Prologo

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Frágil

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Frágil.

Débil.

Pequeño.

Influenciable.

Son las palabras que se repetía la mujer mirando por la ventana. Sacudiendo su abanico preferido y a juego con su vestido de seda, lanzaba suspiros al cielo nocturno que era iluminado por las seis estrellas protectoras del reino.

         Estaba convencida de que había cometido un error al haberlo enviado lejos de ella, al haberle abierto la caja a su pajarillo más hermoso y mejor cuidado, su mayor creación del pasado y su mejor producto del futuro. Por lo que pensar que ella misma había sido quien lo había liberado, le creaba un agujero en las entrañas, si algo le pesaba, sería totalmente su culpa.

         Pero entonces lo sintió detrás de ella. Le había enseñado mil veces a ser cuidadoso, silencioso y, sobre todo, pasar desapercibido. Pero cuando se le erizaron los bellos de la nuca al escucharlo susurrar su nombre, se sorprendió, porque le sorprendió darse cuenta de que todo lo que le había enseñado y se encargó de que otros le mostrasen, lo había sobrepasado y realizado aún mejor de lo pensando.

         Con quince años y una postura recta, lo miró haciéndolo elevar su mirada con el abanico en la barbilla. Compartían la misma mirada fría y los mismos labios rosados, pero el rostro de su mayor logro era el mismo de la persona a la que ella odiaba, y por eso a veces le costaba separar la ambición del rencor.

         —Está hecho — decretó el nuevo acompañante de la mujer, aún con la rodilla en el suelo y una posición de respeto.

         —Lo has logrado velozmente — señaló ella.

         —Como me has enseñado — aseguró —, nunca menos.

         Ella sonrió y lo ayudó a levantarse sosteniéndolo por los hombros. Le pasó los dedos por las mejillas, barbilla y cuello, cuidando no olvidar las facciones casi perfectas de él, ya no solo le enorgullecía la belleza en la que tanto se esforzó por darle, ahora sus habilidades, lealtad y devoción a ella, la deleitaban.

         Con un beso en la frente de él, lo despidió indicándole que ahora le tenía otro trabajo, el más importante de todos, de donde dependía el futuro de él, pero principalmente, el de ella.

Era su soldado.

Su creación.

Su futuro.

Su guerrero.

Su todo.

Y haría todo lo necesario para darle todo lo que ella deseaba. No importaba lo que sucediese, todo en el camino de ambas, eran piedras que debían desaparecer sin importar el costo o dificultad.

ASTERI: El ángel y la leonaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora