Etéreo.

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El corazón humano es un instrumento de muchas cuerdas; el perfecto conocedor de los hombres las sabe hacer vibrar todas, como un buen músico.

Charles Dickens

18 de febrero del 2005

Él se encontraba serio, sentado, acompañado de tan acostumbrada soledad en medio de una lujosa habitación. En esta los ventanales caían hermosos cual arroyo dejando pasar finos rayos de luz en gusto del diseñador que los creó, los muebles resultaban tan exquisitos a la vista que podrías durar años contemplándolos, las paredes tenían costosos adornos en baño de oro, la alfombra importada hacía sentir que sobre nubes uno se posaba, miles de instrumentos cuyo fino acabado resultaba excitante a la vista lo rodeaban expectantes a que los cogiera.

Pero él mantenía los ojos cerrados buscando desde el fondo de su mente la inspiración suficiente para poder tocar así su siguiente pieza correctamente. Alzó el violín afortunado de su elección y lo colocó en la posición adecuada, sus dedos y manos adaptados a tal instrumento por los años de experiencia sentían la fina madera. Inspiró profundamente tres veces, tomó la vara y con sumo cuidado acercó la cerda a las cuerdas, sus dedos cual maestros formaron la nota inicial y con gran maestría y destreza comenzó a tocar.

Inmediatamente esa habitación comenzó a vibrar al ritmo de Chaikovski, uno de los tantos compositores Steven Stone gozaba interpretar con gran maestría en su afamado violín. Todo pensamiento en su ser se esfumó de golpe y podía sentir su alma latiendo al compás de la pieza que tocaba. Aquellos acordes decían todo lo que sentía, aquellas notas cargaban cada expresión o pensamiento que lo embargaba, aquel ritmo giraba alrededor de su figura dando entender que ese chico era música.

Magistral era el sonido, irreal la perfección y un Dios para el violín era en cuestión. El talento innato le hacía destacar sobre cualquier artista conocido a pesar de su corta edad. 25 años, recién graduado y ya era tan afamado que propuestas de trabajo llovieron en su puerta, pero él que de talento desbordaba podía darse el lujo de rechazar hasta las más cotizadas.

Pero no sólo el talento era una de sus virtudes, sino que su aspecto te dejaba sin aliento: Piel albina, figura esbelta, ojos opalinos, porte refinado, cabellos de plata y culto en cada extensión de la palabra.

Muchas mujeres a lo largo de su vida se le acercaron con dejes de seducción, pero él era tan correcto que seriedad siempre mostraba y a la música enteramente se dedicaba. Consideraba su belleza como algo efímero, pasajero, esporádico y perecedero. Nunca importancia le dió, su corazón a las mujeres por siempre cerró y nunca el amor conoció.

Pero él convencido estaba de que el amor verdadero era aquel que de su violín emanaba, pues la felicidad sólo estaba presente si su instrumento él portaba.

Las últimas notas de la melodía tocó y una sonrisa de complacencia en su rostro apareció. Al fin había perfeccionado lo que con tantos años había estudiado, conforme con ello dejó el violín en el estante y a salir de la habitación se dispuso pues su padre millonario a desbordar, a la mansión acababa de llegar.

Educado cual hijo prodigio con una reverencia lo recibió y su padre orgulloso la palabra le dirigió:

Xenón: ¡Steven! Qué feliz me pone verte, hoy tu madre viene a casa. ¡Está tan orgullosa de tí como yo lo estoy!, hace no más de dos días te vimos en televisión y no cabe duda que la sangre Stone corre por tus venas.

Steven a esos elogios acostumbrado con una sonrisa a su padre agradeció, sintiéndose afortunado de pertenecer a tan maravillosa familia.

Steven: Ciertamente le he echado bastante de menos. Me alegra que se desocupara temprano del trabajo, ¿Quiere hacer algo en familia el día de hoy? La verdad es que soy alguien muy privilegiado.

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⏰ Última actualización: Dec 28, 2017 ⏰

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