—¿Puedes decirme qué mierda significa esto?— Preguntó por tercera vez al hombre de pie frente a él.
Estaba harto. Suficiente tenía ya con pasar todo su maldito tiempo encerrado en esa oficina como para poner más peso sobre sus hombros.
—Vi mi oportunidad y la aproveché—. Respondió Erwin arrojando las fotografías falsificadas sobre el escritorio de Levi.
—Te he dicho más veces de las que puedo contar que no te quería cerca de él—. Dijo el pelinegro, reprimiendo lo mejor que podía su ira, al mismo tiempo que ocultaba su dolor en puro odio hacia el rubio. —Y ni hablar de las veces que te dije que no a ti—. Sus palabras eran veneno, acompañadas con una perfecta mueca de asco.
Erwin miraba sus zapatos como si fueran lo más interesante en el mundo. Cerró sus puños con la fuerza suficiente para poner sus nudillos blancos.
—Te dije que haría lo que fuera necesario para que seas mío—. Respondió apenado. Se había quedado sin ideas. Se supone que esto era exactamente lo que tenía que pasar, ¿por qué se siente tan... mal?
—¡Y yo te dije, de muchas maneras, que no!— No pudo esconder más su rabia y mucho menos su dolor. —¿Te das cuenta de lo que has hecho? ¡Arruinaste mi puta vida! ¡¿Crees que no me di cuenta de lo que hacías?! Me dabas trabajo extra a propósito y yo como estúpido ignoraba lo que era realmente importante—. A estas alturas las lágrimas no dejaban de caer, sus ojos emanaban un brillo lleno de odio y dolor.
Erwin pudo entender que tomó la peor decisión de su vida al ver en el estado en el que se encontraba su amado pelinegro.
—Y-yo... lo sien-
—¿Lo sientes? ¿Es en serio? ¡Por ti perdí al amor de mi vida! Destruiste su corazón haciéndole creer que yo no lo amaba... y lo peor de todo es que yo seguí tu maldito juego inconscientemente—. Llevó su mano a su pecho y arrugó su camisa entre sus dedos. Miró su escritorio unos segundos y levantó su vista abriendo sus ojos pareciendo sorprendido. —Aun no es tarde—. Dicho esto, tomó su abrigo y caminó a paso rápido hacia la puerta, pero antes de salir una mano en su muñeca detuvo su avance.
—Levi, yo..., no puedes-
—Renuncio—. Erwin lo miró sorprendido y con algo de miedo.
—¿Qué?— Su agarre se hizo más firme.
—Renuncio, Erwin—. Se zafó de la mano del rubio y prácticamente corrió hacia su auto con los gritos de Erwin de fondo.
***
Manejó lo más rápido que sus nervios le permitieron, sabía exactamente donde tenía que ir.
Al llegar tropezó más de una vez al intentar bajar del auto y unas cuantas veces más al caminar/correr a la puerta de aquella casa.
Tocó el timbre desesperado al mismo tiempo que golpeaba la puerta. Al pasar unos segundos una bella mujer pelinegra le abría la puerta y al reconocerlo frunció el ceño y cerró la puerta de golpe.
—Mikasa, déjame entrar—. Gritó Levi hacia la puerta de la casa.
—Vete, Levi, nadie te necesita aquí—. Respondió furiosa.
—¡Eren! ¡Eren, sé que estás ahí! ¡Necesito hablar contigo!— Gritaba hacia la venta del segundo piso de la casa.
En ese momento Mikasa salió del hogar dispuesta a callar a Levi para no llamar la atención de los vecinos. Levi aprovechó la oportunidad y corrió a la entrada de la casa, para su mala suerte Annie bloqueaba la puerta. Su moral le impedía hacer uso de su fuerza contra ellas, sin embargo su desesperación lo guiaba a intentar entrar de todas la maneras que pasaban por su mente.
***
Al fin volvían a casa, se sentía agotado o tal vez simplemente quería volver a encerrarse a llorar en la habitación de invitados en el hogar de Mikasa. De todos modos agradecía que su mejor amigo intentara animarlo sacándolo de su encierro, aunque sea solo para ir a comprar la cena.
—Y puedo jurar que cuando Connie arrojó esa hamburguesa Sasha la atrapó y la tragó de un solo bocado—. Armin realmente sabía cómo sacarle una sonrisa sincera y una que otra carcajada.
—Oh no—. De repente el rubio dejó de caminar justo antes de llegar a casa. Eren volteo a verlo extrañado y luego dirigió su mirada hacia el mismo lugar que su amigo. Una vez más sintió su corazón hacerse añicos.
Caminó lentamente hacia el pequeño camino de cemento que llevaba hacia la puerta en donde ahora Armin, Mikasa y Annie intentaban calmar al pelinegro.
—Levi...— Dijo despacio, pero lo suficientemente alto como para que el nombrado lo escuchara.
Levi quedó paralizado por unos segundos y luego dio la vuelta para caminar rápidamente hacia Eren.
Ambos se miraban fijamente, incapaces de decir palabra alguna, había pasado una semana, una semana sin poder verse, una semana en la que ninguno pudo hacer algo para volver siquiera a hablarse, sufriendo en silencio, cada uno intentando reparar su corazón por su cuenta.
—Eren, y-yo...— Levi fue el primero en hablar, pero sólo fue eso ya que el nudo en su garganta pudo más, y sus lágrimas comenzaron a caer de una manera que Eren nunca había visto antes.
—Eren... p-por favor, perdóname—. Desesperado acortó la distancia y lo abrazó con todas sus fuerzas.
Eren estaba en shock, nunca lo vio de esa manera, tan débil y vulnerable. No pudo corresponder su abrazo, no podía siquiera reaccionar.
—Te amo, Eren, nunca dejé de hacerlo y nunca dejaría de amarte, por favor escúchame, deja que te explique y te prometo que te dejaré en paz si eso quieres, pero te ruego que me escuches—. Levi se escuchaba completamente destrozado. Todos lo miraban con los ojos completamente abiertos.
Eren sentía su corazón romperse cada vez más con cada sollozo de Levi. El castaño miró a sus amigos y cuando Mikasa asintió decidió mirar a Levi.
Tomó su barbilla y la levantó suavemente para que lo mirara, con lágrimas en los ojos le sonrió.
—Lo haré... vamos adentro—. Se soltó del agarre del pelinegro y caminó hacia la casa.
Levi fue el último en entrar.
***********
Aquí está el extra.
La verdad es que me costó un mundo escribirlo ya que esta pequeña historia tiene un valor sentimental enorme y continuarlo sola fue un reto personal igual de enorme.
Gracias por el apoyo, sé que son poquitas, pero las aprecio un montón, las que me dejaron comentarios, los mensajes a través de Facebook y por WhatsApp, son un amor<3
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The only one
Fanfiction«Dices que estoy loco porque no crees que yo sé lo que haces, pero cuando me llamas 'bebé' sé que no soy el único.»