La Flor Blanca

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¿Cómo empezó todo? Con una visita. Acabábamos de terminar de dar el examen y ellos llegaron. Entraron al salón un chico y una chica de aproximadamente 17 años. Llevaban puestos una camisa blanca que en la zona del corazón en vez de tener un bolsillo, tenía una flor blanca cuyo centro era azul. Eran chicos de La Flor Blanca, una organización que pasaba todos los años a hablar con chicos de nuestra edad que quisieran dar ayuda social y pasar un buen rato, o eso era lo que decían. Yo no era una persona egoísta, mas no me sentía atraído hacia ese grupo, no estaba muy seguro de por qué.

El chico habló:

-Hola soy Fernando y ella es Lucia. Venimos de parte de La Flor Blanca para hablarles un poco de lo que hacemos.- La chica empezó a hablar, mientras Frenando prendía la laptop.-Hola bueno como ya Fernando dijo yo soy Lucia y…- dejé de prestarle atención. Si algo me caracterizaba era mi increíble capacidad de ignorar a las personas cuando hablan de temas que a mí me importan un comino. Me puse a pensar en las vacaciones de verano, uf cómo las estaba necesitando.

Cuando los pseudosantos de La Flor Blanca terminaron de hablar, pasaron una hoja a Pedro quien se sentaba en la primera fila, él a su vez se la pasó al chico que tenía atrás y así sucesivamente la hoja recorrió casi toda la clase hasta que llegó a mi carpeta. La hoja era para que los que deseasen inscribirse en La Flor Blanca se anotaran, en la parte que decía “Nombre:” sentí muchas ganas de escribir: “Monstruo de Mayonesa Ramírez”, pero cuando vi que casi toda mi clase se había metido me detuve, no sé si por lo chocado que estaba o porque pensé que algunos se ofenderían. El único aparte de mí que no se había inscrito era Gerardo.

Geraldo era una de las personas con las que mejor me llevaba de mi clase. Su familia era de España, de Barcelona para ser exactos. Se le notaba la nacionalidad en el acento. Él era un chico alto, de pelo castaño claro y algo fornido, pero no se notaba mucho, pues andaba casi siempre con su casaca favorita. Era una casaca amarilla con como cuatro bolsillos, ahí siempre tenía de todo desde dinero hasta pastillas para el dolor de cabeza, cosa que resultaba bastante práctica, pues yo era migrañoso.  

-y… ¿Tu por qué no te metiste? Solo por curiosidad -le dije cuando me acerqué. Él me miró, dio un suspiro de pena.

-Regreso a Barcelona -dijo

-¡Qué! ¿Cuándo? -dije desconcertado

-En tres semanas. No hubiera tenido tiempo para hacer nada con La Flor Blanca.

Salí del colegio y me dirigí a mi casa. En el camino había una piedra. Decidí patearla. Se me pasó por la cabeza las palabras de Gerardo: “Regreso a Barcelona”. La furia debió haberme hecho patear la piedra un poquito más fuerte, porque cuando me di cuenta le había dado a la luna de un taxi que estaba estacionado. El taxista se bajó furioso.

-Mierda -alcance a decir y entonces me di cuenta de que el taxista, un sujeto gordo y bajito, se abalanzaba hacia mí con un claro mensaje en los ojos: “Si te alcanzo te rompo la cara a golpes”. Corrí, pero el taxista para ser gordo era bastante rápido. No podía ir a mi casa si él seguía persiguiéndome o sabría dónde vivo, así que mi única opción era correr y esperar perderlo. Ya me estaba cansando cuando pasé por la puerta del supermercado.

-Eso…es -dije con el poco aire que me quedaba en los pulmones. Si algo caracterizaba  ese supermercado era que siempre estaba lleno de gente y eso era lo que justo necesitaba. Me metí entre la multitud esperando que el taxista no me viese. 

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