Ya no más los mismos.

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Ni siquiera me digno en contar las horas, los días, los meses en que he pasado en este calabozo.

A veces escucho los llamados de otros seres también encarcelados.

Cómo la chica gaviota que se escuchaba gritar cosas como «¡Todos podremos salir de aquí!», «Si estamos unidos cualquier cosa se puede» a todas horas; quedó en silencio hace ya días.   Su vida pereció, igual que las esperanzas de sus compañeros, que creían en ella.
Siempre decía que encontraría la manera de salir de este lugar, para recuperar a su "amiga". Solo consiguió hacerse más daño, mental y físicamente.

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Yo desde el momento del desastre, supe que, tal vez, habría alguna esperanza, algo o alguien que nos salve. Pero parecía que esto no cambiaría.

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De vez en cuando escuchaba como una delfín susurraba con saladas lágrimas recorriendo siempre sus pálidas mejillas que su amiga iba a venir a rescatarlos, que todo se iba a resolver, pero esa ayuda nunca llegó. Murió sumergida en la locura y en la depresión.

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¿Por qué siempre me siento tan débil? No lo sé. Siempre fue así, desde mis más antiguos y remotos recuerdos, de alguna forma me sentía débil. Pero ya ni me podía mover más gracias a ese mar.

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Solo una vez habré escuchado el suave sollozo de un pulpo, repitiendo una y otra vez en sus últimos segundos de vida «Lo siento» y «Perdóname». Solo que no se lo decía a nadie presente.

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Mi cárcel no es igual a las de los demás. Ellos tiene barrotes con las cuales puede observar la celda de delante. Yo no tenía a alguien a quien observar completamente. Pero podía observarlos a todos. Fue un don que recibí al momento de “nacer”. Podía observar a todas las personas de un mismo lugar, y sus hogares por fuera. Pero nunca pude hablarles o entrar a sus edificios. Mucho menos puedo hacerlo ahora.

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En el momento en que la mayoría de los prisioneros perecieron. Ví un tiburón. El último superviviente. Aún sigo sin comprender cómo seguía con vida. Era el único que utilizaban de «saco de boxeo». Siempre triturado. Siempre maltratado.

Pero no se rendía. Tenía la seguridad de que su amada cambiaría. Que ella volvería a ser la misma. De que él la ayudaría en su “recuperación”. Siempre quería explicarle que no sería así. Pero no puedo hablar con nadie.

Más él me hablaba. Al principio me contaba que no se rendiría. Recuerdo que una vez me había contado una historia, supongo que era la suya. Era un tiburón agradable, no como el farsante que había conocido ya hace muchos años. Se parecían físicamente.

El pez sin un ojo que se encontraba al frente suyo siempre le decía «tiburón, no hay esperanza» y se susurraba a sí mismo «ya perdió el juicio...».
Él no había perdido la cabeza, simplemente pensaba que yo podría lograr algo. Mucha gente cree que yo puedo, o podía hacer algo, pero nada puedo ni podía hacer. O probablemente me hablaba para pensar que no perdía la cabeza. Una vez me había contado que le recordaba a su amada.

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El tiburón jamás pereció, pero su alma sí.
Perdió toda esperanza de salvar a su amada bruja. Y aún así no podía ayudarlo, lo único que me quedaba hacer con él era observar sus ojos sin vida mientras era torturado por diversión por su contra parte blanca.

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La ahora Bruja del Mar Rojo vivía en su retorcida fantasía, todos sus nuevos amigos eran felices y los viejos flotaban sin vida dentro de las abandonadas, sucias y algunas ensangrentadas celdas. La Bruja disfrutaba su vida junto al tiburón blanco, junto con su mentira. La Bruja ya no era la misma de antes. Pero aún así su actual mente corrompida decía «nada ha cambiado».

Solo yo no perecía. Solo yo quedaba. Pero a nadie le importaba, pues ellos no sabían que yo tenía vida.

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Mi celda era una habitación, mi habitación, ahora embarrada de sangre, igual que yo.

Oh, mi dulce niña. Te advertí tiempo atrás que no te dejaras corromper, más no cumpliste con tu promesa. Y no me escuchaste.





Hola bellas sabandijas ~★.
Piensen y comenten, por favor.

¿Quién narra esta historia?

Sin nada más que decir, hasta que las estrellas caigan, bye.

Cárcel | Wadanohara And The Great Blue Sea | One-Shot.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora