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La mayoría de la gente sabía – o creía saber – que los gatos rehuían el agua. Que no les gustaba; que mojarse aunque fuese con un par de gotas ya era suficiente para que éstos sucumbieran a la ansiedad y el rechazo por el líquido, huyendo de la fuente del líquido.

Ahora, esos eran una clase de felinos. Luego, había otros a los que les encantaba el agua, zambullirse, quedarse hundidos en ella gran cantidad de tiempo, nadar, etc. Si bien ese grupo era más reducido que el otro tendía a destacar más por lo particular de sus acciones.

Y porque en sí destacaban por sí mismos.

- Lev, ahora sí, ¡aléjate de ahí!

- ¿Eh...? E-Espera, Kuroo, no-

Tarde.

Kuroo había estado corriendo desde la entrada al lugar, a unos 5 o 6 metros de donde ellos se hallaban, y Lev, el aludido – que en esos momentos se encontraba de espaldas, ignorante a la amenaza – fue la víctima del salto casi mortal que el pelinegro había dado casi en el borde del estanque, pateándolo y hundiéndolo en el agua junto con él.

Las risas de los demás no se hicieron esperar; después de todo había sido buena idea ir a entrenar a las montañas unos días, para variar. Habían logrado obtener alojamiento en un hotel barato pero que contaba con aguas termales, oportunidad que los integrantes de Nekoma aprovechaban al máximo. Casi todos habían demostrado que, lejos de lo que se creía, no le temían ni le rehuían al agua.

Casi todos.

Lev surgió bruscamente del fondo, rompiendo la superficie tranquila del agua caliente al sacar la cabeza y los hombros y dar una gran bocanada de aire, con todos los cabellos revueltos y una mirada asesina dirigida a Kuroo, quien en esos momentos comenzaba a asomar sutilmente en la superficie, como si flotara lentamente; sólo podían ver sus pelos de punta – que no cambiaban de ubicación ni estando mojado – y sus ojos castaños, filosos y provocativos. Si bien la sonrisa que se dibujaba en sus labios no se veía por el agua, ésta le llegaba a los ojos, achicándolos casi en dos rendijas de placer únicamente provocado por haber molestado al muchacho más alto.

Mientras Yamamoto seguía burlándose de Lev sentado en una de las rocas, con una toalla cubriéndole las partes íntimas, Kuroo comenzó a desplazarse suavemente en el agua, aún casi completamente hundido. Se acercó hasta el borde por el que había saltado, en donde se hallaba el único gato que le temía a ese tipo de actividades grupales.

- Kenma... ¿no piensas bañarte, acaso?

- No.

La voz tranquila y monocorde del rubio le llegó clara, pero despacio. Ni siquiera lo miró cuando Kuroo apoyó ambos brazos musculosos sobre la roca al lado de la que estaba sentado Kenma, apoyando a su vez la barbilla en uno de sus brazos, poniéndose cómodo en la inspección visual que estaba realizando del menor.

Más que inspección visual, le estaba escaneando. Y Kuroo sabía que Kenma sabía lo que estaba haciendo. Y no opinaba nada...su cuerpo, si bien era delgado y no demasiado tonificado, tenía una figura particular que le hacía aparentar gran elasticidad; sus piernas y brazos eran largos y delicados, como así también su torso. La toalla enroscada alrededor de su delgada cintura le tapaba la parte de la anatomía que, por alguna extraña razón, más llamaba la atención de Kuroo. Quizás tal vez porque Kenma cruzaba las piernas una y otra vez, cambiando de posición – sólo tenía las piernas hundidas en el agua, un poco por encima de los tobillos – y ese movimiento sólo empeoraba la situación...la maldita toalla cedía ante el cruzar de piernas, revelando un poco más de aquella piel blanca y tersa que...¿eh? Bueno, el agua caliente le estaba friendo los sesos.

Juego de agua y fuego [KuroKen]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora