21. Merecida justicia

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— Eso es lo que necesitamos. —dijo Marshall con la mente más clara.

— ¿Eh? —habló el pelirosa algo confundido.

— Pruebas. —repitió ahora sonriente— Como ésta. —dirigió su mano a donde sabría que estarían los moretones de mordidas causadas tanto por el pelirubio como por él mismo, escondidas bajo la camisa del menor. Su sonrisa se desvaneció lentamente— No creí llegar a alegrarme por esta cosa. —mencionó con algo de incomodad y celos.

— P-Podría no ser suficiente de todos modos. —murmuró cabizbajo y avergonzado.

— Sí, tienes razón. —se desanimó un momento, y se sentó en su silla. Desvió la mirada hacia la pantalla de su computadora, al trabajo a medio terminar.

— ¿A qué hora dices que el superior llegará? —preguntó queriendo cambiar un poco el tema y el ambiente.

— Dijeron que en el mediodía, pero probablemente se encargará de nosotros una o dos horas después de eso. —habló volteando y continuando con su trabajo. Concluyó que si terminaban con las tareas del día de manera más rápida, podrían tener más tiempo para pensar, argumentar, y buscar más pruebas respecto al asunto de la culpabilidad de el de cabellera oxigenada.

Gumball agachó la cabeza algo apenado, triste, creyó que el azabache se había enojado por un momento. Por que estaba con alguien débil, alguien a quién debería proteger constantemente, alguien que le causaba problemas totalmente evitables... alguien inútil.

Se sentó dispuesto a comenzar a trabajar, suspiro mientras sus manos se extendían hacia el aparato electrónico, y aunque su cuerpo reaccione ante sus tareas. Su mente se hallaba dispersa, en pensamientos profundos y negativos, totalmente tristes.

— Dulzura... —oyó que le hablaba su azabache, no tuvo cara para voltear a verle, sabía que aunque le hablara de manera suave y tierna, internamente podría sentirse de otra manera— No te agobies. —le escuchó más cerca, luego sintió el par de brazos rodeandole, después un beso en su cabello— Todo esto terminara hoy.

— Lo sé. —contestó cortamente— Sólo que... —titubeó un momento— Te causé problemas porque soy un debilucho, no tendríamos que haber llegado a este punto. —su mirada se volvió acuosa y su voz vaciló— Si hubiese actuado diferente, s-si yo me hubiera defendido. —su voz se quebró y sin lugar a más dramas, el azabache habló;

— Basta. —aunque su tono fue firme, sólo tenía la intención de reconfortarle— Deja de cargar con la culpa. —prácticamente le levantó de su asiento, y le tomó de los hombros, mientras decía— No quisiste nada de esto, pero tampoco hubieses podido hacer mucho al respecto, y créeme, en parte también es culpa mía. —hizo una corta pausa y sonrió levemente, para que el menor no se desbordaría de sentimientos— Así como dices que tú podrías haberte defendido, yo podría haber reaccionado de una forma que no sea la violenta, pero no fue así. El curso de todas nuestras acciones conjuntas nos trajo aquí, a esto. —concluyó, pero aclaró— Pero tampoco debes de conformarte con lo pasado, si no pudiste defenderte en su momento, puedes hacerlo ahora, con todo el apoyo que necesites.

— ¿Y de una forma no violenta? —sonrió pasando su manga por los ojos, secando el intento de lágrima por caer.

— Sí, de una forma no violenta. —rió ligeramente. Luego dándole un abrazo de consuelo y momento mas tarde, separándose y diciendo— Ahora pongámonos a trabajar, que hasta el mediodía tenemos tareas.

El pelirosa asintió mas calmo, mas sereno, tanto interna como externamente. Ahora estaba decidido de lo que haría...bueno, mas o menos, sin más pruebas del acoso más que aquel moretón que tenía en su hombro, realmente no tenía mucho mas que su palabra. Y presentía que eso no valdría mucho en una discusión de ese calibre.

Entre Papeles y Café (Gumshall/AU)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora