El idiota

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Desde el primer encuentro, cuando los vio llegar de la mano, Sergei supo que había visto esa cara en otra parte. ¿Que no era el mismo policía que lo estaba vigilando la noche en que bailaron juntos por primera vez? 

No fue lo único desconcertante. El tipo no dejaba de abrazar a Sofía con cualquier excusa, como si quisiera marcar territorio sobre ella y dejar bien en claro que era su chica.  Tuvo que tragarse las ganas de meterse entre ellos y apartarlo de un patadón.

El almuerzo transcurrió lento y tenso para todos, menos para Esteban, que parecía estar pasando un gran rato. Sergei ya casi no respondía a sus monólogos y Sofía estaba más pendiente de su reloj que de la charla.

- ¡Así que tú eres el famoso Sergei! Sofía no paraba de hablar de ti todo el rato, ya sabes cómo son las mujeres, todo el tiempo hablando de los ex para darnos celos, jajaja! Pero yo siempre supe que esta pichoncita sería mía. Somos tal para cual. Los dos súper metódicos, súper trabajólicos, ¡ah! y los dos mejores de la promoción. ¿Sabías que me ganó por dos puntos? 

- No

- Me ganó por dos puntos. La mejor de la promoción, ésa es Sofía. También fue la que ascendió más rápido. Claro, hasta que tomó tu caso, jajajaja!

- Sí, claro. Jaja.

- Por cierto, supe que ya rompiste contacto con esos antisociales. ¿Es cierto?

- ¿De quiénes estamos hablando, específicamente, Esteban?

- Ya sabes. El FIR.

- Pues no. Aún trato con varios. 

- ¡Vaya! Debes tener un vínculo de amistad muy potente con ellos.

- No se trata de personas particularmente peligrosas. Sólo comparten con el FIR aspectos ideológicos, porque en este país estamos lejos de levantar una verdadera revolución. Son simpatizantes, nada más.

- No, sí, claro. Lo sabemos, lo sabemos. De otra manera ya estarían todos presos, tú con ellos, ¡jajajaaj!

Sergei y Sofía se miraron con un gesto de impaciencia, mientras Esteban se reventaba a risas de sus propios chistes. 

- Esteban, ¿no será hora de que nos vayamos? - dijo ella, al fin

- Pero pichoncita, ¡lo estamos pasando tan bien! 

- Estoy cansada

- Buh, pero Sergei y yo estamos entretenidos... Tal vez podríamos continuar con esta charla otro día. Hasta podrías presentarme a tus amigos, ¡si no les doy miedo, claro!

- ¿Miedo? Nah, qué vá. Te presentaré a mis amigos. 

- Puede ser en mi casa o en la tuya, ¿qué dices?

- Claro. Llamaré a Sofía para acordar los detalles.

- Perfecto. Bueno, será mejor que nos vayamos o esta noche me van a castigar, ¡jajajajaj!

Sergei hizo un gesto de fastidio que no logró controlar, mientras Sofía miraba a Esteban con desaprobación. Él se hizo el desentendido y se puso de pie.

- Voy al baño y a pagar la cuenta. Me esperan, ¿verdad?

- No, déjame invitar la comida por esta vez

- Claro que no. Seguro gano más que tú en esa orquesta de pacotilla. Yo invitaré. Ya vuelvo.

Apenas Esteban desapareció de su vista, Sergei reclamó

- ¿En serio? ¿En serio estás con ese idiota? 

- Sergei...

- No lo puedo creer. De verdad que no lo puedo creer. No irás a pasar la noche con él, ¿verdad? Porque eso fue lo que insinuó

- No

- Porque te juro que me voy a meter a tu departamento y lo muelo a palos si te toca un solo pelo. No, no, no, esto está todo muy mal, tú tienes que terminar con él. No lo voy a soportar.

- Ya, contrólate, que nos va a ver discutiendo

- ¿Y qué tiene de malo "pichoncita"?

- Ay - dijo ella, agarrándose la cabeza como si le doliera - No debí involucrarme contigo otra vez

- Ah. Muy bien. Yo soy el error, entonces. No él.

Sofía miró a todos lados para asegurarse de que Esteban no estaba cerca y tomó su mano

- Sergei, mírame, ¿recuerdas lo que te dije anoche?

- ... Dijiste que nunca habías querido a nadie como a mí.

- Pues es verdad. Te amo, más de lo que quisiera. Pero Esteban no puede saberlo por ningún motivo. 

Sergei rodeó fuertemente sus manos con las suyas y la emplazó

- Prométeme al menos que no te acostarás con él. Finge cualquier cosa, dolor de cabeza, qué se yo. No soporto la idea de que él esté contigo.

- Te lo prometo. 

- Besos tampoco

- Sergei, deja de pensar en eso. Necesitamos a Esteban de nuestro lado. Es un idiota, sí, pero es una buena persona

- ¿Qué le viste, me lo puedes explicar?

- Ahora no, ahí viene. - dijo ella, soltándose.

- ¿Todo bien? Sergei, ¡tienes una cara de tragedia, hombre! ¿qué ha pasado?

- Creo que voy a vomitar. Algo me ha caído pésimo.

- Vaya, espero no haber sido yo

Esteban volvió a soltar una carcajada, mientras Sergei lo asesinaba con la mirada. Sofía se puso de pie.

- Bueno, ¿ya pagaste? Creo que es hora de irnos.

- Sí - dijo Sergei, poniéndose de pie a su vez - ha sido un gusto. Espero vuestra llamada.

Los tres se despidieron rápidamente y tomaron caminos opuestos.

Cuando iba a una cuadra, Esteban miró a Sofía, divertido con su cara de enojo

- Soy bueno fastidiando a la gente, ¿verdad?

- Ni que lo digas

- Vamos, cambia la cara. Pudo haber sido mucho peor.

- ¿Peor?

- Claro. Podría haber fanfarroneado de nuestras apasionadas noches juntos, "pichoncita"

Sofía se detuvo y lo agarró de la solapa de su chaqueta

- Me vuelves a llamar "pinchoncita" y te juro que te rompo la cara

- Uy, carajo, ¡qué genio! Está bien, está bien. 

Sofía lo soltó y él sonrió

- Pero ¿viste lo celoso que se puso? No lo podía creer el pobrecito. Yo creo que el tipo sí tenía sentimientos genuinos por ti, ¿sabes? Hubo un par de momentos en los que seriamente pensé que iba a mandar la cortesía a la mierda y que me plantaría un puñetazo.

- Esteban, hubo no un par, sino varios momentos, en los que pensé que yo te iba a plantar un puñetazo.

- Ya, sí sé que me pasé un poco. Pero quería comprobar un punto y creo que lo logré.

- Qué

- Que me mentiste.

Sofía lo miró, sorpendida. Esteban sólo sonrió, sacó un cigarro, lo encendió y se quedó esperando alguna reacción de parte de ella, mientras el humo de su cigarro se interponía entre los dos.

El caso 22Donde viven las historias. Descúbrelo ahora