Capítulo único

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Un adolescente se encontraba escribiendo una carta en su escritorio. Él se había portado bien todo el año y había sacado muy buenas calificaciones, así que su madre le había dicho que le podía pedir algunas cosas a Santa Claus, no importaba qué tan difíciles eran de conseguir. Sabía que su madre le conseguiría su regalo, por lo que al principio no fue tan exigente, pidiendo libros o cosas que le sirvieran para dibujar, como lienzos, pinturas y pinceles; pero al final, decidió ponerse más exigente, ya que el mosco de la curiosidad le había picado. ¿Qué tal si pido algo realmente difícil? ¿De verdad me lo va a conseguir? Así que, siguiendo justo detrás a su curiosidad, decidió poner al final de la lista algo que de verdad necesitaba:

"¿podrías traerme algo que pueda devolverme las esperanzas de vivir?"

Porque sí, aunque Chanyeol había sido un buen chico durante todo el año, la verdad era que la depresión había decidido adueñarse de su mente y de su frágil corazón cuando apenas tenía catorce años, en vez de la alegría y entusiasmo que embargaban a su hermana mayor; nunca entendió porqué su hermana era la alegre de la familia, aunque él ya hubiera intentado ser igual de gracioso que ella.

Cuando ya hubo acabado de escribir y de decorar perfectamente la carta, la metió en un sobre rojo con bordes dorados, sonriendo al ver que el sobre le había quedado igual de hermoso que su carta navideña. Sus ojos se iluminaron como los ojos de un niño pequeño, tomando el sobre con la carta dentro con mucha delicadeza. Sonrió para sus adentros. Para ser un chico de apenas diecisiete años, parecía de menor edad, ya que él creía en todo lo fantástico, desde los dragones y magia, hasta el adorable y regordete Santa Claus, aunque ciertamente ya supiera que nada de aquello era verdad.

Dejó su carta sobre la mesita baja de la sala, justo al lado del pino de navidad. Como todos los cuentos que había leído y escuchado, fue a la cocina y preparó un vaso con leche y llenó un plato de porcelana con las más deliciosas galletas de chispas de chocolates, hechas especialmente por Chanyeol. Sonrió traviesamente y robó una de las galletas del plato con decorado navideño, metiéndosela a la boca a la par que le daba un gran bocado.

Depositó lo antes mencionado también sobre la mesita de la sala, dejándolas justo al lado de su carta para Santa Claus. Movió el vaso cinco milímetros hasta que estuvo de acuerdo con que estaba perfectamente colocado. Repitió lo mismo con el plato y con la carta. Parecía que también padecía trastorno obsesivo compulsivo, pero no era así; él sólo quería tener todo perfecto a la llegada del gordito y bonachón hombre que viajaba en un trineo.

—¿Otra vez con tu perfeccionismo? —preguntó alguien desde las escaleras. No le hacía falta girarse para descifrar de quién se trataba—. Deberías dejar de ser así, es demasiado estresante.

—Estresante para ti, tal vez; para mí, no —ni siquiera volteó a verla. A veces su hermana podía resultar un gran grano en el culo.

La chica bajó las escaleras, continuando con su caminata hasta estar cerca de su hermano menor.

—Vamos, vamos, Chanyeol, no te enojes —llegó a su lado, posado su delicada mano en el hombro de su gigante hermano—. Ya es Noche Buena, no deberías perder los estribos por mí.

—Es casi imposible, teniendo en cuenta que eres como un chicle en el zapato, Yoora —se quejó Chanyeol, mirando cómo su hermana dejaba su carta justo al lado de la que había escrito él—. ¿A ti también te van a regalar algo? —inquirió al ver a la chica dejar el sobre arriba de la mesa. La chica se sentó en el sofá, mirándolo fijamente.

—Sip —quiso tomar una de las galletas que yacían sobre el plato, mas alejó la mano cuando Chanyeol le dio un ligero manotazo—. Siempre he sido buena niña.

Under the Christmas TreeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora