CAPÍTULO 1

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UN REGALO PARA GILBERT
 
En esta época del año, todas las naciones amigas estaban acostumbrados a obsequiarse regalos en gesto de cariño y amabilidad, por ello no se le hacía raro que ahora mismo medio mundo pasara frente de su persona obsequiándose cosas, desde bolsas pequeñas a grandes, cajas enormes y pequeñas, daba igual el tamaño de estas, lo importante era el momento de ese abrazo a la hora de intercambiar los regalos y la alegría que demostraban sus rostros después de entregarlas. Sin duda eso era una hermosa muestra de afecto hacia con los demás, y las fechas eran oportunas para estar en paz y desear lo mejor a los seres queridos, esa época era la navidad.
 
Alfred Frederick Jones, el representante humano de la nación Estadounidense yacía sentado cerca de la ventana del lugar de reunión mirando pasar a todas aquellas personas con sus regalos, todos parecían haberse acordado de todos y cada uno tenía su regalo, a excepción de el mismo. No los culpaba, en todo el año y todos los años se portaba mal con cada uno y es que no era por voluntad propia, siempre era a causa de su jefe, más ahora que ya no era el mismo. Era obvio pensar que nadie, absolutamente nadie, le llevaría un regalo a su persona. Suspiro bebiendo su vaso de vino, bien, estaba bien, tampoco él llevó regalos a nadie, era lógico pensar que así mismo nadie había pensado en él. Ahora venía a pensar que quizás asistir a esas fiestas era una malísima idea, pues le hacía sentir solo.
 
Ante aquel pequeño ataque de depresión salió al balcón a despejarse, terminaría ese vaso y se iría a casa a pasar la navidad, pensaba en que quizás, el próximo año, debía ser mejor persona y tratar de no ser influenciado por su jefe, a quien engañaba, era Estados Unidos y no podía ser buena persona, al menos no de esa forma había logrado tantas cosas.
 
Gilbert Bielschmidt era conocido por ser el más fanfarrón a la hora de recibir obsequios, los cuales, por alguna razón, siempre recibía, pese a que era muy escandaloso. Ese día no era la excepción, el germano había recibido unos cuantos regalos por parte de su hermano, Austria, Francia, España, la húngara y muchas damas más, varios, que había tenido que llevarlos al auto. Y fue así como el albino se percató que de nueva cuenta, Alfred estaba sentado en la ventana mirando pasar a las personas con sus presentes, cada año era lo mismo con ese hombre desde que dejo de ser un niño, por su cabeza paso aquellos recuerdos divertidos de cuando era muy pequeño y curioso, parlanchín, pero de buen corazón, ¿qué habría pasado con él? Al llegar a su auto abrió la cajuela, dejo sus regalos y sacó caja enorme, habían sido varios años de ver como América se iba con la manos vacías a casa, que con el tiempo este se volvía mas vació por la soledad, esta vez no sería como las navidades pasadas, de su pequeño Jones se acordó. 
 
-Espero ver la cara de Jones cuando lo vea, keseses-
 
Así fue como regreso al lugar, cargando con esa caja roja de moño dorado, la intención de la misma, era volver a ver sonreír a América.
 
Sin muchas ganas el gringo se aproximaba a la mesa para dejar su copa de vino, le sonrió a algunos presentes y decidió marcharse de ahí. Al aproximarse a la puerta fue sorprendido por Prusia, quien parecía batallar con la gran caja roja, el rubio le observó y con una sonrisa le ayudo a sostenerla. 
 
-Te ayudo- sostuvo el regalo - ¿Donde la llevo?-
 
Gilbert al ver que samaritano le ayudaba se echó a reír, se rasco la cabeza un instante. 

-Pues veras Jones- estiro la mano - Feliz navidad-

El norteamericano se quedó viéndole por un momento, puso la caja en el suelo y le devolvió el apretón de manos, agacho la vista un poco decaído, Gilbert era el primero que le deseaba Feliz Navidad, alguien que hacía años que no hablaba, se sentía torpe, aun así se daba cuenta que nunca había dejado de sentir afecto por él, aquel apretón de manos le hizo recordar vagamente esas viejas enseñanzas sobre cómo ser un hombre fuerte, cuidar los vínculos. 

-Feliz Navidad Gilbert- sonrió contento, ahora aquella sensación de gratitud hacia su ex maestro le hizo sentir de pronto mucha alegría, podía sentir ese espíritu navideño que decían. Alzo la caja y se paró a un costado del alemán -Entonces... ¿para quién será?-

Bielschmidt sacudió su cabeza, miro al americano a los ojos y le señalo con su dedo índice - Mi asombrosa persona se acordó de ti, hahaha, no vayas a gritar ni hacer cosas ridículas, es mi regalo de navidad para tu no tan asombrosa persona-

​Alfred​ miro la caja en sus manos -¿Para mí?- nadie le había dado nada en navidad, nadie nunca lo hacía. 

-Si, kesesese, no vayas a ...- fue interceptado por un abrazo fuerte el cual no pudo evadir. Jones le tenía fuertemente abrazado, en verdad Gilbert le había hecho muy feliz.

-Gra-Gracias-

El teutón solo asintió y le devolvió el abrazo. A los pocos instantes se separaron y Alfred como todo niño abrió esa caja lo más rápido que pudo, al desenvolver su regalo se dio cuenta que era un enorme peluche de hamburguesa, que justo como había pedido el pruso, Alfred hizo sus ridiculeces con ella, desde montarlo, hasta rodar en el suelo con el, morderlo entre otras cosas. 

-Hahahahahaha!!-

La risa de este era tan escandalosa, pero justo como debía ser, un américa Feliz.

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