III

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—¡BRANDON!— grito tras grito Grigette golpeaba la puerta, sintiendo como las lagrimas de desesperación corrían por sus mejillas. Golpeaba la puerta con todas su fuerzas tratando de abrirla , sin saber que al otro lado una viga se había caído debido a las llamas que azotaban toda la casa haciendo imposible el que la puerta pudiera abrirse.
—¡BRANDON! — sollozó, gritando el nombre de su hermano en busca de ayuda mientras veía como el fuego comenzaba a comerse la pared de la habitación contigua, intentando llegar hasta ella.
—¡GRIGETTE! — gritó el chico de cabellos oscuros desde el piso de abajo, buscando una forma de subir las escaleras de la casa para salvar a su hermana menor.

Brandon estaba desesperado, su madre y su padre estaban también en el piso superior, tenía que subir de alguna forma lo antes posible. Había llamado a los bomberos, pero el tiempo había pasado y la casa se estaba viniendo abajo a cada segundo que transcurría.
Sentía como el sudor se combinaba con sus lágrimas mientras los gritos de sus padres taladraban sus tímpanos. Su respiración estaba obstruida por el humo haciendo que tosiera de manera incontrolada. Vio las escaleras, sabía que tenía que subir. Sin prestarle atención a las llamas, piso el primer escalón, luego el segundo y cuando fue por el tercero escuchó <<BUM>>
Un arma de fuego había sido disparada.
—¡BRANDON!—

...

—Maldita sea— susurré. Tratando de controlar mis temblores y mi respiración tras aquel maldito sueño que siempre me perseguía, el sudor caía desde mi frente por mi nariz hasta aterrizar al suelo...fue allí cuando comencé a sentir como las lágrimas me caían de las cuencas— Maldita sea...

...

Mientras iba camino a la escuela, una oleada de frío me invadió, después de todo, la lluvia de ayer había durado todo el día y ahora solo quedaba una neblina espesa que impedía ver los objetos lejanos. Recordé entonces que en mi bolso llevaba la sudadera de Daniel, la había lavado y secado en mi casa para entregársela como nueva, pero me estaba muriendo del frío. Sin más, la saqué y me la puse rápidamente... Había perdido el aroma lavanda característico del chico de rizos, ahora solo olía a mi jabón. De repente me dio por reír, pensando, <<qué más da que no huela a Daniel, o sea, a lavanda>>.

Mientras tenía esos pensamientos iba caminando hacia la entrada del instituto, viendo de reojo como algunas personas comenzaban a susurrar al momento en el que pasaba delante o cerca de ellos, claro, casi lo olvidaba, era el psicópata, piromaníaco de la escuela.
Sin tomarle importancia a los comentarios me dirigí directamente al salón en dónde daban historia, pues era la primera asignatura del día. Al entrar pude darme cuenta de que no era el único en el aula, Daniel estaba sentado en el escritorio del profesor leyendo un libro, el cual parecía ser muy interesante pues no había captado mis movimientos al pasar por debajo del umbral de la puerta.
—Buen día —

Lo que pasó a continuación me hizo reír ligeramente, Daniel había dejado caer el libro de sus manos, pues al parecer lo había asustado, lo gracioso fue que cuando bajó del escritorio sus pies se enredaron y calló de rodillas al suelo. Caminé hacia él para ayudarlo a levantarse.
–Disculpa, no era mi intención asustarse — vi entonces cuando sus mejillas comenzaron a teñirse de un color carmesí. Me agaché un poco para tomarlo del brazo y ayudarlo a levantar. Ya estando ambos de pie su ojos claros chocaron con los míos, sus labios se abrieron lentamente y su nariz comenzó a teñirse también. Fue allí cuando decidí soltar su brazo, pues comencé a sentirme algo incómodo debido a su intensa mirada, la cual viajó rápidamente al suelo, luego a mí y luego a la sudadera que cargaba puesta.
—Ca...cargas mi sudadera — dijo torpemente
—Oh — recordé— lo siento, cuando venía me entró algo de frío y no tuve más remedio que ponermela — mientras explicaba lo sucedido quitaba la sudadera de mí y la extendía hacia él — gracias Dani...el...—sonreí a medias, sin estar seguro de si era o no correcto comenzar a llamarlo "Dani" pues realmente el chico no hablaba mucho y no habia la suficiente confianza como para hacerlo, además de que cuando se dio cuenta de que estuve a punto de acortar su nombre su rostro se había puesto totalmente rojo.

I see fire Donde viven las historias. Descúbrelo ahora