Al cuidado del Diablo.

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Advertencia: Esta historia se remonta a la temporada 3 de Lucifer, por lo que contiene Spoilers del capitulo final de la segunda temporada y del inicio de la tercer temporada.




Chloe Decker estaba más que furiosa con Lucifer Morningstar. Su compañero, el cual se autoproclamaba como el mismísimo Diablo, la había abandonado nuevamente en la escena del crimen esa mañana.

El teléfono sonó reiteradas veces, interrumpiéndolo cuando se encontraba inverso en una de sus tantas burlas acerca del cadáver de la víctima.

Atendió soltando un sonoro bufido. Se podía oír con claridad la irritación en su voz.

Por el rabillo del ojo, Chloe logro visualizar como él le dedicaba una mirada fugaz, a la vez que asentía duramente con el móvil aun pegado a la oreja. La conversación no duro más de unos segundos, pero al darse la vuelta, Lucifer ya no se encontraba en la escena del crimen, ni en ningún lugar al alcance de su vista.

Era la tercera vez en esa semana que Lucifer simplemente se marchaba de una escena, a sus espaldas, y sin dirigirle la palabra. Y a pesar de que algún modo u otro, el siempre parcia llegar en el momento apropiado para ayudarla a completar el caso, Chloe no podía evitar sentir que su unión comenzaba a tambalearse en la cuerda floja, y que su confianza en el comenzaba a ceder, pues Lucifer aun no mostraba confiar en ella para explicar sus continuas ausencias, o hablar de sus sentimientos con libertad, y podía sentir como comenzaba a apartarla sutilmente de su vida. Chloe se encontraba envuelta en una nube de emociones, surcando en la tristeza, el dolor y el enfado.

Comenzaba atardecer en el viaje de vuelta a casa. El sol se zambullía en el horizonte, tiñendo de un furioso color anaranjado las nubes más bajas, mientras en lo alto, las pequeñas y tímidas estrellas comenzaban a brillar en los tonos violetas del cielo; pero Chloe Decker no tenía tiempo para disfrutar de la majestuosidad del cielo, del danzar de las palmearas con el viento, o del melodioso canto de las aves que volvían a sus nidos. No, ella estaba demasiado concentrada en maldecir el nombre de su egoísta, narcisista, idiota, arrogante, mujeriego, e infantil compañero de trabajo.

El caso de hoy había sido difícil, en especial sin la ayuda de Lucifer, su encanto natural y su cautivadora sonrisa con la que parecía lograr que los sospechosos confesaran todos sus crímenes. Ella había marcado su número en repetidas ocasiones, solo para ser recibida por su excéntrico y encantadoramente juguetón tono británico, incitándola a dejar un mensaje... o algo más que inapropiado. Casi podía imaginar la sonrisa insinuante en su rostro, y el suave movimiento de sus cejas elevándose, enfureciéndola aun más; no obstante, todos aquellos sentimientos negativos que la habían acompañado a lo largo el día, se suavizaron notoriamente cuando por fin entro en la casa.

....


El crujir de la puerta de entrada no logro perturbar sus sueños. Chloe se quedo petrificada en el marco, con las llaves aun en su mano, admirando detenidamente la escena que se había realizado en su casa.

Su cocina parecía haber estado envuelta en medio de una pequeña nevada, siendo un completo desastre. El suelo, y la mesada, el microondas y la heladera, las alacenas, y todo lo que cupiera al alcance de sus ojos parecía estar cubierto por una suave capa de harina blanca, dando la sensación de estar atrapado en algún maravilloso cuento de hadas.

En el suelo, junto al horno, reposaba un pequeño banquillo de color verde agua, que era en el cual Trixie solía subirse cada vez que ayudaba a Chloe en la cocina. Incluso, podía ver las pequeñas huellas de las manos de su hija esparcidas por todas partes, especialmente en la mesada y las alacenas. El pequeño delantal rosa colgaba perezosamente en una de las sillas, y encima del mismo había un largo delantal azul marino con la inscripción "Kiss the Coock".

Al cuidado del Diablo.Where stories live. Discover now