Sentirse agotado por el propio peso de los pensamientos. Un poco mareado, tal vez por culpa de los cigarrillos mordidos. Sin darse cuenta adquirir aura de pequeña rata, qué a la luz de alguna lámpara, es descubierta atrapada en la trampa adhesiva. Observar a toda la gente : el chofer, contrariado por las mil monedas en su mano, necesarias para completar el costo de un pasaje, aquella señora inmersa en el pequeño mundo que trae en su aparato, el niño que no fue a la escuela, aún con su uniforme puesto. Estado de somnolencia colectiva. Las mañanas del mes de diciembre. Mañanas que hacía ya tiempo no contemplaba debido a mi rutina ermitaña. Un ligero sopor acompañado de un silencio casi sepulcral, solo negado por el ruido de la maquinaria. Por un momento no existe nadie más. Momentos soñados con olor a muerto, a putrefacción de alma. Momentos reales con un olor aún peor. Una sensación de aquellas que aunque no se sentían hace ya tiempo, resulta un poco familiar, y el hueco de saber todo esto. Bajar del transporte y caminar; es un día realmente lindo que no se puede disfrutar. Bostezar levemente y sentir el rostro, como tostado, como congelado en unas expresión de desagrado. Segur caminando con los ojos completamente en blanco. Observar el paisaje , en lento pero constante cambio. Cabizbajo, saboreo y escucho todos esos cristales rotos que me torturan. Todas esas sillas en las que no me senté, todos esos mundos que no visité, todos esos mundos que si visite y que se acostumbraron rápido (demasiado) a mi ausencia. Inclusive todas esas mañana frías (de esas que tanto se disfrutan )a las que se faltó. Puedo sentir las lagrimas . No suelo llorar, pero esta vez es demasiado, tanto que no estoy llorando físicamente. Por un momento desear desaparecer. Por un momento pensar en los libros viejos, de esos en los que tanto interés y amor se pone al encontrarlos al fondo del cajón y volverlos a leer. En instantes de la memoria recordar todos lo que se ha ido. Todo lo que se ha escapado de las manos, todo lo prometido y tirado a la basura. Todo lo que se añora y se siente con mucho dolor. Tal vez no está perdido, puedes ser que alguien lo haya extraviad, o peor aún, robado.
"¿Quien fue el maldito? ¡Regresame mi felicidad!"
Gritar mientras las uñas se entierran en la palma de la mano. A este punto darse cuenta y solo desear una cosa: regresar. Los instantes que desde que uno los vive huelen a libro viejo. ¿Como fue qué pasó esto? Las voces de los cristales, de los pedazos de espejo roto, clavados en mi corazón, se unen y recitan al mismo tiempo un fragmento de canción, que sin la melodía pasa a ser una abominación que hiere y muerde con grandes colmillos de hielo
"Tal vez si regresamos en el tiempo, aprenderemos a vivir bien"
Extrañar el instante en el que todas las mañanas eran hermosas, sobre todo las mañanas frías. Regresar a sentir la añoranza de un bonito libro nuevo, que, aún sin ser abierto, aguarda con ansias en un cajón bajo llave una dulce promesa , ya tirada a la basura, junto con todos los libros nuevos en blanco y sin abrir. Y no alcanzar ni a rasgar el lomo de estos con las uñas. Encuadernación de vivos y alegres colores , con un ligero recuerdo a un loco al que le han arrebatado su locura
Es una mañana fría. Pero esta no es nada bonita.