El Poder de Kalht

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A la edad de diez años se le había revelado la existencia de la magia así como lo que implicaba ser un portador de ella.

También había sido sometido a entrenamiento físico, a varios ejercicios de concentración y agilidad mental para el día en que su magia despertara.

Pese a la negativa de su madre, también le informaron acerca del mayor peligro existente para un mago en Hystre: la Sociedad Máximo.

—Ustedes me protegerán, ¿verdad? –preguntó preocupado el joven Kalht.

—Siempre lo haremos –contestó su padre mientras lo abrazaba.

El crujido que emitió la puerta al abrirse lo sacó de su recuerdo. Era la doncella que le había llevado una bandeja de plata con la cena.

—Gracias –dijo Kalht todavía recordando esas tres palabras dichas casi siete años atrás.

Ella dejó la bandeja y se retiró.

Kalht la tomó y cenó lo más rápido que pudo.

Por más que intentaba disimular los nervios que le ocasionaba la llegada de su cumpleaños diecisiete, no lograba hacerlo.

Estaba a tan solo un día del despertar de la magia en su interior.

Sabía que a partir de ese momento su vida daría un giro de 180°. También que tendría que aprender a dominarla para darle un buen uso. Dejó la bandeja en la misma mesa, luego se preparó para dormir todavía sin sentirse listo para recibirla.

El día lo recibió con la luz dorada que entraba por la ventana. Una extraña sensación recorría todo su cuerpo: sentía que por sus venas circulaba algo más que sangre, algo que lo hacía sentirse completo.

Debía informarles a sus padres, que ahora eran los Magos Supremos de Hystre, sobre el suceso.

Los encontró en el comedor. Ambos se acercaron para felicitarlo por su cumpleaños.

Después de los abrazos, Kalht les informó la última novedad.

—Ha despertado –no necesitó decir más para que ellos entendieran.

Lo abrazaron de nuevo. Habían estado esperando este momento incluso más que el propio Kalht.

Cuando se separaron, el Mago Supremo habló.

—Ha llegado el momento de que te mude a tu nuevo aposento.

Esas dos últimas palabras hicieron eco en Kalht.

—¿Nuevo aposento?

Pero la única respuesta que recibió fue:

—Sígueme.

Kalht obedeció y lo siguió hasta el otro extremo del château.

No imaginaba ese cambio pero esperaba que hubiera alguna buena razón para eso.

Cuando llegaron, el joven lo encontró similar al suyo pero con ciertas adecuaciones que lo hacían verse diferente: sus paredes estaban acolchonadas, tenía diferentes instrumentos de ejercicio físico (pesas, mancuernas, etc.), barras de metal a las cuales no les encontró un uso en ese momento y un arsenal de armas para combate cuerpo a cuerpo.

—Aquí practicarás tu magia y continuarás con tu entrenamiento físico.

Kalht asintió con la cabeza.

—También deberás vivir aquí –habló lo más natural posible para que no se notara el dolor que le causaba esa decisión.

—¿Vivir aquí? ¿Por qué? –Kalht estaba demasiado confundido.

El Poder de KalhtWhere stories live. Discover now