Falling

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La noche es fría, demasiado fría. Camino solo por la calle mientras miro al suelo, arrastrando mis cansados pies por el asfalto cubierto de blanco. Hace tanto tiempo que vivo en la oscuridad que este color, el blanco, me es casi desconocido. Había decidido salir a pasear después de semanas sin salir de casa pero hoy, al ver a través de mi ventana gris que la nieve había empezado a caer, un antiguo sentimiento había asomado tímidamente dentro de mí. Recordé mi infancia, aquel tiempo en el todo era más sencillo, y un sentimiento cálido y reconfortante me visitó fugazmente. Cuando eres un niño la vida es más amable y compasiva, la mayoría de la gente siente la necesidad de protegerte y cuidarte, pero todo ello se desvanece al pasar cierta edad. Se asume que puedes, o mejor dicho, debes cuidarte solo y si no puedes, nadie lo entiende. Cuando creces, estás solo.

Me había vestido con mucho esfuerzo y girar el picaporte de mi casa para salir a la calle había sido todo un reto. Suena ridículo, ¿verdad? ¿Por qué a alguien le costaría un gesto tan sencillo como girar la muñeca? Eres estúpido, exagerado, un loco. Déjate las tonterías y sal a la calle como todo el mundo. Al final lo he hecho, impulsado por esos bonitos recuerdos que tengo de la nieve. Quería verla otra vez, quería, rezaba, por que ésta leve chispa que había surgido en mí se avivara con los recuerdos felices y se convirtiera en llama. Pero al salir a la calle, la realidad volvió a golpearme.

Frío. Un frío inmenso. La nieve de la calle no era cálida y reconfortante como yo la había recordado. Era fría e inhóspita, como la vida, como mi interior. Pensé en volver a entrar corriendo a casa, a refugiarme de todo entre las mantas de mi cama, pero esta vez no lo hice. En su lugar comencé a andar, sin dirección concreta, hacia cualquier lugar, hacia la nada.

La gente, ajena a mi dolor, se giraba para mirarme. Pero no lo hacían con compasión ni me tendían su mano. Sólo me observaban con curiosidad. Era cierto que no me había arreglado demasiado para salir, debería haberlo hecho, eso es importante, es mi deber. Soy un desastre, despreciable, y es por eso que nadie camina a mi lado. Doy asco pero no hay nada que pueda hacer al respecto. Lo siento. Siento que tengáis que verme.

Me alejo de la multitud, no soporto que me miren, no soporto que cuchicheen. Cubro mi cara con mi bufanda harapienta y me adentro en un callejón, oscuro y ruinoso como mi mente. Al pasar por un cubo de basura veo unos gatos buscando comida. Me gustan los animales, así que trato de acercarme a ellos para acariciarlos, para darles afecto y para que alguien me haga algo de compañía. Quizás podamos aliviarnos mutuamente. Pero al verme salen corriendo y se esconden en un hueco del edificio. Las lágrimas arden en mis ojos. No quieren mi amor pero es comprensible, porque mi amor no vale nada. Yo no valgo nada. Todo es mi culpa.

Tengo un nudo en la garganta, vivo con él desde hace años y cada vez me aprieta más y más y más y más... Al principio no me permitía hablar, hoy apenas me deja respirar. Llevo mis manos a mi cuello, como llevo haciendo desde hace tanto tiempo, pero no consigo quitarlo. Simplemente no se va y lo he intentado de todas las maneras. Las lágrimas comienzan a helarse en mis mejillas. 

Una anciana, que vive en la calle, me mira con ojos tristes y me ofrece una cálida sonrisa. Se la devuelvo extremadamente agradecido y me acerco tímidamente para ofrecerle unos billetes. 

-¿Por qué lloras, muchacho? Eres demasiado joven para llorar así.

Sus palabras me hacen aumentar el llanto. No puedo explicarle todo lo que pasa por mi cabeza porque mis pensamientos no son más que una bola deforme de cables liados. Lo he intentado tanto... Pero no consigo desenredarlos, nunca conseguiré desenredarlos. Además, mis problemas son absolutamente ridículos y no tengo ningún derecho a quejarme de estupideces que son mi culpa cuando una anciana vive en la calle. La miro y vuelvo a romper en llanto. Hay personas ahí fuera que priorizan el sufrimiento ajeno por encima del suyo propio. ¿Se preocupa usted por alguien como yo cuando vive en la cale a 10 grados bajo cero? No debería usted hacerlo, no valgo la pena. Abro la cartera y le entrego todo lo que tengo. No me importa, le daría más si llevara más encima. Las personas que lo valen se merecen todo.

-Muchacho, esto es mucho- me dice- Me basta con poder cenar algo de la máquina de latas.

-Cójalo todo- le digo. Hacía tiempo que no escuchaba mi propia voz y me resulta extraña. Llevo mucho tiempo sin hablar- Créame que si algo me sobra en esta vida es el dinero. Cómprese un abrigo mejor y lo que necesite. Siento no poder ayudarla más. Muchas gracias.

Me mira incrédula, sin entender nada. Supongo que no comprende que su sonrisa desinteresada me ha llegado como un tímido rayo de luz en la oscuridad. Necesitaba algo así antes de irme. Me alejo sintiéndome levemente aliviado, pero entonces la luz desaparece y la oscuridad me traga entero. "Tienes más dinero, deberías haber traído más. Si lo hubieras traído podría comprarse más cosas que necesita. Eres imbécil, ni para esto vales. Seguro que está enferma y no puede pagarse el tratamiento. Buen trabajo, inútil, egoísta". Las lágrimas vuelven a aflorar mientras me siento tan culpable por esa mujer. No soy lo suficientemente bueno, nunca seré lo suficientemente bueno. Lo siento, lo siento mucho.

Cuando trato de coger aire, levanto por primera vez la vista al cielo. Noto como algo frío cae en mis mejillas y se fusiona con mis lágrimas. Es nieve, está nevando otra vez. Entre los copos, puedo ver las estrellas que brillan tímidamente entre las luces de la ciudad. El cielo se siente solitario y frío. A lo lejos me parece ver algo que viaja a gran velocidad y se pierde en el horizonte. Es una estrella fugaz aunque a mí se me antoja más como una estrella caída. Una gran luz que cae irremediablemente en la nada, donde nadie puede encontrarla. Mi niño interior me dice "pide un deseo". Pero hace mucho tiempo que no tengo ninguno. Todo el mundo tiene aspiraciones y objetivos en la vida, mientras que yo lo único que quiero es desaparecer y dejar de estorbar a los demás. No tengo fuerzas para seguir adelante ni motivos para hacerlo. Lentamente la nieve va cayendo... Y yo con ella. Se acabó. Ahora estoy tranquilo.


Shining StarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora