"El velo"

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-Lo que me faltaba, ahora también alucino cosas— el llanto se desbordo de pronto, gota tras gota cubrieron lentamente sus mejillas, Destiny se desplomó en el piso, simplemente se dejó caer sin importar el dolor de sus rodillas al chocar con piso, esa sensación era nada comparada con lo que la carcomía por dentro, primero sus padres en contra, ahora empezaba a perder la cordura, ¿A cuantos músicos no les había pasado lo mismo?, había visto películas sobre todos esos personajes ilustres, la única diferencia es que ellos alcanzaron la fama, ella por en cambio no. ¿Acaso la vida era así de cruel? ¿Te pone en el camino las cosas para que las ames, te pone en el corazón y el alma la vocación y luego simplemente te lo arrebata todo, dejando locura y amor?. Vaya juego, ella ya no quería empezar otra partida.

Mientras ella estaba perdida, ahogándose en la sangre que brota del alma y que no encuentra más cause que los ojos, una mano se poso en su hombro, por un momento pensó que era su madre, pero ella en vez de preguntarle que pasa con tranquilidad, le hubiera gritado para que hablara y se callara, su padre llegaba más tarde y después de saber la decepción de su hija lo último que haría sería ir a su habitación en un plan amistoso y abierto a escucharle para brindarle consejo, estaba loca, solo era cuestión de tiempo y ahora además de escuchar voces y ver cosas como la lámpara y los libros, sentía que la tocaban.

—Oye, es en serio, yo no pretendo lastimarte y no... tampoco tu teoría de la locura es cierta, yo soy real, tan real como tú, como los libros que tire al piso, como la luz encendida— trató de consolar la voz varonil tan sutil y suavemente —Además tu me conoces de hace muchos años atrás— el dueño de la voz soltó su hombro, para acariciar los cabellos sueltos de la chica —Veamos, ¿recuerdas el día en la plaza cuando eras una niña?— la chica asintió —¿Que viste?—

—Globos, peluches, juguetes, era una estúpida niña por aquel entonces ¿Que... que más podía ver?— respondió entre sollozos, estaba convencida de que era una locura, de que todo lo estaba alucinando, pero porque no dejarse arrastrar por aquella alucinación, todo era mejor que estar lucida para entonces.

—¿No viste algo más?— insistió la voz.

—Un violinista en la calle, tocaba como los dioses... recuerdo que interpretaba "Invierno", una de las cuatro estaciones de Vivaldi, y la tocaba precisamente porque aún recuerdo que eran los primeros días de Diciembre y habían puesto los adornos por todas las tiendas y lugares de la plaza— la joven no pudo evitar sonreír, el recuerdo le trajo calma y la felicidad de la que gozamos todos, cuando fuimos niños alguna vez —Tocaba tan bien que la gente lo rodeaba y escuchaba en silencio y con los ojos cerrados-.

—¿Como era aquel violinista?— el dueño de que aquella voz, alejó sus manos que hasta ese momento, ella pudo sentir heladas, al igual que la brisa en toda la habitación.

—Era joven, delgado, tez pálida, cabello largo y negro, hacia juego con su traje y corbata que eran del mismo color, no pude ver sus ojos porque los tenía cerrados, estaba tan concentrado y era alto, muy alto... se le notaba a pesar de estar sentado en una vieja banca de madera— el llanto se disipó —Y el violín, un Stradivarius antiguo con un color peculiar, era escarlata, solo el diapasón, el puente y el cordal eran negros, nunca vi uno igual— sus ojos cerrados,iban recreando la visión de aquel joven, mientras sus oídos parecían escuchar el canto de aquel extraordinario instrumento —Luego él se puso en pie, arranco sonidos rápidos y frenéticos que la partitura dictaba, luego la calma... ¡Oh, por Dios, era un solo violín y aún así sonaba con tanta potencia, como si se tratase de toda la orquesta!... Cada nota limpia, cada sonido puro... nunca he escuchado interpretación igual, en ningún lado, con ningún otro violinista, ese joven tenía tanto talento y nunca más lo volvimos a ver— entrelazó sus manos, el frío estaba comenzando a hacer estragos en su piel —Fui en Diciembre del siguiente año a buscarlo, pero él ya no estaba, solo quería agradecerle porque fue por él que había encontrado algo que me gustara de verdad, algo que no fuera obligado como mis padres solían hacerlo, pero... nunca regresó—.

La violinista:  Una historia del Fantasma de la Ópera.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora