"Antes de mi". parte 1

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<<Para el Sr. A. M. : 

Mi nombre es Cheavnis Charlotte Varvello, según mis cálculos, cuando usted lea esta carta, yo tendré 27 años...O tal vez no... Antes de que se pregunte quién soy, le diré que no me conoce, aun. Por eso el motivo de esta carta.>>



Nací en un lugar bastante cálido y húmedo y a diferencia del resto de mis compañeros de clase, me encanta ese tipo de clima, fue el destino quien me puso el sol en las mejillas desde que vine al mundo. Me parece que fue en Mayo cuando nací, tal vez cerca de la primera semana del mes, pero mi cumpleaños lo festejamos el 8 de agosto... Complicado. En fin, a pesar de que toda mi familia vivía y sigue viviendo ahí, yo por el contrario, viví con Milua, al otro lado del país. Creo que en este y cualquier otro punto, ella merecería que la llamara madre, pero no lo es; es decir, no lo fue.

Milua, tenía 19 años cuando llegamos a lo que sería mi primer hogar; Tutcher Iland, y yo, tenía poco mas de un año, me registraron como Cheavnis Arias Duran, el 8 de Agosto, como nacida hace un año, así que... al parecer me regalaron algunos meses de "juventud". 

Viví ahí durante unos 5 años, durante los cuales con la poca experiencia de vida que tenía, cuidaba (al menos así quería creer yo) de Milua, ella era una mujer muy fuerte, segura, y hermosa, debo de decir que con 24 años, no parecía una jovencita, si tal vez una tía mayor que daba un aspecto seductor,  y un aroma particular de las abuelitas, sin mencionar, sus operados pechos enormes y su piel, blanca y suave, nadie podría creer qué y cuanto sufría en realidad; ella trabajaba en un "bar", bajo nuestro departamento. En el edificio había toda clase de personas. nunca me dijo lo que hacía, pero ahora, me lo imagino, jamás dejaré de pensar que ella fue una mujer fuerte, en todos los sentidos. Creo que hay un día que jamás voy a olvidar, fue cuando cumplí 6 años, fue un día triste porque nos tuvimos que ir de ese lugar. Recuerdo que..., empezó una semana antes de mi cumpleaños, Milua, estaba preparando el desayuno, cuando bajé estaba muy despeinada, su maquillaje manchado y desarreglado, los tacones rotos colocados delicadamente sobre la mesa al lado de la cocina, su vestido roto, al igual que su aliento, moretones en la piel y alguna que otra herida sangrante; me quedé ahí parada tras de la puerta, admirándola, contemplando su belleza a pesar de su mal estado, esperando a que el omelette se cocinara bien, y ella pudiese mover su cansado cuerpo, que me diera una señal de humo, pero no..., ese omelette, parecía que jamás estaría listo, parecía que, seguía un patrón infinito de movimientos: mirada baja, mano izquierda sosteniendo el mango del sartén, mano derecha, girando cada trozo de alimento con una pala vieja de madera, mirada perdida. Di con miedo el primer paso, me senté en el banquillo de madera, pero no le dije buenos días como de costumbre, solo miré el plato y dije:
-Hola!
-Hola mi amor, buenos días, ¿quieres leche o te hago un té?- dijo mientras servía mi plato.
-Un té por favor.
-...Chevy (me llamaba como el coche ese que salió por esos tiempos), sé que es domingo y te prometí ir a cenar... crepas que tanto te gustan, pero, voy a tener que salir de casa, como hace dos meses...- yo recordaba eso, ella se fue por una semana completa y cuando regresó me trajo una bolsa llena de regalos., así que asentí, guardando mi entusiasmo, y luego continuó-pero te prometo volver para tu cumpleaños.
Yo ya me había preparado para su ausencia, y al caer la noche, estaba dormida en el sillón. Ninguna de las dos dijo nada al respecto...
Pero, entonces algo pasó; la puerta comenzó a sonar muy fuerte, alguien estaba tras la puerta, gritando. Un hombre con una voz áspera y gruesa, te imponía temor.
-¡Ábreme la puerta, maldita zorra estafadora!!!- gritaba, y Milua, despertó de golpe. Me tomó de la cintura cargando, y me llevó hasta el baño, abrió la ventilación y me dejó ahí, sin decir palabra alguna, y de cierta forma, me dijo con la mirada que debía guardar silencio, así que esperé ahí, pacientemente durante un par de horas. Luego, llegó., ya estaba oscureciendo, me dijo:
-Tenemos que irnos, ¿sabes de ese viaje que te dije?, te llevaré conmigo.- yo no repliqué, y tomé algunas cosas que creí que me serían útiles; comida, crayolas, papel, y la caja de mamá (una caja que me dejaron mis familiares). Milua agregó algo de ropa, y mis zapatos mas nuevos a mi mochila; tomó todo el dinero que había guardado, y llamó a sus amigas, sus compañeras de trabajo. Llegaron en una camioneta. Y recuerdo, que por primera vez, vi a Milua vestida con una camisa que no dejara ver sus pechos.
Cargamos, todo lo que pudimos llevar, todas nuestras posesiones, y yo solo pensaba, en cuanto tiempo nos quedaríamos fuera. O, en el peor de los casos, si regresaríamos.

Mi prisiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora