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Ya desayunada y lista para afrontar el día, África sale de su casa alegre como siempre. A su izquierda divisa a su vecino, cuyo nombre es desconocido para ella... Ni siquiera ha visto su cara alguna vez. Este se sube a un coche azul, bonito para los ojos de ella pero sucio para el resto de Derry. Se da cuenta de que se dirige al norte en dirección al instituto, así que supone que los ocupantes del automóvil son estudiantes.

- ¡Bien! ¡Mi vecino será mi compañero! - Pensó la niña siendo positiva, algo muy propio de su personalidad.

África continúa su camino y llega a su destino, el cual no parecía tan malo como lo esperaba. Su madre siempre puntuaba que los colegios públicos estaban llenos de adolescentes drogatas y sedientos de sexo. Lo que su madre no sabía es que todas las escuelas eran así, ya sean de monjas, curas o ángeles del mismísimo cielo. Por ahora lo que su hija veía era un gran césped con muchos árboles y con niños jugando alrededor. Todo muy feliz. Se fijó especialmente en un grupo de niños más pequeños que parecían estar pasándolo genialmente bien, generando envidia en ella.

Ojalá yo conozca a gente así y podamos trabar buena amistad...

Se acercó a secretaría para recoger su horario y el timbre la sorprendió. La chica caminó hacia su primer aula para asistir a historia.

Qué emoción. Sarcasmo.

Abrió la puerta -no sin antes llamar- y entró en la clase.

- Son las ocho y cinco, la clase comienza a en punto.
- Disculpe, soy nueva y estaba en secretaría rellenando unos papeles y...
- Tampoco me importa mucho - bostezó el profesor. - Preséntese delante de la clase y esas gilipolleces que se hacen cuando alguien es nuevo.

La chica evitó reírse. Menudo profesor la había tocado, tan amable y sincero...

- Soy África McCoy...
- ¿Y ese nombre? ¿De dónde eres? - Preguntó un rubiales platinado sentado al fondo.
- Nací en España y supongo que a mis padres le gustaba ese nombre... - Dijo tímida.
- ¡Caliente, caliente! - Gritó un chico intentando hablar en español provocando la risa de todos los alumnos.

La niña se limitó a reír debido al chiste -tal vez un poco malo- de ese chaval de pelo negro, el cual le resultaba familiar. El profesor -cuyo nombre era Jeff- le indicó que se sentara en el pupitre situado al lado de una tal Gretta, de apariencia poco simpática. África siente que un chico pone su largo brazo encima de su mesa, consiguiendo que ella le mirase.

- Soy Patrick Hockstetter.
- Encantada.

Esta le sonrió educadamente haciendo que Patrick sonriese más. Ella no le prestó más atención y por ello el chico clavó su mirada en ella, esperando ser observado de nuevo.

- ¿Podrías quitar tu brazo, por favor? Me molesta.
- No quiero, África.

McCoy se fijó en cómo había pronunciado Hockstetter su nombre. Lo hizo con cariño, sonaba tan bien en su voz... Pero la chica negó con la cabeza suavemente.

Definitivamente veo demasiadas películas románticas... Ugh, me vuelven noña, cursi y tonta.

- ¿Y qué tal si dejas de mirarme? Pareces un pervertido.
- Tal vez lo sea - él sonrió asustando a África.
- Das puto miedo. Déjame concentrarme en clase.

Esta vez -y para sorpresa de ella- Patrick quitó su brazo de la mesa.

- Ya hablaremos, "señorita" - esta última palabra la dijo en español pero muy mal pronunciada, haciendo que África sintiese cierta incomodidad. (cringe)

■▪▪■

La clase llegó a su fin y la chica tenía la intención de ir a su siguiente clase no sin antes acercarse a Patrick:

- Que sepas que las dos veces que has hablado en español lo has hecho con acento mexicano, no castellano.
- Entonces deberías darme clases particulares.

Ella alzó las cejas y murmuró un "no" en sus labios. Él sonrío como antes pero esta vez, en vez de asustarla, África rió a carcajadas.

Era la primera vez que una chica reía con Patrick; la primera que no reía con miedo.


MaNíAcO ♪ Patrick HockstetterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora