Recobrando el sentido

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― Amaia, voy a hacerte un par de pruebas antes de que vuelva Mario, luego hablaré con él sobre los métodos que voy a utilizar contigo.

Asentí levantándome de la camilla. Según me había ido contando después de advertirme que iba a sufrir, me harían una resonancia en la que verían cuales eran los ligamentos afectados y cuáles eran los que estaban consiguiendo sujetar el hombro en su sitio. Por ello debía avisar de mi ausencia el día de hoy a clase y sobre todo y lo más importante, hablar con todos mis compañeros.

No debían enterarse de que me iba porque terceras personas lo comentasen, aunque los únicos que podrían decir algo eran mi primo y Kakeru y sabía que no lo harían.

― Va a venir Georg a por ti y te va a acompañar hasta el despacho de Kakeru, me dijo que necesitaba hablar contigo cuando estuvieses puesta al tanto de lo que yo tenía que decirte.

― Perfecto.

Mientras esperaba a que el alemán viniese a por mí, aguanté los estiramientos de aquel hombre, grité, dejándome la garganta en el proceso de no caer rendida, lloré aguantando el insoportable dolor y me frustré. Mi hombro estaba peor de lo que pensaba, un ligero movimiento era capaz de provocarme una punzada que me recorría todo el cuerpo, y había que añadirle que Albert no solo quería moverlo un poco, lo estaba estirando con toda la fuerza que poseía.

Unos golpes sonaron en la puerta haciendo que el doctor parase de mortificarme y fuese a abrir, dando paso a Mario y al nuevo entrenador.

― He venido a por ti Amaia, Kakeru quiere hablar contigo ―dijo Georg.

Dio un par de pasos en mi dirección, pero de pronto se paró en seco observando el estado de mi articulación.

No iba a mentir, cada vez tenía peor pinta, estaba más hinchado y el color morado negruzco del hematoma era cada vez más notable y, sobre todo ahora que los dedos de Albert habían dejado más marcas a lo que ya había.

― Claro, me pongo la sudadera y estoy lista.

Me levanté de la camilla sujetándome el brazo, Albert se acercó para ayudarme a colocar el cabestrillo bien y, acto seguido, me pasó la sudadera. Traté de ponérmela sin hacerme daño, ya que tenía el hombro muy sensible en esos momentos debido a los estiramientos y gestos que había estado haciendo, por lo que tardé lo que debió de ser una eternidad porque todos en la sala me estaban observando.

― Ya estoy lista, ¿nos vamos? ―pregunté dirigiéndome al gigante alemán con una sonrisa.

Él asintió y se puso en marcha.

― Amaia, recuerda que tienes unas dos horas antes de que los calmantes que te he dado pierdan el efecto, haz lo que tengas que hacer pero recuerda volver a tiempo, no quiero sustos como los que le has estado dando a Mario ―le miré extrañada y confusa― sabes perfectamente de lo que te hablo, llegar hasta el punto de desmayarte en cualquier sitio es ponerle presión extra no solo a tu lesión sino a tu cuerpo entero, así que te pido que vuelvas antes de llegar si quiera a encontrarte un poco mal, en cuanto el primer pinchazo aparezca.

Sonreí al darme cuenta de lo estúpida que había sido, yo misma había estado empeorando estos días mi lesión, y lo peor es que lo sabía pero no había hecho nada por estar quieta o calmada, solo pensaba en que alguien lo arreglaría y es que el cambio debía empezar en mí, en cuidarme yo misma antes de que alguien más se tuviese que ocupar de mí, y por ello ahora tenía una niñera , para que se ocupase de que nada de lo mencionado antes volviese a pasar.

Estupendo todo, había estado actuando como una niña pequeña, como si fuese la única, de forma egoísta.

Me di la vuelta y me dirigí hacia donde el alemán me estaba esperando y dije.

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⏰ Última actualización: Dec 12, 2017 ⏰

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