Capítulo 5: El oscuro pasajero de Jason.

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  -¿Sabes usar estas armas, chico?- Preguntó Jason, mientras cargaba una de sus múltiples escopetas. Para ser sólo un par de supervivientes, tenían todo un arsenal entero para ellos. No sabía si eso le gustaba o le daba miedo.

-Se supone que todo americano que se precie debe saber usar un arma, pero no, nunca jamás he disparado una de estas. -Elliot escondió la cabeza entre sus flacos hombros, algo avergonzado.

-¿Y puntería, tienes?

-Bueno, podría ser...-Sonrió un poco, pensó que al menos podría servir para algo. Cuando era más joven, siempre había jugado con su hermana pequeña a los dardos y nunca fallaba. Sabía que un arma no era lo mismo que un simple juego, pero por intentarlo, no perdía nada. Así dejaría de sentirse como un cero a la izquierda de una puñetera vez. Todos luchaban por sus vidas, cuidaban de los suyos, peleaban...¿qué había conseguido él?

-Bien, te daré un arma que no pese demasiado, para que puedas manejarla con soltura y no te cueste.

-¿Puedo hacerte una pregunta?

-Claro, dispara. -Sonrió, afable. Elliot se dio cuenta de que tenía una hilera de blanquísimos dientes y bien posicionados.

-¿Por qué tenéis tantas armas aquí abajo? ¿Es que...eres policía o algo así? No quiero ser entrometido, pero me quedaría más tranquilo sabiendo de donde proceden, no es nada personal.

-No me resultas entrometido, pequeño. Es normal que te lo preguntes, cualquiera lo haría, llama demasiado la atención. Las hemos ido recogiendo cuando salíamos a buscar víveres y supervivientes.

-¿Todas estas...? Guau. -Miraba el discreto sótano, tratando de calcular mentalmente cuantas armas había. Perdió la cuenta cuando Jason retomó la conversación.

-Todas las mañanas cuando me levanto, me tomo un café, me asomo a la ventana con mi mejor pijama y con una de estas preciosidades, me cargo a unos cuantos hijos de perra.

-¿Desde la ventana? -Ellio no cabía en sí mismo de asombro. Jason le había parecido un hombre pacífico al principio, alguien que no haría daño ni a una mosca, pero ahora resultaba ser todo un profesional con el trato hacia el caminante.

-¿Quiéres que te enseñe cómo lo hago? -No quería, pero su voz sonó con orgullo.

-Por supuesto, me encantaría.

Nada más terminar la conversación, volvieron a subir a la primera planta, donde se situaba la habitación de Jason. Al entrar, Elliot tuvo una sensación de cálidez que jamás podría igualar. Las paredes y el techo estaban pintados de un color cálido, y la decoración era elegante, sin ser demasiado sobrecargada.

Le dio la sensación de que aquel era el lugar más seguro del mundo, allí estarían a salvo, no podría pasarles nada. Jason abrió la ventana con cuidado y se asomó al exterior.

-Mira, Elliot, aquí.- Le hizo un gesto con la mano para que él también se acercara.

El joven sacó la cabeza por la ventana. Lo primero que agradeció, fue poder respirar un poco de aire limpio y fresco. Pudo ver también varios grupos de caminantes que vagaban por la carretera, sin nada mejor que hacer, mirando al cielo con una expresión distraída. Como si estuviesen esperando una señal divina.

Se fijó en un pequeño niño, no tendría más de ocho años, agazapado sobre uno de los matorrales descuidados del vecino, comiéndose los restos secos de una pobre ardilla parda destripada.

-Me pregunto si esos seres se quedarían sin energía si no pudiesen comer absolutamente nada.- Divagó Jason, hablando más que nada consigo mismo.- ¿Tú que crees, Elliot? ¿Habrá alguna manera de qué esos monstruos se queden fuera de juego, desconectados?

-¿Y no podrían comerse entre ellos si se viesen en esas circunstancias? Es decir, si tienen instintos animales, neandertales....es lo que haría cualquier humano hambriento.

-Es un buen razonamiento, pequeño, pero...¿carne muerta, comiendo carne muerta? Lo veo bastante poco probable, la verdad.

-Quizá...aunque no entiendo por qué hacen esto, o cual es su modo de funcionar.

-¿No te has dado cuenta? Ellos sólo comen carne viva, huelen el calor corporal. También comen animales, ya lo estás viendo, pero si tienen que elegir, siempre eligen la carne humana. Matan, descuartizan y comen. No hay más...

-Joder...-Lo dijo por decir, pero lo cierto era que se había quedado helado como la nieve. No era capaz de imaginarse a más personas con las entrañas abiertas, con todo su contenido desparramado por el suelo. No quería.

-Venga, vamos a limpiar un poco la calle. Se están empezando a acumular aquí y eso no es conveniente. Hoy, somos nosotros los basureros.- Acompañó la frase con un divertido guiño de ojos.

No pudo entender porqué, pero parecía que Jason se divertía con toda esa situación, aunque parecía ser sólo un pobre hombre asustado, acostumbrado a la muerte, a la destrucción.

Jason colocó su riflecon cuidado en el marco de la ventana y apuntó, con calma. Acercó el ojo a la mirilla y buscó a su objetivo, algo a lo que dispararle. Consiguió darle a tres espectros vivientes, sin un sólo fallo. Un disparo certero en la cabeza.

-¿Has visto? Le he dado su merecido a esos infelices.

-Sí, disparas muy bien y tu puntería es inmejorable.- Verdaderamente estaba impresionado.

-Gracias.- Se echó a reír, adulado. Luego, hizo una reverencia cómica, eso hizo que Elliot también se echase a reír.

