Para ser bueno hay que ser inteligente

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Si anhelamos la paz, la bondad, la humanidad… ¿Por qué? Nos parece más interesante el malvado y etiquetamos  de tonto a la persona buena? No es fácil, por estos días crueles, defender la bondad por encima de otra virtud. Cuando afirmo que alguien es esencialmente bueno, me refiero a que expresa su posibilidad más inteligente, y creo que es casi imposible ser nada mejor, y es que para ser bueno  es indispensable ser inteligente.

 A los crueles les gusta  generar confusión y cambian los significados de las palabras como parte de su estrategia para obtener lo que quieren malamente. Por eso te dicen TE QUIERO mientras te insultan o descalifican. Cuando digo “fulano es buena gente” con frecuencia consigo quien interpreta que tal vez esa no sea una persona muy agraciada, ni muy brillante, o tal vez sea alguien feo o aburrido.  Hay quienes dudan que exista la bondad absoluta, pues siempre se puede hallar un vicio, o alguna perversión.

Con frecuencia se alzan las banderas de la malicia bajo la convicción de que “hay que saber defenderse” y estar alertas si pretendemos salir adelante en un mundo repleto de amenazas y agresiones. Sin embargo y a pesar de la etiqueta de “come flor” con la que me han bendecido algunos de mis amigos, siento que ese sigue siendo el grave error de estas personas: creer que el bueno es conformista, inútil y por sobre todas las cosas p… tonto y en consecuencia hay que maltratarlo, utilizarlo, burlarse, castigarlo de algún modo. Con frecuencia es la razón oculta por la cual ante la injusticia hay quienes disfrutan del irrespeto hacia el prójimo y exclaman: "Bien hecho,eso le pasa por p... tonto, quién lo manda"

Últimamente prevalece una humareda llorosa, una neblina que confunde la visión, los malvados tienen un gran poder de convicción para sus audiencias cautivas y sus seguidores tarifados compensan sus dádivas con muchos clic en el botón “me gusta” que genera humo digital y corre por la red. Pero siento oportuno aclarar lo que yo denomino malvado, pues también me refiero a aquel sujeto que por ejemplo, incita a una exgordita a comer lo prohibido, o invita a una exfumadora como yo, a volver a fumar; mientras que los buenos, son los que celebran que mantengas el esfuerzo, celebran tus logros y avances, te respetan y tratan de evitar que caigas por la pendiente de la dulce tentación panadera o el cigarrillo. Curiosamente suelen tener más argumentos los primeros, que los segundos, pues la sintaxis es un deporte favorito de los malos.

Por mucho tiempo ocurrió que la  “buena gente” pasó inadvertida, mientras se pregonaba que para “destacar” es casi una necesidad, transgredir, atropellar, insultar, infringir, mentir, saltarse las normas de convivencia, abusar y deslizarse por los barrancos de lo prohibido. Hace mucho tiempo que la perversidad goza de un inmerecido prestigio, pues la impunidad es el éxito de los menos inteligentes, pero ellos hacen más ruido que carro destartalado. Tal vez por eso el alma habla bajito y Dios también le cuenta al hombre cual es la ruta a seguir en medio del silencio.

 ¿Qué podemos hacer? Esta es una de las preguntas que formulo a mis amigos: “¿Qué prefieres, formar parte de un rebaño o de una jauría? ¿Quieres ser un corderito o un lobo?” Pero pocos o ninguno quiere vivir entre un montón de ovejas, aunque ellas sean “esencialmente más inteligentes” y muchos prefieren ser un lobo malo y poderoso ( aunque extraordinariamente bruto) antes que un desabrido, deslucido y nada temible cordero.  La respuesta que más ruido me hace viene de aquellos que dicen que no hace falta ser ni lo uno ni lo otro (sino todo lo contrario) entonces  se visten de lobo y actúan como tales, mientras suenan como corderitos. ¿Falla de coherencia? Tal vez.

 Desde mi punto de vista, el tiempo es el mejor juez y la historia ha demostrado que no es cierto que los malos sean más vivos, ni que vivan mejor que los buenos. La codicia que apadrina la corrupción, la mentira descarada, la ambición, la competitividad, la impunidad, el irrespeto por los valores esenciales de la gente llevan a unos cuantos seres a buscar la felicidad al margen de la bondad, y esto incluye a las mujeres y a los hombres, especialmente desde que las telenovelas propagaron  la infamia de que las chicas buenas van al cielo, pero las malas llegan a todas partes.

 Una mentira transmitida un millón de veces, termina confundiendo a la audiencia, a todos nos puede ocurrir y confieso que yo también he caído en la trampa seductora de la perversidad alguna vez en mi vida, pero gracias a los atractivos canallas que me rompieron en pedacitos, hace mucho tiempo que huyo del mal como de la peste.  Hoy, elijo personas bondadosas que  potencian mis posibilidades  y me permiten sacar lo mejor que tengo. Junto a las personas buenas se me ocurren más y mejores cosas. Los otros, aunque sean ingeniosos aturden y dejan una horrible sensación de haber perdido el tiempo.

 Aunque la lealtad, la humildad, la ternura son vistas con recelo y la verdad quienes queremos andar en esa onda  no siempre resultamos muy atractivos, también es cierto que a la tentación le gusta jugar con fuego y vivir al filo del peligro, siempre hay quien se acerca curioso por averiguar de qué va todo esto. Hay toda una apología del riesgo: quien no se lanza a la aventura, pierde oportunidades, sorpresas, pasiones inesperadas…. Pero no está bien confundir el sentido del riesgo con la temeridad, que lleva las cosas al límite y arrasa lo que encuentra en el camino.

Soy afortunada en tener un amigo inteligente que me previene contra las trampas de los malvados,  una vez me dijo: “Algunas personas después de haber encontrado lo bueno, buscan todavía más y entonces dan con lo malo”. Así las cosas, cuando se encuentra alguien verdaderamente bueno no hay que pensar que quizá sea insuficiente, porque un “buena gente” en el mejor sentido de la palabra, es insuperable. Si tienes uno de ellos cerca, no lo dejes escapar, invítalo a formar parte de  tu colección de constructores de paz, humanidad y bondad. Yo le apuesto a los buenos, ¿ y tú?

Para ser bueno hay que ser inteligenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora