Parte 1

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  Había una vez una mujer adinerada que tenía tres hijos. Los tres eran muy hermosos, pero lo era especialmente el más joven, a quien todos llamaban desde pequeño Seto. Además de bonito, era también bondadoso y por eso sus orgullosos hermanos lo envidiaban y lo consideraban estúpido por pasar el día tocando el piano y rodeado de libros.

Sucedió que repentinamente la mama de Seto perdió todo cuanto tenía y no le quedó nada más que una humilde casa en el campo. Tuvo que trasladarse allí con sus hijos y les dijo que no les quedaba más remedio que aprender a labrar la tierra. Los dos hermanos mayores se negaron desde el primer momento mientras que Seto se enfrentó con determinación a la situación:

- Llorando no conseguiré nada, trabajando sí. Puedo ser feliz aunque sea pobre. Así que Seto era quien lo hacía todo. Preparaba la comida, limpiaba la casa, cultivaba la tierra y hasta encontraba tiempo para leer. Sus hermanos, lejos de estarle agradecidos, lo insultaban y se burlaban de él.

Llevaban un año viviendo así cuando la mama de Seto recibió una carta en la que le informaban de que un barco que acababa de arribar traía mercancías suyas. Al oír la noticia los hijos mayores sólo pensaron en que podrían recuperar su vida anterior y se apresuraron a pedirle a su madre que les trajera caros trajes. Seto en cambio, sólo pidió a su madre unas sencillas rosas ya que por allí no crecía ninguna.

Pero la mujer apenas pudo recuperar sus mercancías y volvió tan pobre como antes. Cuando no le quedaba mucho para llegar hasta la casa, se desató una tormenta de aire y nieve terrible. Estaba muerta de frío y hambre y los aullidos de los lobos sonaban cada vez más cerca. Entonces, vio una lejana luz que provenía de un castillo.

Al llegar al castillo entró dentro y no encontró a nadie. Sin embargo, el fuego estaba encendido y la mesa rebosaba comida. Tenía tanta hambre que no pudo evitar probarla.

Se sintió tan cansada que encontró un aposento y se acostó en la cama. Al día siguiente encontró ropas limpias en su habitación y una taza de chocolate caliente esperándole. La mujer estaba segura de que el castillo tenía que ser de un hada buena.

A punto estaba de marcharse y al ver las rosas del jardín recordó la promesa que había hecho a Seto. Se dispuso a cortarlas cuando sonó un estruendo terrible y apareció ante ella un enorme Dragón Blanco de ojos Azules que podía hablar.

- ¿Así es como pagas mi gratitud?

- ¡Lo siento! Yo sólo pretendía... son para uno de mis hijos...

- ¡Basta! Os perdonaré la vida con la condición de que uno de vuestros hijos me ofrezca la suya a cambio. Ahora ¡iros!

La mujer llegó a casa exhausta y apesadumbrada porque sabía que sería la última vez que volvería a ver a sus tres hijos.

Entregó las rosas a Seto y les contó lo que había sucedido. Los hermanos de Seto comenzaron a insultarlo, a llamarlo caprichoso y a decirle que tenía la culpa de todo.

- Iré yo, dijo con firmeza - ¿Cómo dices Seto?, preguntó la madre

- He dicho que seré yo quien vuelva al castillo y entregue su vida al Dragón blanco de ojo azules. Por favor madre.

Cuando Seto llegó al castillo se asombró de su esplendor. Más aún cuando encontró escrito en una puerta "aposento de Seto" y encontró un piano y una biblioteca. Pero se sentó en su cama y deseó con tristeza saber qué estaría haciendo su madre en aquel momento. Entonces levantó la vista y vio un espejo en el que se reflejaba su casa y a su madre llegando a ella.

Seto empezó a pensar que el dragón blanco de ojos azules no era tal y que era en realidad un ser muy amable.

Esa noche bajó a cenar y aunque estuvo muy nervioso al principio, fue dándose cuenta de lo humilde y bondadoso que era el dragón.

- Si hay algo que deseéis no tenéis más que pedírmelo, dijo el dragon.

Con el tiempo, Seto comenzó a sentir afecto por el dragón. Se daba cuenta de lo mucho que se esforzaba en complacerlo y todos los días descubría en él, nuevas virtudes. Pero pese a eso, cuando todos los días el dragón le preguntaba si quería ser su esposo él siempre contestaba con honestidad:
- Lo siento. Sois muy bueno conmigo pero no creo que pueda casarme con vos.

El dragón pese a eso no se enfadaba sino que lanzaba un largo suspiro y desaparecía.

Un día Seto le pidió al dragón blanco de ojos azules que le dejara ir a ver a su madre, ya que había caído enferma.
El dragón no puso ningún impedimento y sólo le pidió que por favor volviera pronto si no quería encontrárselo muerto de tristeza.

- No dejaré que mueras dragón oji azul. Te prometo que volveré en ocho días, dijo Seto.

Seto estuvo en casa de su madre durante diez días. Pensaba ya en volver cuando soñó con el dragón blanco de ojos azules yaciendo en el jardín del castillo medio muerto.

Regresó de inmediato al castillo y no lo vio por ninguna parte. Recordó su sueño y lo encontró en el jardín. El pobre dragón no había podido soportar estar lejos de él.

- No os preocupéis. Muero tranquila porque he podido veros una vez más.

- ¡No! ¡No os podéis morir! ¡Seré vuestro esposo!

Entonces una luz maravillosa iluminó el castillo, sonaron las campanas y estallaron fuegos artificiales. Seto se dio la vuelta hacia el dragón blanco de ojos azules y, ¿dónde estaba? En su lugar había una apuesta princesa que le sonreía dulcemente.

- Gracias Seto. Habéis roto el hechizo. Un hada me condenó a vivir con esta forma hasta que encontrase a un joven capaz de amarme y casarse conmigo y vos lo habéis hecho.

Seto se casó con la princesa que se llamaba Kisara y ambos vivieron juntos y felices durante muchos muchos años hasta que se inventó el internet y el divorcio.

  

el joven y la princesa dragonWhere stories live. Discover now