Veo hacia el interminable horizonte, mientras el aire con olor salado toca mi rostro.
Caminamos por el puerto mientras él cuenta sobre cómo aquella chica que amaba lo engañó, y yo solo puedo pensar en sus ojos tristes, en su dolor al hablar y en lo indefenso que empieza a parecer.
Como mármol que se vuelve arcilla.
El corazón palpita pero ¿es el mío o el de él? La noche transcurre las olas, sus palabras y su dolor se rompen en la orilla; y desaparecen ante la noche.
Solo falta alejar la tristeza; tiene la mirada baja, lo hago sonreír. El mar rompe en la orilla y la luna es tan blanca como su sonreír; tiene una sonrisa hermosa.