Un amasijo de gruñidos estridentes los puso en tensión y Jason volvió a su posición con brío.

-¡Ahí vienen más! -Exclamó Elliot, pero estaba vez, Jason no reaccionó, no se movió ni un sólo milímetro. Se había quedado petrificado en el sitio.- ¿Jason? ¿Estás bien?

Pero nada. El hombre tenía los ojos puestos en un único ser. Miraba a un caminante que se acercaba a paso lento, arrastrando los pies, eso había hecho que una de las suelas de sus zapatos se hubiese desprendido. Era una mujer también morena, con el pelo rizado cayéndole sobre los hombros. Varias hojas secas se le habían quedado incrustadas ahí, dándole un aspecto más infernal aún, lo llevaba al estilo afro. Su único atuendo era un camisón de seda, que en sus mejores días fue blanco.

Entonces Elliot lo comprendió. Aquella zombie, tiempo atrás, había sido la esposa de Jason, la madre Michael. Lo sabía porque mientras estuvo deambulando por los pasillos de la casa, pudo ver algunas fotografías en las que salía ella, muy sonriente y bella. Habría sido músico, ya que siempre llevaba un clarinete entre sus delgados dedos. El pobre difunto comenzó a temblar violentamente. Sus manos aún seguían sobre el arma, pero no parecía estar dispuesto a disparar, no tenía ni la menor intención.

-M-mi amor...mi amada Loretta...-Sollozó, con una angustia alojada en su garganta.- ¡Debo ir con ella! ¿Me oyes, amor? ¡Voy para allá! -Había abandonado todo rastro de su cordura. Se estaba asomando a la ventana para saltar desde allí mismo.

-¡¡Jason!! ¿¡Es qué acaso te has vuelto loco!? -Agarró al hombre de la cintura, tirando hacia atrás.

-¿No la has visto, Elliot? ¡Ella está allí! ¡Tengo que bajar!

-Lo único que conseguirás al saltar desde aquí es romperte una pierna o algo peor. ¡Estamos en el piso de arriba!

-¡Loretta! ¡Eh, aquí arriba! -Meneaba sus brazos con frenesí, saludándola.

-¡Jason! ¡Deja de hacer eso! ¡Estamos llamando la atención de los demás monstruos!

-P-pero...p-pero...

-No hay peros que valgan, Jason, vuelve en ti, por favor.

El lloroso hombre dejó de resistirse por fin, dejó de hacer fuerza con los brazos y se soltó de la ventana. Elliot tuvo que hacer un gran esfuerzo para evitar que ambos cayesen al suelo.

-Ella...ella ya no está, amigo. Eso que acabamos de ver allí abajo, es sólo su cuerpo. Un cuerpo vacío, sin vida. Un envoltorio que camufla la maldad que ahora alberga dentro.

-L-la echo tantísimo de menos...-Apenas fue un hilo de voz, entrecortado.- Hace nada, estábamos los tres felices, disfrutando de una buena vida familiar. Y ahora...ahora ya no está.

-Se que esto es muy duro...yo también he tenido que pasar por eso y no hace mucho.Pero las cosas pasan y no se puede volver atrás, por mucho que se desee. Yo...yo aún tengo la sangre de mi hermana en mis manos y eso no se olvida así como así. -El pensamiento y la madurez de Elliot estaban evolucionando, ya no era aquel adolescente excéntrico que se preocupaba por sacar sobresalientes y matrículas de honor en todas las asignaturas y de fijarse en qué cantante era el más guapo. Estaba madurando, se estaba transformando en un luchador.

-S-sí, tienes razón...perdóname...-Jason se disculpó, frotándose los ojos con desesperación, eliminando cualquier atisbo de lágrimas o sufrimiento.- He actuado de manera infantil y estúpida. Supongo que volver a verla me ha hecho perder la razón.

-No te preocupes, al menos...te has dado cuenta, eso es lo importante.

-¿Sabes qué? Ella no merece estar en ese estado, no merece estar vagando por ahí, viendo pasar sus días inmortales. -Elliot lo miraba, sintiéndose bien al ver que volvía a tener un buen estado de ánimo. Así que se volvió a asomar y apuntó con su arma, siguió la trayectoria de Loretta durante un largo rato, de aquí para allá. No se le debía presionar, no era fácil acabar con alguien a quien se había querido tanto.

Llevaba bastante tiempo con el dedo posicionado sobre el gatillo, pero la mano temblaba tanto que por mucho empeño que le pusiera, no daría en el blanco, no en ese estado. Elliot pudo oír como sollozaba, tenía que pararle, estaba sufriendo. Se estaba haciendo más daño aún al obligarse a sí mismo a acabar con ella. Cogió su mano y poco a poco, lo hizo bajar el arma.

-Tranquilo...no tienes por qué hacerlo ahora. No estás preparado emocionalmente para ello.

-N-no, y-yo...puedo...-Cerró sus ojos con fuerza y apretó la mandíbula. Tras ello, se separó de la claridad del exterior con brusquedad. Elliot le acarició la espalda, a modo de consuelo.

-Ya está, amigo, ya está...no pasa nada. -Su voz era suave y tranquilizadora. Ambos se dieron un fuerte y emotivo abrazo. El cual, a Elliot le sorprendió muchísimo, pero que devolvió sin dudarlo.



Aquel gesto cariñoso, fue el comienzo de una buena amistad. Fue el primer abrazo que ambos habían recibido desde que toda aquella locura comenzó. Y eso, aunque fuese un simple acto humano, relajaba.  

El último bocado.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora