Un paso

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Un paso. Otro paso.
Las botas de Markus se hunden en la arena del desierto.
El recuerdo de la derrota y la traición le oprime y le pesa al avanzar, pero aún más la sed, que le carcome por dentro como si de un animal se tratase.
Bebe un trago de la cantimplora. El recipiente, ya casi vacío, le rebota en el pecho y remueve el agua que aún queda.
Mira a sus compañeros. Mira a su capitán. Mira los recipientes que él tiene, con la poca agua que queda.
Sigue avanzando, sin saber por qué. Ya no queda esperanza.
O tal vez sí.
Se para para observar la puesta de sol. A lo mejor es la última.
Cae la noche como un manto fresco que solamente alarga su sufrimiento. Todos duermen.
Vuelve el infierno del día, y todos siguen caminando.
Markus ve un lago a lo lejos, pero no dice nada. ¿Tiene miedo a que le roben el agua, o simplemente no tiene fuerzas para hablar? Ni siquiera él lo sabe. No quiere desperdiciar su tiempo pensando.
Avanza tan lentamente que pasa mediodía hasta que se da cuenta de que aquel oasis avanza con él. Otro espejismo. Bebe para saciar su sed, que se había multiplicado por culpa de las alucinaciones.
Un compañero se para y cae al suelo de rodillas. Nadie se detiene a ver qué pasa, siguen avanzando. Pasa un rato hasta que oyen el disparo.
Uno menos.
Vuelve la oscura noche, y el único momento de descanso antes de que regrese el sol y abrase a Markus de nuevo.
Sigue caminando.
De repente se da cuenta de que falta alguien, nadie más parece haberse percatado, o por lo menos nadie ha dicho nada. Él tampoco lo va a decir.
Cuando empezaron a caminar eran más de diez, ahora quedaban cuatro. Sin embargo, el único con paso firme era el capitán. ¿Bebería del agua compartida?
Pensar eso le da sed. Otro trago.
¿Y si paraba de andar? No, nunca se rendiría. No sería tan débil como los demás. Si iba a morir, moriría caminando.
Desea más que nunca que se haga de noche. Ya no puede más.
Por fin llega.
Markus ve la luna llena poco brillante, como si se muriera a la vez que él. Sonríe pensando en que la luna tenía aún menos agua que ellos. Es un consuelo.
Con esa sonrisa se duerme.
Se despierta cuando aún es de noche. Le parece raro.
De repente, se escucha un grito.
No le da tiempo a saber de quién es porque, antes de que se levante, un cuchillo le atraviesa el pecho.
Segundos después, el capitán bebe de la mezcla de agua y sangre que quedaba en la cantimplora de Markus, lo que le sirve para saciar su sed durante un segundo, y para avanzar diez metros más que sus antiguos soldados, antes de morir.

Un pasoWhere stories live. Discover now