi nunca lo veía. Por esa razón no puedo decidir que tan bien me cae. Pero sé que no me quiere ni u cuarto de lo que quiere a sus hijos. ¿Cómo puedes querer algo que no conoces?
En fin. Detesto las jugueterías. No he ido a ninguna. Pero en este momento me estoy en frente de una. Mi madre salió de viaje con su novio, y me envió todas las vacaciones con mi padre y sus dos hijos. Sé que no me comprará nada. Sé que no le encanta tenerme aquí con él. Y lo entiendo. De alguna forma. Pero, tengo diecisiete. ¿Qué puede haber en una juguetería que me guste a esta edad?
Es día de descuento en la juguetería. Y todas las cosas rebajadas están afuera de ella, con grandes anuncios. Pero los niños se van inmediatamente adentro. Sin ver los juguetes comunes como las muñecas y los balones. Ellos se van a los videojuegos y artefactos electrónicos. Vaya infancia.
Mientras ellos ya están adentro, yo apenas estoy cruzando la calle junto a mi padre. Tengo la vista en el suelo. Odio las jugueterías porque odio a los juguetes. Todos ellos me dan escalofríos. En especial los muñecos. Mi madre nunca me dejó tener juguetes. ¿A caso quería desquitarse del divorcio de mi padre en mí?
En fin. Las puertas se abren de la juguetería, y mi padre y yo entramos. Nos quedamos ahí un rato. Envueltos en el silencio. Un silencio demasiado incómodo. A veces mientras pasa eso, el busca formas de deshacerse de mí, o mantenerme ocupado.
- Oye, así que…te gusta el basquetbol. ¿No? Ganaste el campeonato de la escuela.- su voz es rara, y sé que es tan incómodo para él, como lo es para mi.
- Si.- se lo digo rápido y sin darle vueltas. Lo digo cortantemente, porque una conversación con él es aún más incómoda que un silencio.
El silencio sigue dos minutos después. El mira por la ventana, que da a la venta de rebajas de la juguetería. Y de repente vuelve abrir la boca
- ¡Mira!- y apunto por la ventana a un cesto enorme donde hay pelotas de basketball. Una encima de otra. Arriba del cesto dice “Tome una por cincuenta centavos”- ¿Por qué no escoges alguna? ¡Es una ganga!
Bueno, al parecer está dispuesto a gastar cincuenta centavos para no ver mi cara mientras se va con sus hijos a escoger sus regalos de ciento cincuenta dólares cada uno.
- Bien. Gracias.
- Mientras tú estás allá, yo iré a ver cómo van mis pequeños.
Y antes de terminar la oración, el ya estaba lejos. Me quedo ahí viendo como se aleja por el pasillo, antes de salir por donde entré.
En el exterior el clima es demasiado frío. O así es para mi. Aún no me acostumbro al clima de Nueva York. Ya que llevo casi toda mi vida viviendo con mi madre en Phoenix.
Los balones están algo a lado de la juguetería. Si alguien quisiera se los podría robar. Cuando llego a la cesta de pelotas de baloncesto, me doy cuenta de por qué están en oferta. Todas son marcas malísimas, que cualquiera que sepa de basquetbol no compraría. Había muchos colores. Pero las mismas marcas. Teniendo un poco de esperanza, rebusque hasta el fondo. Queriendo encontrar algo bueno.