2. Jugando escondidas en Q-Mart

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Vi al taxista entrar a la tienda. Tenía que encontrar un lugar donde no me viese rápido y donde supiese que él no iría. Solo un lugar se me vino a la mente: la guardería. ¿Se imaginan estar rodeados de criaturas de medio metro que solo lloran y rompen cosas? Pues eso era exactamente la guardería. La única razón por la que alguien subiría allí sería para dejar o recoger a su hijo. Muy pocos empleados se atrevían a trabajar allí. Lo bueno es que sabía que el taxista no subiría allí.

La única persona mayor de seis años en esa guardería era una chica castaña, probablemente de diecisiete o dieciocho años. Por suerte no notó mi presencia. Tenía un aire familiar y entonces noté que llevaba puesto en el uniforme un pin de los de La Flor Blanca. Les hablaba a los niños, no sé de qué, pues estaba algo lejos, pero los niños parecían prestarle mucha atención.

Ya no había señales del taxista y salí de la guardería. Estaba muy fatigado por toda la carrera así que decidí comprarme una gaseosa bien fría. Avancé un par de pasillos y llegué al de bebidas. Tras pasar entre muchas personas llegué al refrigerador y cuando saqué la botella vi por el reflejo de esta al taxista. Debo haberme sobresaltado más de lo que recuerdo, porque de pronto todos voltearon, incluyendo al gordo taxista.

La carrera continuó, pero ahora le llevaba al taxista menos ventaja por lo que si volvía a la guardería él me vería entrar. Pensé que estaba perdido, pero entonces un defecto mío se manifestó. Yo era un tipo impulsivo. A veces mi cuerpo se movía sin que yo pensase en que estaba haciendo, me dejaba guiar por ese impulso. Fue justo ese defecto, que me había traído problemas antes, el que se manifestó. Antes de ser consciente de lo que hacía, lancé mi mochila a un lugar libre de un estante y luego me tiré. Los estantes de la tienda eran altos, aunque básicamente porque su base estaba a 20cm del suelo. Yo era un sujeto bastante delgado y gracias a esto, cuando me tiré, caí exactamente debajo de la base del estante. Para cuando tuve conciencia de lo que hacía, estaba echado y recto como una tabla, debajo de un estante de supermercado. Supongo que el taxista no me debe haber visto cuando me deslicé por el piso, pues paso corriendo, con una expresión aún muy molesta.

Luego de unos minutos salí de mi escondite, cogí  mi mochila y me dirigí a casa. Cuando estaba a punto de me encontré con la misma chica de La Flor Blanca que había estado cuidando niños en la guardería. Cuando me vio se sobresaltó un poco, pero luego se calmó y me empezó a hablar. No me creerán, pero no recuerdo nada de lo que me dijo. Me quedé absorto en sus palabras y me sentí adormilado. De pronto, mi impulsividad se presentó otra vez y me hizo agitar un poco mi cabeza. Debo reconocer que tras esa sacudida me desperté y me di cuenta de que tenía que ir a casa. 

La Flor BlancaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora