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"Every empire see the sun set eventually"

El senador colgó el teléfono. Atardecía y el sol anaranjado caía desde la costa de Valparaíso en la oficina senatorial, resplandeciendo en dorado sobre el mobiliario lujoso y antiguo que la guarnecía. Se reclinó en su silla de cuero y ébano para regodearse brevemente. Habían sido semanas desastrosas, pero su destreza lo había salvado nuevamente. Se sintió satisfecho. No es una hazaña menor mantenerse en la danza mortal que es la política durante tanto tiempo como él. 65 años de carrera parecían llegar repentinamente a su fin cuando el senador no fue reelecto para su siguiente periodo. ¿Quién iba a pensar que el puñado de huasos ignorantes que votaban en su región iba a preferir a una mujer por encima de él? Pésimo asunto. No quería pensar que la edad le estaba pasando la cuenta. Esa clase de mentalidad solo lo llevaba a uno a la tumba. El senador aún tenía muchas cosas que hacer.

Había estado presente en el juego desde 1952. Vio alzarse el "socialismo a la chilena" de Allende y escuchó en directo la declamación final del mandatario antes del inminente bombardeo y asalto al palacio de gobierno donde se quitaría la vida con el rifle AK-47 que le regaló Fidel Castro. Se vio obligado a huir al exilió con su familia al disolverse el congreso el mismo año en que por primera vez le eligieron congresista. Del otro lado del mundo fue testigo del régimen de Pinochet, quien no tuvo asco en destrozar al país con la terapia de shock de sus chicago boys. Al recuperar la democracia y volver finalmente al congreso, usó hábilmente sus redes para alzarse en el sutil juego del poder. Fue una pugna feroz, implacable y silenciosa. En los periódicos y bajo las luces de las cámaras el senador abordaba con propiedad la agenda del país, como un avatar de los postulados de su partido. Entretanto, como raíces ciegas abriéndose paso en la oscura y fértil tierra, la influencia del senador se extendía no solo por Chile sino también por el mundo. Empresarios y dignatarios de todo rango tenían trato con él, pensando con sus negociaciones los rascacielos que años después se erigirían en la capital, los cuales no serían sino el reflejo de billones de dólares en negocios colosales de explotación de recursos naturales a lo largo y ancho de la república. El senador orquestaba en las sombras el saqueo del país y gozaba de riquezas y poder, todo con discreción por supuesto. Si bien el senador era una figura pública de relevancia, nunca postulo a la presidencia del país. No lo necesitaba. En el Senado era omnipotente. Era mucho más amigo de sus opositores políticos de lo que nadie sospechaba. Y los mismos medios controlados por estos se encargaban de mantener las cosas así. Todos ganaban su tajada.  Para cada reelección estaba todo arreglado para que su cupo fuera de un distrito predecible. El senador era de baja estatura, sí, pero proyectaba una larga sombra sobre el campo de batalla.

Sin embargo el mundo se movía más rápido que antes. Todo era culpa del maldito Internet. Mucho más indomable que la televisión. El país rápidamente empezaba a cambiar. Cada vez más ciudadanos se volvían suspicaces. La ignorancia del vulgo aún era basta y profunda, pero sin duda perder su reelección le tomó por sorpresa. Su coalición perdió las elecciones presidenciales y su partido era una sombra de lo que fue. El senador perdió la reelección y de pronto, en un parpadeo, estaba fuera del juego. Muchos festejaban la hazaña de "haberlo mandado jubilar". Ingenuos.

El senador exprimió cada recurso. Cobro cada favor. Hizo llamadas. Pactó promesas y sacó de apuros. De pronto el llamado esperado y el susurro tranquilizador: Le habían asegurado un puesto en el consejo resolutivo de asignaciones parlamentarias, que si bien era un puesto de poca monta le permitía mantenerse en las sombras del congreso. Desde ahí podía manejar con confianza su "cocina" y seguir moviendo los hilos de sus redes. En las redes sociales hablaban del hecho de seguir cobrando un par de millones mensuales por el cargo. Él lo hubiera hecho de buena gana gratis. Hay pocos negocios más lucrativos que el tráfico de influencias. Pero por suerte pocos eran realmente los que estaban al tanto de su jugada, y muchísimos menos los interesados en hacer algo al respecto. Uno de sus opositores le dio su bendición abiertamente en la prensa señalando que el senador "Está más allá del bien y el mal y es perfecto para el cargo". Era difícil mantenerse humilde frente a tales elogios. Tenía ganas de reírse a carcajadas.

Preparó sus cosas y salió de su oficina. Se despidió efusivamente de su secretaria. Ella sabía a la perfección su trabajo y el senador no necesitaba siquiera darle instrucciones. Tomo el ascensor al estacionamiento en compañía de uno de sus asesores, mientras pulían detalles sobre el proyecto de ley de Educación. En el estacionamiento el mercedes azul marino le esperaba, impecable. Le acompañaban 2 escoltas, los de siempre. El conductor le llevo a un aeródromo donde le esperaba el avión que lo llevaría a la capital. Siempre había sido un hombre enérgico y le esperaba una agenda intensa al día siguiente. Estaba listo.

Bajó del auto y sus escoltas con él, quienes miraron alrededor asegurándose que el perímetro estuviera despejado. El aire estival, con el aroma dulzón de la vegetación circundante le llenó la nariz. Los tres hombres empezaron a recorrer el corto trecho hacia las instalaciones del aeródromo, un sendero de piedra flanqueado por setos bajos. A medio camino el Senador se detuvo. Una sensación extraña empezó a inundarlo. Lo asaltó una nostalgia infundada. Como una represa que se rompe e inunda las parcelas frente a ella. Miro a su derecha y a lo lejos, en los lindes del terreno, vio a una niña en un vestido blanco recogiendo margaritas. Se le llenaron los ojos de lágrimas. Los escoltas se miraron confundidos mientras el senador se quedaba parado mirando hacia la nada. Todo ocurrió en un breve momento. 2 pares de ojos se abrieron en los setos, uno a cada lado del senador, y dos seres humanos, quienes llevaban un excelente camuflaje, que se confundía a la perfección con los setos que flanqueaban el camino, se movieron como gatos. Salieron corriendo cruzándose brevemente frente al lugar donde estaba de pie el senador. Para cuando los escoltas reaccionaron los extraños personajes iban a la carrera en direcciones opuestas. Confundidos miraron al senador y luego al suelo, donde los personajes camuflados se habían cruzado. Había un manojo de granadas.

Un último aliento. Un grito quedó a medio camino en la garganta de uno de los escoltas. La explosión y una lluvia de partes humanas irreconocibles llovieron sobre el terreno. 

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⏰ Last updated: Dec 24, 2017 ⏰

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Palacios vacíosWhere stories live. Discover now