Capítulo único

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Puedes maldecir la oscuridad, o simplemente encender una vela.

Varg Vikernes

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BaekHyun se tragó un jadeo cuando sus pies descalzos resbalaron debido al aceite que corría por los troncos bajo ellos y sintió que las lágrimas en sus mejillas se evaporaban con más rapidez de la que su cuerpo las producía.

Escuchaba los vítores y los rezos de la gente que lo observaba desde el otro lado de la cortina de humo y llamas, por lo que centraba toda su atención en el crepitar del fuego y la sangre que corría por sus brazos desde los cordeles que inmovilizaban sus articulaciones.

Quiso llorar y suplicar misericordia, pero nadie escucharía a un demonio como él.

Tú eres vida, Baekkie—. Había dicho alguien en sus sueños, pero ahí estaba, a punto de morir juzgado por posesión demoniaca.

Un sonido ronco escapó de su garganta, la mezcla de un grito y un sollozo, muriendo en la resequedad de su interior. Parpadeó varias veces, intentando enfocar su mirada en algo más aparte de las iridiscentes llamas, pero se sentía tan cansado y sus ojos ardían incluso más que las lengüetas acariciando su piel desnuda.

—Po-por favor...

Sobre su cabeza, la luna le sonreía en el cielo.

Recordó tantas noches solitarias, con aquel astro plateado como única compañía.

Byun BaekHyun le había tenido pánico a la oscuridad, pero se refugiaba bajo los rayos plateados cuando su romántica salvadora coronaba la noche, sentía como si algo en el cielo le dijera que ese era su lugar. Durante el día, adoraba al astro rey y su suave calor, envidiaba a quienes podían pasear libremente por las praderas y bañarse en los ríos, mientras que él vivía oculto en un cobertizo para que nadie pudiera encontrar al niño maldito que vivía con la prostituta del puerto.

Su madre, la mujer más dulce y decidida que había conocido, la única capaz de darle cobijo cuando solo era un niño asustado muriendo de hambre en un callejón, fue apedreada por las mismas personas que hoy clamaban su nombre hasta verlo arder.

Todas las cosas buenas que BaekHyun había conocido, como el amor de una madre y el calor del sol en un día de verano, se le estaban prohibidas.

Byun BaekHyun era como la noche, frío, solitario y oscuro. Al mismo tiempo, era todas las cosas que le aterraban. Temía de la noche, oscura y profunda. Temía de la soledad, morir sin nadie a su lado y ser olvidado. Le aterrorizaba la profundidad infinita del cielo sobre su cabeza, que de noche parecía incluso más colosal.

El hombre de sus sueños era brillante, como el sol en su cenit, cálido y pacífico.

Pero esa noche, cuando el fuego consumía los jirones sucios y desgastados de la sábana que cubría la parte inferior de su cuerpo como única vestimenta, odiaba todo lo que representaba calor. Los leños consumiéndose, las esquirlas de fuego dispersándose por la brisa y las lengüetas cada vez más cerca de su piel, el aroma a aceite quemado, todo le parecía agónico.

La sequedad de su garganta no se comparaba a esa que había experimentado en sueños, que era casi placentera, ahora sentía que su cuerpo entero estaba en llamas, la piel en carne viva y cenizas corriendo en lugar de sangre. Todo en él era agonía pura y tortura.

Con los ojos resecos, observó el cielo, preguntándose si ese brillo enceguecedor eran las puertas del cielo abriéndose para él, para recibirlo en la gloria eterna del Padre, pero uno de los leños cayó en pedazos, soltando chispas y esquirlas ardientes en todas las direcciones, quemando su piel y chamuscando el vello de su cuerpo.

Cuando la noche se encontró con el díaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora