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Hoy, en esta fría habitación y con aquella canción de fondo. Hoy, que el cielo luce triste y los cristales están empañados... hoy acepto el final. Corrí de prisa para no ver morir lo nuestro. Corrí, y puse todo mi esfuerzo, toda mi energía. Corrí contigo en la espalda, contigo en silencio, contigo pero sin ti. Y no me detuve a pensar qué caso tenía ¿por qué debía yo, correr por los dos? ¿Por qué arrastraba nuestra historia a una meta a la que tú no pretendías llegar?... y me cansé. Me cansé de ser quien llamara, de ser quien llorara, de ser quien diera todo. Me cansé de esperar un mensaje tuyo diciendo que me amas, que me quieres a tu lado, que jamás me dejarías ir. Me cansé de esperar una muestra mínima de interés, que no fuesen aquellas palabras vacías que repites cada noche, cada día y cada siempre. El desgaste físico seguro lo ha experimentado cualquiera, sentir que te falta el aire y ver gotas de sudor cayendo al suelo... pero, ¿y el desgaste emocional? Seguro este muy pocos lo conocen, seguro pocos lo han experimentado realmente. Con el desgaste emocional no te falta el aire, sino que te falta un motivo para respirar. Con el desgaste emocional no es sudor lo que cae al suelo, sino lágrimas, y después de tanto llorar, la tristeza se mantiene guardada en el pecho.

me cansé de amarte

Lo siento, pero ya no estoy dispuesta a esperar que algún día cambies, que algún día dejes atrás todo aquello que sabes que me lastima y te propongas a caminar de mi mano, en lugar de verme correr solo a mí. Lo siento, pero esta noche me desprendo de tu aroma, me desprendo de tus gestos y de tu cabello castaño. Hoy me desprendo de ti.

Me cansé, y ese es el único y suficiente motivo. Me cansé de esperar algo que jamás sucederá y de esperar palabras que nunca dirás. Me cansé de las excusas que últimamente ponías para no verme, de los besos que nunca me diste por alguna estúpida pelea, de los abrazos que se quedaron en el aire, de los mensajes que no me llegaron porque jamás los escribiste. Y me agoté de ver cada noche a la luna tan triste, de ver los autos pasar mientras caminaba sola por los parques donde nos solíamos sentar, de sentir un nudo en la garganta cada que una canción me hacía pensar en ti, de las veces que te supliqué luchar conmigo, de las llamadas telefónicas que no querías contestar porque no deseabas hablar, de tu cinismo, de tu indiferencia, de ti.

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