Prólogo

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Los personajes de Soul Eater no me pertenecen, son creación única del maestro Atsushi Ohkubo.

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Sin ruido, sin sonidos, sin notas de música, sin un resquicio de vida. El silencio nunca había sido tan... aterrador.

Blanco. Puro, reluciente. Un color que lastima los ojos. No hay nada que limite éste espacio, sin principio ni final; sólo la blancura extendiéndose alrededor.

¿Qué es ésa sensación que vibra por cada célula de su cuerpo? Una palabra se inmiscuye en su mente, transformando cualquier otro pensamiento en ésa sola palabra, No lo entiende; pero, le gusta. Podría dejarse llevar por ella, la sensación ligera en su cuerpo, como si flotara en un profundo mar... blanco.

Lo disfrutaría, tanto que no le importaría quedarse ahí para siempre. Sin problemas, sin batallas, sin preocupaciones... sin... ¿Amigos?

Sus pensamientos se entorpecen, confusos. Mareándola. Trayéndola de vuelto a la realidad; abre los ojos, la blancura sigue ahí marcando presencia. Mira a ambos lados, tratando de ubicarse en aquél espacio; su visión se detiene. Hay algo nuevo que antes no había visto. No muy lejos de ella, varios bultos están regados por el brillante suelo.

Su corazón se agita cuando su visión borrosa desaparece y hace nítida la imagen. Ropas, manos, cabellos de varios colores. Más blanco. Siente náuseas, ganas de regresar el estómago. Tiembla. Avanza lentamente hacia ellos, paso a paso con el vértigo de caerse en cualquier momento. Hay un mal presentimiento, el blanco y el silencio la ahogan.

Sus piernas tiemblan, la garganta se seca. Quiere gritar.

Son ellos ¡Sus amigos!

Corre, acorta el espacio. Su ritmo se acelera casi como si su corazón quisiera escapar. Siente el ardor en sus ojos, amenazando con dejar salir el agua cristalina que también se perderá entre la blancura.

—Black Star... —murmura titubeante, deteniéndose a escasos centímetros del bulto que forma su cuerpo. Se inclina, alargando su mano para tocar con sus dedos temblorosos su cabellera celeste— ¿E-esto es una broma, v-verdad? ¿¡Verdad!? —suplica a gritos, viendo como las gotas aterrizan en la ropa negra haciendo el color más oscuro— Dime que lo es..

Alza la mirada, con el dolor en la garganta por el llanto acumulado. Un repentino frío se hace presente, sin viento, sin sonidos, sin nadie más que ella y ellos.

—Kid... Tsubaki... Liz... p-por favor... —Sus nombres queman, tan intenso como el dolor en su pecho— ¿E-esto es... una pesadilla?

No hay respuesta de nadie. Ninguno se levanta con risas y caras estúpidas para decirle que es una broma.

Lleva sus manos hacia la cabeza, cubriéndose los ojos como si con eso consiguiera aplastar las imágenes torturantes. Entre los pequeños espacios que dejan sus dedos, una cabellera blanca de más luz que la del cuarto propio, la ciega.

—S-soul... —arrastra las palabras, oprimiendo los dedos sobre sus párpados como si con ello la imagen desapareciera. Pero no lo hace, sigue ahí. Sin el total control de sus palmas y del resto de su cuerpo, se obliga a moverse para caminar hacia donde yace tumbado boca abajo. Al igual que los demás, no hay movimiento alguno. Ni siquiera un atisbo de respiración—. Paren ya ¡PAREN CON ESTO!

Al fin, todo lo retenido explotó en cientos de lágrimas cayendo en una cruel y amarga lluvia hacia el piso, perdiéndose entre la ilógica absorción. Sus rodillas flaquean obligándola a arrodillarse ante el cuerpo sin alma del que fuera su mejor amigo, arma y más preciada persona. No sabe cómo es que logra tener fuerzas para acunar su cabeza entre sus piernas y besar con suavidad entre el río que es su rostro, los tiesos cabellos.

Soul Eater InsanityDonde viven las historias. Descúbrelo ahora