Capítulo veintidós.

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El día sábado llegó rápido. Justin nunca apareció a buscar a su hermana, y el móvil seguía sin ningún mensaje ni llamada. No se dio a morir por eso y gracias al cielo consiguió calificaciones altas en los tres exámenes que rindió durante la semana.

Desde la última cena que tuvo con la familia Manson, empezó a hablar con Ricky por mensaje de texto. Por lo menos alguien la entendía. Doris ya no tenía caso, el olor a alcohol en la casa se volvió insoportable y se extrañaba el ambiente falso, era mejor que esto. Abby dejó los cuadernos de lado Justo cuando llegó una llamada y contestó sin verificar la persona.

—Hola —se desilusionó—, ya sabes ¿hoy cenaremos juntos?

—Te he dicho que si un montón de veces —rió nerviosa, el chico probablemente se hallaba desesperado por salir y que sus padres lo dejaran tranquilo.

—Es que esto es importante para mi —murmuró avergonzado—, entre antes me los saque de encima, antes puedo volver a ver a mi novio.

—Ricky, estamos en las mismas, deja de preocuparte, pronto pensarán que somos algo más aunque seamos amigos —le aconsejó—. Si llamas otra vez antes de la hora, te mataré en la puerta de mi casa.

—Voy a buscar la manera de agradecerte esto, lo juro —se quedaron en silencio—. Nos vemos en la tarde —y cortó.

La castaña normalmente se negaba a ofertas como estas, más ahora que la opinión de su madre no le importaba, sin embargo, las mentiras de Justin le hicieron aceptar por despecho. A pesar de que no sabría sobre la supuesta cita, y que entre ellos jamás pasará algo, debía distraerse en otra cosa y la única forma en la que ha estado haciendo aquello, es estudiando. Obviamente Doris estaba fuera de esto pero cuando se entere de que saldrá con el hijo de su jefe, se pondrá feliz a tal punto que irritaría a la muchacha.

Se duchó cuidando que su cabello quedara perfecto, que su piel no quedara seca y que el shampoo no entrara en sus ojos. Se vistió soltando suspiros contenidos de la semana completa, evitó a toda costa tener indicios de la pena que llevaba dentro. Untó crema en sus piernas bronceadas, arregló una rosa en su cabello con ondulaciones y comenzó a aplicar el maquillaje; Ricky no permitiría ir a un local de comida rápida como le gustaría a ella pero estaba bien con eso. Se miró al espejo con tristeza, alguna vez el castaño le comentó que le gustaría llevarla a diferentes lugares hasta que se sintiera cómoda con alguno. Muchas promesas le hizo pero se esfumaron en menos de una semana. Las mentiras siempre le dolerían a una persona honesta.

Salió de la habitación fijándose en la hora, en diez minutos el chico estaría en su puerta con un traje. Bajó con cuidado, esperó que su madre estuviera durmiendo. Dejó de ir al trabajo por unos días presentando una licencia falsa, serios problemas sufriría su salud si seguía de esa manera con la botella de alcohol en la mano. Tuvo suerte.

Esperó afuera y el coche de Ricky se estacionó por unos segundos.

—Te vez muy guapa, mujer —le sonrió él—. De seguro los hombres del ligar donde iremos se volverán locos, espero que conmigo también —ambos rieron.

—Eres idiota —terminó de acomodar el cinturón de seguridad.

—Espero que con esto las aguas se calmen en mi casa —cambió su sonrisa por una cara seria y cansada—. Desde que fuimos a tu casa esa vez, no dejan de conversarme lo buena persona que eres, lo estudiosa y buen ejemplo, estoy de acuerdo pero terminan siempre con un deberías buscar algo con ella, estás grande ya para que te busques una pareja.

Sentimientos de una muñeca © j.b.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora