Malditas sorpresas.

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Carajo, maldita mierda. Lo único que me faltaba en ese día.

Malditas plumas. Plumas? Pero si eso solo pasa en las películas de zorras en pijamadas! Estaba presenciando una pesadilla, no podía ser real.

Abrí la puerta de mi respectiva habitación luego de luchar un poco con la llave. Y con lo que me encontré no fue nada agradable. Había tres jodidas zorras saltando en las camas. Dios quiera ninguna de esas sea la mía, pensé. Se estaban arrojando salvajemente con almohadas de plumas.

Por un lado me di cuenta de que mi madre no me habia mandado a cualquier internado, si cada habitación tenía almohadas de pluma.

Pero eso qué. El hecho es que mi cabeza estaba a punto de estallar. No quería estar allí, no soportaba saber que iba a tener que aguantar eso durante todo un año. No le veía nada bueno. 

 Segundos después de abrir la puerta, las perras notaron mi presencia y se calmaron un poco. Sin embargo, no fueron muy agradables para recibirme.

- Y tu quién rayos eres?- preguntó una rubia sospechosamente teñida.

- Hola chicas, - dije con una sonrisa totalmente irónica que mostraba mi gran desagrado hacia ese momento – soy nueva aquí, y voy a ser su nueva agradable compañía durante este año.

- Qué? No dijeron nada de nuevas compañías! – dijo una morena con un cuerpo de puta madre.

- Lo siento mucho si molesto, pero me enviaron con maletas y llaves hasta aquí, y tampoco deseaba esto. Si hay algún problema, no duden en consultarlo con el director por favor! – dije amablemente prosiguiendo con el hermoso y notable sarcasmo.

Y lenta pero decididamente, pasé tranquila y acomodé mis cosas en la única cama que quedaba sin destruir. Todas quedaron calladas durante unos segundos y largaron algunos insultos silenciosos. Luego salieron cuchicheando hacia la oficina del director.

Me tiré sobre mi cama y suspiré a modo de relajación. Ahora si estaba tranquila. Cerré los ojos por un minuto disfrutando de la paz del momento. En cierta manera estaba tranquila, sentía que no iba a ser tan malo como pensaba. En fin, no había llegado allí especialmente para hacer amigos, por lo que no les iba a dar mucha importancia a esas perras. Sabía perfectamente que iba a ser muy difícil la convivencia con menuda bienvenida. Pero que más daba, lo iba a superar, era más fuerte que todo esto.

No había notado que la puerta seguía abierta luego de la salida de las zorritas y al escuchar toz especial para llamar mi atención, me levanté rápido de la cama.

Era precioso. Definitivamente casi la octava maravilla del mundo. Este deslumbrante moreno de ojos verdes estaba apoyado en el borde de la puerta esperando una respuesta de mi parte. Respuesta que obviamente no pude dar debido al pequeñísimo transe en el que había entrado, no sabía qué mierda decir.

- Erm, hola. – dije con algo de timidez – Soy Amber, y tu eres?...

- Hola, soy Brian. Eres nueva aquí no es así?

Que maldita voz, rasgada y hermosa! Impresionante.

- Si, acabo de llegar y ni siquiera sé en qué clases voy a estar, estoy algo perdida.

- Oh no te preocupes, puedo mostrarte el insti y guiarte hacia tus papeles de inscripción, donde están tus materias y horarios. En qué año estás?

- Cuarto año. – dije sonriente – Te agradecería realmente que hicieras eso por mi! No conozco nadie aquí y es muy lindo de tu parte perder tu tiempo en una novata como yo.

- No te preocupes, me encanta recibir a gente nueva! Especialmente si son chicas lindas, no te voy a mentir.

Eso hizo que me ruborizara muchísimo. No sé si lo habrá notado. Espero que no.

Tomé las llaves y salí rápidamente sonriendo, dejando mis maletas todavía armadas sobre la cama. Caminamos un largo rato mientras el moreno me mostraba la escuela y charlábamos de todo un poco. Era muy raro que me haya desenvuelto así. No solía hacerlo con alguien que conocía hace menos de media hora.

Con los papeles de mi inscripción, mis horarios y clases en mano, me despedí de Brian dándole las gracias y me dirigí a mi habitación nuevamente.

Caminé por el pasillo con la puerta de mi habitación en frente, sacando las llaves de mi bolsillo, sin notar que la puerta estaba abierta. Cuando alcé la vista y lo noté, también vi un gran desorden adentro. Pensé que las zorras nuevamente estaban haciendo lo suyo, ser auténticamente zorras.

Qué rayos!!! No me lo podía creer. Todas mis malditas maletas abiertas, y todo lo de adentro esparcido por toda la habitación. Incluyendo sostenes colgando de las luces y el ventilador.

Mierda. Esto no podía estar pasándome. En el primer maldito día. Iba todo tan bien. Seguro habían sido esas perras resentidas!

Comencé a juntar todo lo más rápido que pude volviendo a meterlo dentro de las maletas destrozadas. Cuando terminé, y deje todo sobre la cama nuevamente, exhausta, angustiada y muy enfadada, miré hacia el espejo en el pequeño tocador con luces y leí escrito con lápiz labial rosa vibrante:  <<Bienvenida a NUESTRO internado, lindura>>

Suspiré y me tiré en la cama. Me había quedado muy claro que allí no me querían. Y se vengarían. Aunque yo no haya hecho nada.

Iba a apoyar mi cabeza en la almohada para calmarme pero en ese instante note un papelito doblado como una nota. A estas zorras parece encantarles el color rosa. Al principio no preste atención a lo que decía, solo note el color del bolígrafo, rosa para variar. Pero cuando lo leí quede atónita. “Parece que te encantó nuestro regalito moreno de ojos verdes! Eres igual que todas las perras de aquí, no resisten a la primera tentación que se aparece en su puerta para seducirlas. JÓDETE NOVATA.”

Mierda. Era todo una maldita trampa. Y había caído como una maldita estúpida. Como pude ser tan ciega. Estaba decepcionada de mi misma, nunca suelo ser tan crédula, nunca confío de nadie, pero tenía que comenzar a hacerlo justo ese día. El maldito peor primer día de toda mi vida.

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⏰ Última actualización: Jun 22, 2014 ⏰

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