El pequeño Rudy

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El pequeño Rudy por las noches lloraba y no había nada que lo consolase. Sus padres habían probado con un montón de cosas, desde dejarlo dormir con ellos hasta ponerle música relajante para que el niño lograra calmarse, pero ninguna de todas las alternativas funcionaba y el bebé lloraba y gritaba por horas hasta que sentía raspones en la garganta, obligándolo a enmudecer y a dormir de una vez. Había veces que eso tardaba dos cortas horas o hasta cinco, suponiéndole un gran problema al padre que debía trabajar al día siguiente y dar sus mejores esfuerzos, intentando que le subieran el sueldo.

Para la familia conformada por tres integrantes un gran problema, además de los gritos y llantos de su hijo, era el dinero. El hombre salía de casa a las seis de la mañana y volvía a las ocho de la noche, sin contar los días en que debía hacer guardia nocturna en el centro comercial de la localidad, pero de igual manera el sueldo no le bastaba porque una gran parte de ese dinero iba destinado a los muchos gastos provocados por el niño de casi tres años, el cual, al no poder quedarse quieto, rompía objetos costosos de la casa.

Además, dentro de poco tenían que inscribirlo al jardín de infantes y el niño se negaba rotundamente a dejar los pañales, un requisito fundamental para empezar la escolarización.

La madre ya no sabía qué más hacer, hasta que un día se le ocurrió la idea de comprar una camarita e instalarla en el cuarto del nene, dejarlo toda la noche en su propia cuna para ver cómo se comportaba ante esto y si le era más fácil conciliar el sueño de esa manera. Sin embargo, tardó unos días en presentarle esta idea a su esposo por el hecho de que no podía adivinar su reacción, aunque lo más común sería que se mostrara un poco molesto pues implicaba gastar el dinero que no poseían. Para su sorpresa, el hombre estuvo de acuerdo con la idea y al otro día cuando volvió de su empleo, trajo consigo lo pedido por su esposa, la cual no podía estar más feliz.

Mientras la madre de Rudy servía la comida para la cena, el esposo estaba acomodando la cámara en la estantería en frente de la cuna de su hijo, donde estaba seguro que él no lograría alcanzarla. Comprobó varias veces que el aparato funcionara bien e instaló la aplicación móvil que venía junto a la cámara para poder verlo en su teléfono, tenía esperanzas de que esto funcionara.

Regresó al comedor donde el pequeño Rudy ya estaba cenando y le revolvió el cabello, a lo que el niño le respondió con un quejido, el mal humor de ese pequeño sí que no tenía remedio alguno. En cambio, cuando la madre de Rudy pasó al lado de este mismo y le hizo la misma caricia, el chico no presentó ninguna queja; se notaba a gran distancia cual padre era el preferido.

Como era de costumbre, cuando la madre depositó a Rudy en su cuna rodeada de peluches comenzó a llorar de una manera tan desaforada que hasta la mujer se había asustado, pues nunca hasta el momento había llorado de manera tan desconsolada. Le partía el corazón tener que dejarlo allí sólo, pero no podía simplemente volver a la cama con él porque su marido se enojaría y le recriminaría por haberle hecho gastar dinero de una forma innecesaria, debido a que el aparato no sería utilizado tal como lo prometió.

Salió del cuarto y cerró la puerta tras de sí. Había sido un día muy agotador y quería dormir cuanto antes, así que no siguió pensando en el llanto desesperado de su hijo y fue a acostarse en la cama, donde allí la esperaba su marido, quien seguramente también estaba cansado. A pesar de que hacían esfuerzos casi sobrehumanos para quedarse dormidos, no lo lograban puesto que el llanto del bebé era más constante, más fuerte y mucho más alborotador que nunca.

Llegó un punto en el que la mujer hizo el amago de levantarse de la cama para ir a revisarlo, mas su esposo se lo impidió mientras agarraba su celular para abrir la aplicación de la cámara. Para ver mejor lo que sucedía en el cuarto dejaron una tenue luz prendida, la cual se suponía que no perturbaría el sueño del niño. Al principio sólo se lograba distinguir la figura del pequeño Rudy agarrado de la baranda y saltando desaforadamente como si quisiera escapar de algo que no existía... o eso fue lo que pensó el papá antes de ver una sombra extraña que se iba agrandando cada vez más hasta formar una silueta humana. Eso fue lo que le dijo a su esposa, intentando no parecer muy alarmado aunque agregándole dramatismo al asunto y ordenándole que se quedara ahí con el teléfono en la mano preparada para llamar a la policía mientras él se encargaría de ver qué era lo que sucedía.

Respiró profundo e intentó demostrarle a su esposa que juntaba coraje. No podía creer lo ingenua e idiota que era esa mujer, ni siquiera podía ver lo que había delante de su propia nariz.

Mientras más se acercaba a la habitación del niño, este lloraba más fuerte aún porque sabía lo que se aproximaba y tenía miedo. Paró de llorar cuando escuchó el ruido de la puerta abrirse y vio a su padre, el cual tenía una sonrisa de oreja a oreja y con pasos lentos, pero seguros, se le iba acercando poco a poco de la misma manera que lo hace un depredador. La única palabra que el pequeño Rudy sabía decir era "no"; sin embargo, esta vez se quedó en absoluto silencio porque ya había aprendido que nada podía detener a su padre, la mismísima pesadilla.

FIN.

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⏰ Última actualización: Dec 30, 2017 ⏰

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