¿Puedo parar el calor si viene desde adentro?
No he sentido su temperatura, su piel contra la mía,
y aunque sus labios hablen de perfidia,
sus ojos callan los gritos de un enigma oxidado.
¿Correría por mí si no puede con su propio peso?
De muchas cosas no estoy seguro,
de un amor incipiente mucho menos.
¿Podré desencriptar su siniestra lengua?
¿Cómo es que me empuja y no me toca?
Su existencia es la de un lente.
Un cristal nítido
de diáfanas aguas manantiales.
Puedo ver a través, pero no sé de qué está hecho.
¿De qué estás hecha, chica del pórtico?
¿Podré quebrantarte o lo harás tú por mí?
Y un rotundo no que jamás pronunció,
pero me atormenta en silencio,
me recuerda el fracaso y la incesante lejanía.
Lanzó una saeta, de picos y cumbres.
Cortó el aire y silbó su trayectoria.
Pero no iba para mí.
No iba dirigida hacia nadie,
en realidad era la alegoría de un deseo reprimido.
Se detuvo en el césped, a catorce pasos de mí.
Sabía que arrastraría la arena,
nadaría kilómetros azules,
atravesaría un bosque que antes fue mi hogar,
cortaría las junglas,
malograría los jardines,
rajaría el hielo,
abriría brechas,
arrasaría las tundras,
podría caminar mi vida entera y hasta mi muerte,
pero jamás alcanzaría aquella flecha
clavada en el abismo de lo imposible.
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Fragmentos de una emoción
ŞiirNo más mentiras. No más cartas furtivas. Todo lo que pienso está aquí, justo frente a sus ojos. *Aunque preferiría mantenerlos como borradores, estos poemas han sido re-publicado gracias a Sarita Arbeláez.